No hay época en la historia de la humanidad exenta de grupos de personas que sufren violencia, persecución, muerte, esclavitud o explotación a manos de otros grupos que se sienten superiores, que quieren utilizar su fuerza de trabajo, arrebatarles sus riquezas naturales o los consideran seres inferiores o una amenaza.
Estamos saliendo de una etapa de la humanidad donde después de dos guerras atroces en Europa, se hizo un intento por generar acuerdos internacionales que reprobaran y sancionaran los actos cometidos contra la vida, la integridad y las libertades de las personas.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 obliga a los estados que la han firmado a respetar, proteger y garantizar los derechos civiles, políticos, sociales, económicos y culturales de todas las personas.
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A partir de la Declaración fueron acordándose varios instrumentos internacionales que ampliaron esos derechos, especificaron su contenido y las formas de cumplirlos y profundizaron los relativos a grupos históricamente sujetos a mayor discriminación como las mujeres, las niñas, niños y adolescentes y los pueblos originarios.
Asimismo, se crearon instituciones internacionales y regionales y relatores especializados responsables de vigilar el cumplimiento de las prescripciones contenidas en esos instrumentos.
Hemos entrado a una etapa de la historia donde todo el entramado de instrumentos e instituciones de derechos humanos, creados a lo largo de casi 80 años, está en proceso de destrucción. Trump les retiró el apoyo económico de Estados Unidos.
Estamos retornado al dominio de personajes y grupos extremistas, ultraortodoxos que, por razones de su locura, su riqueza, su religión, su origen nacional, su raza, su ideología y su sexo se sientes poseedores de la verdad única y, por tanto, del derecho a maltratar, violentar, masacrar, expulsar y dominar a todas aquellas personas que consideran inferiores o no comparten su verdad.
La ambición y la soberbia pero también la carencia del sentido de lo humano, el odio y el miedo están alimentando el resurgimiento del suprematismo blanco, el machismo, el racismo, el fascismo, el antisemitismo, la islamofobia y la discriminación contra las poblaciones migrantes.
Tres ejemplos de esta nueva época de terror son la guerra de Ucrania y la ocupación rusa de territorios ucranianos, la masacre cometida por Hamas en Israel en octubre 7 del 23 y la muerte de miles de gazatíes inocentes emprendida por el gobierno ultraconservador de Israel, así como la violencia, las muertes, la esclavitud y el tráfico de seres humanos que están llevando a cabo las bandas globalizadas del crimen organizado.
No podemos dejar que oligarcas ansiosos de poder y control, que criminales y extremistas definan el destino de la humanidad; que las redes sociales nos confundan con medias verdades y muchas mentiras, que callemos y que dejemos de ser responsables y de participar en la construcción de un futuro posible para las nuevas generaciones y por qué no, de la sobrevivencia de la especie humana.
Lamento el asesinato de la familia Bibas y de Oded Lifshitz en los túneles de Gaza y el deplorable espectáculo de la entrega de sus cuerpos.
