En medio de la debacle económica que ya provocó la caída del titular de la hacienda pública y del escándalo político con el que llegó su sucesor, madres buscadoras localizaron crematorios clandestinos en los que habrían sido incineradas, por lo menos, 200 personas.
Es decir, un exterminio masivo llevado a cabo por el cártel criminal de las cuatro letras (CJNG), en donde pudieron haber sido incineradas cientos de personas, a partir de la ropa, los zapatos y los restos humanos encontrados.
Sí, una de las peores atrocidades vividas en el México de la mal llamada 4-T y que, de manera paradójica, convierten a nuestro país en un horror igual al que vivió la Alemania nazi, con sus campos de exterminio.
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Atrocidad que se suma al reciente escándalo por el secuestro, crimen y desmembramiento de una decena de jóvenes que viajaron a Oaxaca y que nunca más regresaron.
Atrocidad que, luego de las masacres cometidas a diario –en entidades como Guanajuato, Querétaro, Tabasco, Guerrero y otras--, parece haber normalizado la violencia criminal en la conciencia colectiva.
Pero acaso lo más cuestionable del caso es que el hallazgo de los crematorios clandestinos en el estado de Jalisco, pareció no importar a nadie --ni al gobierno federal, tampoco al estatal o municipal y menos a los grandes medios--, que en su mayoría ignoraron lo que en cualquier democracia real debía ser un escándalo global.
Y por eso obliga preguntar.
¿Qué tiene que pasar, además de las masacres y sin freno, de las atrocidades sin fin, de horror cotidiano, para que los ciudadanos mexicanos entiendan que el Partido Morena es una mafia criminal y que sus políticos no son más que “narco-políticos”?
¿Hasta cuándo veremos a la sociedad mexicana salir a la calle para exigir el fin de los gobiernos criminales de Morena; para reclamar el fin de la alianza de Morena con las mafias del crimen y para restablecer básicos democráticos como la libertad de manifestación y de expresión?
Y es que apenas el pasado sábado 8 de marzo, durante el llamado Día Internacional de la Mujer, a la presidenta Sheinbaum se le ocurrió una impensable atrocidad contra las mujeres. ¿Una atrocidad?
En efecto la presidenta ordenó colocar vallas frente a su Palacio, para que ninguna mujer se atreviera a perturbar sus actividades. Pero no fue todo también se dispuso de gas lacrimógeno y fuerzas de choque de mujeres uniformadas.
Y por eso volvemos a las preguntas.
¿Le teme la “señora presidenta” a las mujeres? ¿A qué le teme la señora Claudia? ¿O será que ya olvidó sus tiempos de activista juvenil a favor de las causas de las mujeres?
Pero a la anterior atrocidad cometida por el Estado mexicano contra las mujeres de nuestro país, también debemos cuestionar atrocidades económicas como la caída del titular de la hacienda federal.
En efecto, de manera sorpresiva se anunció que Rogelio Ramírez de la O se retiró de la estratégica cartera de Hacienda, en el gobierno mexicano.
¿Y Por qué se fue, si era un incondicional de AMLO y de la hoy presidenta?
Dicen los que saben que Ramírez de la O salió huyendo de la catástrofe económica que ya toca la puerta; con una economía quebrada, un país endeudado como nunca, una recesión económica que provocará desempleo masivo, inflación, devaluación y, sobre todo, una crisis idéntica a las que vivimos con Echeverría y López Portillo.
En pocas palabras, Ramírez de la O salió corriendo del gobierno federal, frente a la debacle económica que toca a la puerta.
Y como si no fuera suficiente, la “señora presidenta” nombró en sustitución de Ramírez de la O, nada menos que a Edgar Amador Zamora, un servidor público que la propia Sheinbaum había denunciado por corrupto.
¿Y por qué llegar a tal extremo de la estulticia en la designación de quien deberá llevar la carga de la hacienda pública, en un país quebrado y en medio de las acusaciones de que el nuevo titular de Hacienda es una rata?
Sí, nos guste o no, asistimos al principio del fin de los gobiernos de Morena. Y es que el discurso oficial podrá engañar a muchos mucho tiempo, pero la realidad económica no engaña a nadie; una realidad pega directo en los bolsillos y ese efecto no entiende y no perdona.
Al tiempo.