Parecería que el día más triste del año para nuestro país tuvo demasiados motivos. La unción para un segundo término del republicano Donald Trump se transformó rápidamente en una pesadilla. Durante meses, o incluso más de un año, hemos relatado cómo las amenazas de Trump a México se han ido materializando hasta que ayer se cumplieron muchas de ellas, desde la designación de los cárteles como organizaciones terroristas, pasando por la declaración de emergencia nacional por los migrantes indocumentados, hasta la imposición de aranceles del 25 % a las importaciones mexicanas y canadienses, aunque este último aún está en vilo; parece solo ser cuestión de tiempo. Esta última medida de llevarse a cabo pondría en jaque al tratado de libre comercio de América del Norte, y los efectos de estas acciones aún son difíciles de dimensionar.
Algunos cercanos al poder, con gran ingenuidad, pensaban que esto no pasaría y que solo eran lemas de campaña dirigidos al electorado que busca culpar a México de sus problemas. Sin embargo, la realidad es distinta. La Dra. Claudia Sheinbaum enfrentará un escenario que demanda acciones contundentes, un desafío enorme. ¿Tan dantesco es el panorama? Tan solo el aumento de impuestos no podría detener una escalada inflacionaria equivalente, y la reacción de los mercados. El peso sufriría una depreciación de magnitud impredecible.
Y si bien nadie ha dicho que no se debe de atender el tema del narco con todos los medios legítimos de los Estados, incluso en México, en casi veinte años, el conflicto entre estos grupos ha dejado casi medio millón de muertos. En Estados Unidos, la crisis de opioides ha cobrado 300,000 vidas.
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Ayer mismo, y tal como prometió el presidente estadounidense, firmó órdenes ejecutivas para designar a los cárteles como organizaciones terroristas y advirtió, con un inquietante “Stranger things have happened”, que podría enviar tropas a México. Tal medida, aunque extrema, podría ser vista como un mal menor, considerando que el país quedaría al borde de un conflicto armado, si bien muchos apuestan a una fase de hibernación de los grupos delincuenciales, en lugar de un enfrentamiento en una guerra perdida donde el campo de batalla sería nuestro país.
A esto se suman las presiones migratorias. México será visto como un “país seguro” donde se planea deportar a todos los inmigrantes indocumentados que intenten cruzar a Estados Unidos, además de quienes sean detenidos por agentes de ICE, sin importar el tiempo que hayan vivido allá. Estas medidas generarán tensiones sin precedentes.
Podemos cuestionar las razones que nos llevaron hasta aquí. Algunos culpan a la política de “abrazos, no balazos”, que dio como resultado un fortalecimiento de los cárteles. La presidenta ha dejado claro su interés en proteger la soberanía nacional, colaborar y cooperar, pero sin subordinarse. Tiene razón al insistir en que Estados Unidos debe atender y combatir el tráfico de estupefacientes y las organizaciones criminales en su territorio.
Hace tiempo nos preguntábamos: “¿Quién es el Chapo americano? ¿Cuáles son los cárteles del otro lado de la frontera?”. Será interesante observar cómo aborda este tema el gobierno mexicano. La designación podría darle elementos para desmantelar estas economías criminales, golpear sus redes ilícitas de tráfico y debilitar los recursos financieros de los grupos delictivos hasta llevarlos al colapso.
A diferencia del pasado, los cárteles, como señala el académico Víctor Hugo Guerra, se han convertido en sistemas altamente adaptables a la complejidad del mercado. Intervenir en algunos de los actores del sistema no necesariamente implica haber desmantelado o eliminado a una organización criminal. Esta capacidad de adaptación les otorga una resiliencia considerable que dificulta su erradicación y en consecuencia, que el conflicto se torne largo y complejo.
En el tema de los migrantes, la presidenta ha anunciado medidas de apoyo económico para los repatriados y para aquellos que no son connacionales, garantizando su regreso inmediato a sus países de origen. Esto nos lleva a reflexionar: ¿Debería México, como hizo China en su momento, desacoplarse de la economía y el comercio estadounidense para explorar nuevos mercados? Algunos sugieren que las acciones de Trump podrían empujar a México hacia los BRICS, quienes podrían recibir al país con los brazos abiertos.
Moneda al Aire: No debemos ignorar que México es uno de los principales importadores de productos agrícolas de Estados Unidos. Perder a México como mercado clave sería catastrófico para las zonas agrícolas estadounidenses, donde millones de empleos dependen de las exportaciones al sur. Esta ruptura comercial dañaría gravemente las relaciones bilaterales y abriría la puerta a que México busque alternativas con socios estratégicos como Sudamérica o China. Más allá del impacto económico, el cese de estas importaciones sería un golpe político y estratégico en una región cuya estabilidad depende de la cooperación mutua. La interdependencia agrícola entre ambos países no solo es un motor económico, sino un puente diplomático que sería peligroso ignorar.