GENERALES VENEZOLANOS

Venezuela: El dictador Maduro y su coro de generales

De la incalculable producción de anomalías que es la dictadura venezolana, hoy corresponde destacar este hecho: en Venezuela hay alrededor de 2 mil 200 generales. | Miguel Henrique Otero

Escrito en OPINIÓN el

En el más reciente encuentro de Nicolás Maduro con sus generales –el 23 de noviembre–, éstos le cantaron el cumpleaños feliz. Con sus bocas y pulmones llenos de aire, redondos y estentóreos, prendados de sí mismos y uniformados, rebajados a obedientes coristas, mirando a sus colegas a ver si alguno se mantenía en silencio, rieron, cantaron, aplaudieron, sonrieron y felicitaron al dictador.

Las imágenes que vi no me permiten estimar cuántos generales participaron en la celebración coral. ¿Doscientos, trescientos? ¿Más, menos? No sabría precisarlo. Eran muchos. Pero, sobre todo, resultaban un ramillete ridículo. Generales venezolanos en su patetismo e insignificancia. Filmados como servidumbre del dictador, en la condición de aplaudidores de oficio.

De la incalculable producción de anomalías que es la dictadura venezolana, hoy corresponde destacar este hecho: en Venezuela hay alrededor de 2 mil 200 generales. Casi triplican a los 800 que hay en Estados Unidos, o multiplican por diez a los 227 generales activos que hay en España, o quintuplican a los altos mandos mexicanos, que son unos 540 aproximadamente.

Que en un país de fuerzas armadas corroídas y corruptas, en la que se cuentan por miles los oficiales de menor rango que tienen segundos y hasta terceros empleos para sobrevivir –cuando no se dedican a distintas prácticas delincuenciales, especialmente la de extorsión a comerciantes y trabajadores informales–; donde equipos y armas se oxidan y vuelven inservibles por falta de mantenimiento; en el que hambre y enfermedad castigan los cuarteles; en esas fuerzas armadas de discursos en la superficie y podredumbre puertas adentro, hay diez o doce veces más generales que el promedio de América Latina. Ese promedio responde a un criterio sencillo: un general por cada 1600-1800 efectivos activos y reales, es lo que dictan la experiencia y las mejores prácticas organizacionales.

Insisto en lo de activos y reales, porque otra anomalía de la dictadura de Maduro es la grotesca facilidad con que inventan cifras sobre el tamaño de las fuerzas armadas: las inflan de modo grotesco; ocultan las continuas y numerosas deserciones; hablan de unas fuerzas armadas numerosas, sólidas, cohesionadas y debidamente entrenadas, cuando lo que hay es una organización que no alcanza a los 70 mil hombres, más de la mitad en funciones en la administración pública, en su mayoría desarmados (por temor a que esas armas sean usadas contra la dictadura), uniformados hartos del estado de los cuarteles y las condiciones precarias; hartos de que haya unidades de privilegiados que trabajan directamente con los capitostes de la dictadura y se benefician de prebendas y subsidios ocultos; pero por encima y por debajo de todo, hartos de la corrupción que pasa por sus narices, o de que se les utilice en operaciones ilegales de contrabando, como guardaespaldas de enchufados, transportando mercancías de origen y destino desconocido, hartos de salarios miserables, promesas incumplidas, hartos de desempeñarse en un ambiente de arbitrariedad y violación de las leyes, hartos de operaciones de colaboración con las narcoguerrillas de Colombia.

Sobre esta masa de mentiras y precariedades, de ínfulas y cuarteles mohosos y hediondos, planea una masa 2 mil 200 generales, muchos de ellos generales de brigada y de división sin tropas, algunos sin desempeño ni tareas específicas –los que ni siquiera tienen un escritorio en instalaciones militares–, pero eso sí: muchos que son generales del dólar y el euro, señores de la corrupción, de la burocracia, las aduanas, los permisos, las alcabalas, las inspecciones, las entradas y salidas de las cárceles, las importaciones de insumos para hospitales, generales estrategas del chanchullo, las comisiones, el lavado de activos, las narco amistades y la construcción de narco refugios.

Esta es la ralea que alimenta los coros y las unidades especializadas en aplaudir y entonar loas al dictador Nicolás Maduro. Sin embargo, las escenas de humillación e indignidad protagonizadas por narco generales o generales contrabandistas o generales extorsionadores no son nuevas. 

Las inauguró Chávez en 1999, desde la arrancada misma de su nefasto Aló, presidente. Muy temprano Chávez creó su humillante teatrillo en cadena: obligar a los altos cargos militares, semana a semana, a sentarse en vivo y directo, escucharlo durante horas, reírle sus chistecitos, levantarse a saludarlo, chocar las palmas durante largos minutos, con cada uno de sus anuncios o sus frases demagógicas. 

Así, Chávez puso en movimiento una seudocultura de la comunicación política de la dictadura: mostrar a los uniformados, en cada ocasión, alabando a los jefazos civiles o militares de la narcodictadura. Lo hace Maduro de forma insistente, lo imitan los gobernadores con las autoridades militares de las regiones, y lo hace el teniente Diosdado Cabello en su programa El mazo dando, que ha llegado al extremo de sentar en su estudio, a un grupo de treinta y pico torturadores del DGCIM, con el rostro descubierto.

Humillarse ante los narco jefes de la dictadura es una estrategia del poder totalitario: envía el mensaje de que la fuerza armada venezolana, de forma absoluta, no es más que un apéndice, guardia pretoriana y comisariado armado y feroz, cuyo único papel consiste en mantener la dictadura al costo que sea. 

 

Miguel Henrique Otero

@miguelhotero