Dos-tres balazos mataron a Carlos Manzo el sábado primero de noviembre a las 9.58 de la noche. Se dice que hubo seis disparos. Fue un el Centro Histórico de Uruapan, Michoacán de donde él era el alcalde: “El hombre del sombrero”, como le gustaba ser llamado.
Era el hombre que gritaba a los cuatro vientos que sí, que tenía miedo a que lo asesinaran pero que primero estaba su responsabilidad de gobierno y primero tenía que acabar con el crimen organizado y la violencia que asolaba y asola a su municipio. Decía que a los criminales no se les tenía que dar abrazos “sí, chingadazos”. Y que acabaría con ellos a pesar de la poca fuerza de seguridad con la que contaba y…
Pidió ayuda a la Federación, que es decir a la Presidencia de la República, a la presidenta Claudia Sheinbaum, para que fueran a apoyarlo en su lucha en contra del crimen; pidió ayuda al gobernador del estado, el morenista Alfredo Ramírez Bedolla; pidió ayuda al Ejército Mexicano; pidió ayuda a la Guardia Nacional; pidió ayuda a todos en el país; pidió auxilio en un grito que clamaba en el desierto. Ayuda para su municipio y para su gente; para evitar que siguieran segando vidas ahí. Nadie-nadie-nadie le ayudó. Todos le decían que le apoyarían, pero no le ayudaron.
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Es que ¿sabe usted? A Morena-4T no le gustaba el estilo de gobernar de un gobernante independiente, carismático e inteligente que exigía, que clamaba, que tocaba las llagas que le han salido al cuerpo social mexicano.
Que mostraba las purulencias de un gobierno que dice que gobierna para los pobres pero que utiliza a los pobres para fines electorales. No les gustaba que dijera lo que decía en contra de la injusticia. No les gustaba que les dijera que hay corrupción de gobierno. Hoy está muerto.
Estaba sólo en su lucha. Quería que las cosas cambiaran para bien, para que unos cuantos no tuvieran en el puño a todos. Una lucha -su lucha- en contra de políticas de engaño y traición. Y por lo mismo lo dejaron solo, a pesar del peligro que corría no sólo por su discurso sino por sus acciones.
Acciones que le ganaron el cariño del pueblo de Uruapan, de su gente, de su comunidad. Todos ahí lo querían porque era un hombre que hablaba de frente, sin ambages, sin ocultamientos, sin mentiras ni traiciones. Un hombre cabal en el sentido estricto de cabalidad y honorabilidad.
Apenas tenía cuarenta años. Había nacido ahí mismo, en Uruapan en 1985. Estudió Ciencias Políticas y Gestión Pública en Guadalajara. Fue auditor y diputado federal por Morena, partido del que se desligó al acusar corrupción. Fue candidato independiente por la alcaldía de Uruapan y ganó con mayoría de votos. Y empezó su gestión y su lucha,
Sabía que uno de los problemas más serios de su municipio era y es el de la violencia criminal. La lucha de pandillas del crimen organizado por ganar el territorio. La lucha en contra de estos delincuentes que querían apoderarse de la política local mediante la imposición de sus políticos afines y mediante políticas que les beneficiaran: Manzo no lo permitió. No dejó que se ensuciara su gobierno. Hacerlo sería traición. No cometió traición. Pero sí lo traicionaron.
Pero también sabía que tenía que luchar contra un gobierno con frecuencia cómplice de esta criminalidad. Porque se es cómplice cuando se deja hacer, se deja pasar, se mira para otro lado y se miente a los mexicanos asegurándoles que su seguridad está garantizada y no es así.
Mataron a un hombre bueno. Un hombre de Estado. Al asestarle los disparos nada se pudo hacer ya. Apenas unos minutos antes estaba feliz, en la ceremonia del encendido de las velas, por los días de muertos. Y como hacía con frecuencia, cargaba y abrazaba a su pequeño hijo. Radiante le mostraba al niño las luces con que iluminaron a la Muerte Catrina. Sí. Estaba feliz.
Pero sabía que lo tenían en la mira. Y de nuevo la vuelta al círculo: él pidió ayuda. Pidió auxilio. Pidió que se le garantizara su propia seguridad y la de su familia, pero sobre todo la de la gente de Uruapan, la gente de bien.
Desde Palacio Nacional se dice que se le brindó seguridad desde hace meses, que se incrementó esa seguridad. Que estaba seguro con el apoyo de la Federación. Si. Pero lo mataron. Y ahora dirán que él tuvo la culpa por esto o por esto otro, o que gobiernos anteriores tuvieron la culpa en una ominosa mentira, o que sus propios descuidos tuvieron la culpa o que él cavó su propia tumba…
No era de Morena y por lo tanto lo dejaron morir. No era sólo un asunto de cuidarlo a él, como merecía ser cuidado para salvar su vida; era también un asunto de solucionar el grave problema de la violencia criminal, del crimen organizado, del terror en Uruapan: no hicieron nada.
El gobierno de Morena-4T nunca-nunca-nunca acepta una culpa, nunca tiene atisbos de humildad y de coraje por estas muertes históricas. Y se abrirá la carpeta. Y se investigará por años. Y nunca sabremos quién lo mandó a asesinar porque probablemente sea “políticamente incorrecto” informar a los mexicanos quién se hace cargo de esta muerte histórica.
Evasivas. Mentiras. Silencios. Acusaciones. Regaños a quienes informen sobre el tema. Acusaciones a “nuestros opositores que quieren sacar raja política de esta muerte” … Todo un discurso sabido y recontrasabido, sin un momento verdad y humildad…
Pues eso: Carlos Manzo Rodríguez ya no está aquí. Lo mataron. Ahora inventarán un escándalo político para ocultar y acallar este momento doloroso e indignante para todos en México. ¿Qué sigue?
