EL REGRESO DE DONALD TRUMP

Trump y la obispa anglicana

Trump jamás pensó que la valiente obispa anglicana Mariann Edgar Budde le pidiera parar sus políticas racistas, discriminatorias, y de odio. | Fred Álvarez Palafox

Escrito en OPINIÓN el

Toda la ceremonia de asunción en Washington está cargada de símbolos religiosos, siempre está Dios presente. Donald Trump asumió el cargo de presidente número 47 de Estados Unidos al interior de la Rotonda del Capitolio. Hizo el juramento ante la Biblia –no es obligatorio, no está en la Constitución–, mientras el presidente de la Corte Suprema, John Roberts, fue testigo del acto, junto con 800 invitados, entre ellos un grupo de multimillonarios y dioses de la tecnología: Elon Musk, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, así como los expresidentes Joe Biden, Bill Clinton, George W. Bush y Barack Obama. Otras 1,300 personas siguieron el evento protocolario desde salas interiores debido al frío invernal.

Antes de asumir el cargo, Trump acudió junto con su esposa a un servicio religioso a la parroquia episcopal de St. John, ubicada frente al Parque Lafayette y la Casa Blanca, lo acompañaron su familia y algunos miembros de su gabinete. Al salir, se dirigió al pórtico norte de la Casa Blanca donde ya lo esperaba el presidente saliente Joe Biden y su esposa Jill para la tradicional recepción con té y café, nada que ver con lo que ocurrió hace cuatro años cuando Trump se negó a reconocer la victoria de Biden.

“Bienvenido a casa”, le dijo Biden después de que Trump se bajara del auto. Minutos después compartieron la misma limusina camino al Capitolio.

En el acto formal de investidura, Trump pronunció su primer discurso frente a la nación, que vino seguido de la intervención de líderes religiosos de diferentes denominaciones, y donde el nombre de Dios estuvo siempre presente. 

El mismo republicano dijo que la bala que le atravesó la oreja en un hermoso campo de Pensilvania, habría sido desviada por Dios: "mi vida fue salvada por una razón. Fui salvado por Dios para hacer grande de nuevo a EU". Y con ese "poder espiritual" que lo convierte en una especie de Mesías se dedicó a firmar órdenes ejecutivas para tomar medidas enérgicas contra los cruces fronterizos, declarar una “emergencia nacional” en la frontera sur, y declarar a los cárteles mexicanos como organizaciones terroristas con lo que ello implica. Sobre todo se fue contra las minorías al poner fin a los programas de diversidad e inclusión en todo el gobierno; desde ese día por decreto sólo habrá dos géneros: hombre y mujer.

Todas las órdenes las firmó con gran publicidad, sólo faltó decir que lo hacía en el nombre de Dios.

Y todo iba bien con "Dios", hasta que un día después, el martes 21 Trump decidió, como es tradición desde 1993, acudir a un servicio religioso a la iglesia de St. John. Ahí se encontró con la valiente obispa anglicana Mariann Edgar Budde, quien le pidió parar a manera de súplica sus políticas racistas, discriminatorias, y de odio y lo hizo de manera inteligente y firme en el nombre de Dios.

¿Qué pasó?

Mariann Edgar Budde, investida con una blusa blanca, una túnica roja y una estola negra, le habló a Trump de frente a la congregación, en un estrado adornado con flores. Detrás de ella una bandera estadounidense, y las cámaras recogieron todos los detalles, los cuales fueron las primeras planas en los medios…

La obispa lo tenía todo previsto, desde hacía meses sabía que iba a celebrar el servicio de oración al día siguiente de la toma de posesión, independientemente de quién ganara la elección, pero preparó el mensaje de acuerdo a los resultados, no era la primera vez que la obispa se enfrentaba a Trump.

Durante su primera presidencia, la obispa Budde criticó a Trump por haber “utilizado símbolos sagrados” mientras “defendía posturas contrarias a la Biblia”. Este martes lo tenía sentado frente ella en la parte delantera del templo –de pechito–. Jamás pensó Trump que la obispa le iba a decir en su cara: "Señor presidente: millones han puesto su confianza en usted. Y como usted dijo ayer, ha sentido la mano providencial de un Dios amoroso. En el nombre de Dios, le pido que tenga misericordia para la gente en nuestro país que tiene miedo ahora".

Son –le dijo–, "gente que recoge las cosechas, que limpia nuestras oficinas. Que trabajan en granjas y en empacadoras de carne. Que lavan la loza luego de que comemos en restaurantes. Y que trabajan en turnos nocturnos en hospitales".

Subrayó: “podrán no ser ciudadanos, o tener la documentación apropiada. Pero la vasta mayoría de los migrantes no son criminales. Ellos pagan impuestos, son nuestros vecinos, son fieles miembros de nuestras iglesias, mezquitas, sinagogas y templos".

Le pidió tener clemencia con aquellos: "niños gays, lesbianas y transexuales, y familias demócratas y republicanas e independientes, algunas de las cuales temen por sus vidas".

Mientras ella hablaba desde el púlpito y a nombre de Dios, Trump y su gente empezaron a sentirse incómodos, podemos verlo en video en cualquiera de las redes sociales. El poderoso republicano no creía lo que estaba viendo, cerraba los ojos y comenzó a mover la cabeza hacia el lado derecho al grado de que bajó la mirada, por su parte el vicepresidente J.D. Vance volteaba la cara para mirar a su esposa con las cejas arqueadas. Al lado de Trump estaba Melanie quien siempre mantuvo firme la mirada. En el fondo vio la garra de esa mujer que desde el púlpito le hablaba sin miedo al hombre más poderoso del mundo.

Donald Trump pudo haber salido anticipadamente del servicio religioso, pero se hubiera visto muy mal; se aguantó. Al final expresó insatisfacción: "no fue muy emocionante. No me pareció un buen servicio (religioso)… Pudieron haberlo hecho mucho mejor", añadió.

Posteriormente, en su plataforma en redes sociales Truth Social, Trump describió a la obispa como "una radical de izquierda que odia a Trump" y agregó que la líder religiosa tenía un "tono desagradable y no era convincente ni inteligente". Concluyó que “sus comentarios fueron inapropiados, el sermón fue muy aburrido y muy poco inspirador. ¡No es muy buena en su trabajo! ¡Ella y su iglesia le deben una disculpa al público!".

La obispa declinó hacer comentarios sobre la reacción de Trump, dijo que su "responsabilidad ayer por la mañana era reflexionar, orar con la nación por la unidad". “Quería decir: el país te ha sido confiado. Y una de las cualidades de un líder es la misericordia”, declaró al Times.

También dijo que esperaba que sus comentarios tuvieran eco más allá de los oídos de Trump, como lo ha sido. El servicio religioso no solo fue nota mundial sino que el hecho le agrió el inicio de la presidencia a Trump, cargará con lo que ocurrió ese día en St. John.

La obispa le ganó el espacio al papa Francisco, quien aunque rezó para que Dios le conceda a Trump "sabiduría, fuerza y protección", comentó que tiene esperanza para que con su llegada “EU prospere y se esfuerce siempre por construir una sociedad más justa, donde no haya lugar para el odio, la discriminación o la exclusión". Bien sabe Francisco que eso no ocurrirá, y de hacerlo sería un milagro. Sin embargo Francisco se mantiene crítico.

Un día antes, el domingo, en una entrevista para un programa de televisión en Italia, el papa hizo a un lado la diplomacia y ante la pregunta del conductor italiano Fabio Fazio sobre su controvertido plan de expulsión de inmigrantes, el papa jesuita contestó: “si llega a ser verdad, será una desgracia, porque les hace pagar a los pobres desgraciados que no tienen nada, la cuenta del desequilibrio. Así no se resuelven las cosas, así no se resuelven”, criticó el papa jesuita con firmeza. 

Trump y el papa han tenido roces, hace ocho años cuando salió de México e iba a bordo del avión que lo conducía a Roma, le dijo que no era cristiano "una persona que piensa solo en construir muros y no puentes no es cristiana". Trump le respondió que no le parecía que un líder religioso cuestionara su fe cristiana. El papa no le respondió entonces, pero en 2017 lo recibió en el Vaticano con sus buenos oficios diplomáticos.

Francisco no se va a poner los guantes con Trump, se conocen bien El republicano es un provocador, hace unos días nombró a Brian Burch para el cargo de embajador ante la Santa Sede, y Francisco puede vetar ese nombramiento ya que ese personaje es un gran crítico del papa jesuita, pero el papa le dará el visto bueno. Casi doce años en el papado han hecho a Francisco un hábil diplomático, y aunque había conseguido –como lo comenté la semana pasada– sacar a Cuba de la lista negra de países terroristas, Trump lo volvió a meter. Así son las cosas.

Con Trump también hemos topado y Dios nos agarre confesados…

PD: Mons. Carlos Aguiar Retes se queda en el cargo, y aun cuando ya cumplió desde el pasado 9 de enero la edad para retirarse, el papa Francisco le dijo quédate más tiempo. El sábado 18 de enero se difundió una carta del nuncio Joseph Spiteri que indica que Francisco le refrenda la permanencia bajo la fórmula “donec aliter provideatur”, mientras el papa no disponga de otra cosa y se encuentre al sucesor indicado, como está previsto en el canon 1420.

El tepicense cumplirá en unos días más siete años en el cargo, es el trigésimo sexto sucesor de Fray Juan de Zumárraga y custodio de la imagen de la Virgen de Guadalupe. Si su salud se lo permite podría llegar a las fiestas de los 500 años de las apariciones de la Virgen.

Fred Álvarez

@fredalvarez