REDES SOCIALES

Las redes sociales y los menores de edad

La decisión de prohibir el uso de redes sociales para menores en escuelas de Querétaro responde a preocupaciones sobre el impacto en el desarrollo cerebral, la salud mental y la socialización de los jóvenes. | Julio Castillo

Escrito en OPINIÓN el

Hace unos días generó mucho revuelo que en Querétaro se prohibió el uso de redes sociales para menores de edad en las escuelas. El proyecto, apoyado por el gobernador del PAN Mauricio Kuri, responde a una realidad que algunos hemos señalado desde hace más de 10 años y partiendo del ciberbullying, que les quitaba a los jóvenes la tranquilidad en todo momento (antes había lugares de seguridad como la casa) y hasta llegar al aumento de suicidios, se debe atender de forma integral. 

Uno de los autores que mejor ha tratado este tema es Jonathan Haidt, en su libro “La generación ansiosa”, de ahí y de la propia experiencia de dar cursos de este tema en varios países retomo algunos problemas que se han documentado: 

  • Alteración del desarrollo cerebral y autocontrol deficiente. Durante la infancia y la adolescencia, el cerebro atraviesa un proceso crucial de desarrollo, especialmente en la corteza prefrontal, la región encargada del autocontrol, la regulación emocional y la toma de decisiones. Esta zona no alcanza su madurez completa hasta aproximadamente los 25 años, lo que hace que los menores sean especialmente vulnerables a estímulos adictivos como los de las redes sociales. Al estar constantemente expuestos a recompensas inmediatas, como “me gusta” y comentarios positivos, los niños y adolescentes pueden desarrollar dificultades para posponer la gratificación, lo que se traduce en menor tolerancia a la frustración y mayor impulsividad en la vida cotidiana.
  • Incremento en los trastornos de ansiedad y depresión. Desde el auge de las redes sociales a principios de la década de 2010, las tasas de ansiedad y depresión entre adolescentes han aumentado drásticamente, sobre todo en niñas. Los estudios han demostrado que los adolescentes que pasan más tiempo en redes sociales son significativamente más propensos a sufrir síntomas depresivos en comparación con aquellos que las usan poco o nada. Las redes fomentan una dependencia de la validación externa y pueden generar angustia al exponer a los menores a críticas, comparaciones y la constante necesidad de aceptación. En algunos casos, el uso excesivo ha sido vinculado con autolesiones y un aumento en los intentos de suicidio.
  • Comparación social dañina y disminución de la autoestima. Las redes sociales funcionan como un escaparate donde los usuarios seleccionan y publican sólo los momentos más favorables de sus vidas, lo que crea una percepción distorsionada de la realidad. Los menores, que aún están en proceso de construcción de su identidad, son particularmente susceptibles ya que constantemente ven imágenes de cuerpos, estilos de vida y logros inalcanzables. Esto genera insatisfacción con su propia apariencia y vida, reforzando el perfeccionismo socialmente impuesto y aumentando la incidencia de trastornos como la dismorfia corporal, ansiedad social y depresión.
  • Reducción de habilidades sociales y aislamiento. A diferencia de las interacciones cara a cara, en las que el lenguaje corporal, el tono de voz y la sincronización juegan un papel clave, las interacciones en redes sociales son mayormente asincrónicas y despersonalizadas. Esto afecta la capacidad de los menores para desarrollar empatía, habilidades de comunicación efectiva y resolución de conflictos. Además, el tiempo que pasan en línea reduce el tiempo dedicado a actividades esenciales como el juego libre y la convivencia familiar, lo que puede generar un sentido de desconexión social y mayor aislamiento. A largo plazo, esto puede derivar en dificultades para establecer relaciones significativas en la adultez.
  • Alteración del sueño y sus consecuencias en el rendimiento académico y emocional. El uso de redes sociales antes de dormir ha sido identificado como una de las principales causas de la privación del sueño en adolescentes. La exposición a la luz azul de las pantallas suprime la producción de melatonina, la hormona responsable de regular el ciclo del sueño. Además, la hiperconectividad genera ansiedad por mantenerse actualizado en todo momento, lo que puede provocar insomnio o reducción de las horas de descanso. Dormir menos de siete horas por noche tiene efectos negativos en la concentración, el rendimiento académico, la regulación emocional y el bienestar general, aumentando el riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad y depresión.
  • Fragmentación de la atención y menor capacidad de concentración. Las redes sociales están diseñadas para captar y mantener la atención del usuario mediante notificaciones, desplazamiento infinito de contenido y estímulos constantes. Para los menores, que aún están desarrollando su función ejecutiva, esto significa una menor capacidad para concentrarse en actividades prolongadas como la lectura, el estudio o la resolución de problemas complejos. A medida que la atención se fragmenta, se reduce la capacidad para mantener el foco en tareas importantes, lo que afecta el aprendizaje y la productividad. 
  • Exposición a contenido inadecuado y falta de regulación efectiva. A pesar de los intentos de regulación, los menores siguen estando expuestos a contenido inapropiado en redes sociales, que puede incluir violencia, desinformación, discursos de odio y material sexualmente explícito. Los algoritmos de las plataformas priorizan el contenido que genera mayor interacción, lo que significa que los menores pueden ser dirigidos hacia comunidades o tendencias potencialmente peligrosas. 
  • Ciberacoso (ciberbullying) y su impacto en la salud mental de los menores. Las redes sociales han convertido el acoso escolar en un fenómeno 24/7, ya que los niños y adolescentes pueden ser atacados en línea incluso cuando están en casa. A diferencia del bullying tradicional, el ciberacoso puede ser anónimo y alcanzar a un público mucho más amplio, amplificando su impacto psicológico. Las víctimas de acoso en redes sociales tienen mayores probabilidades de desarrollar ansiedad, depresión e incluso pensamientos suicidas. Además, los agresores digitales rara vez enfrentan consecuencias, lo que fomenta una cultura de hostigamiento impune. El miedo al escrutinio público y la viralización de contenido humillante pueden generar un estrés constante en los menores.

Las razones sobran y el peligro es evidente. Se puede hacer un gran debate sobre la libertad y la autonomía de los menores, pero creo que es mucho más simple que eso y se debe seguir el mismo camino que con las bebidas alcohólicas o el tabaco. El único problema es que esto no puede funcionar con esfuerzos aislados ya que da igual que un niño no tenga acceso a redes si sus amigos lo tienen… Incluso puede ser peor porque lo excluirían, lo que se necesita son acciones colectivas como la realizada en Querétaro, que debería ser ejemplo para todo el país. 

 

Julio Castillo

@JulioCastilloL