Desde su estreno, La Casa de los Famosos México ha cautivado a millones de espectadores, convirtiéndose en un fenómeno de la televisión. Este reality show, que sigue a celebridades convivir en una casa bajo la constante vigilancia de cámaras, ha generado momentos virales y polémicos que han alimentado el debate en redes sociales y medios. El programa juega con el drama, los conflictos y las emociones fuertes como parte de su atractivo, lo que ha llevado a que algunos sectores del público cuestionen si su contenido es adecuado, especialmente para su transmisión en horarios accesibles para todo tipo de audiencias.
En México, los derechos de las audiencias están protegidos por la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, que exige que los contenidos respeten principios como la pluralidad, veracidad y adecuación para diferentes públicos. El Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) es el encargado de supervisar que las televisoras cumplan con estos lineamientos, especialmente en lo que se transmite por señal abierta. Sin embargo, en el caso de La Casa de los Famosos, existe una complejidad adicional: parte del contenido se transmite en señal abierta, donde la ley protege los derechos de las audiencias, y otra parte a través de la plataforma VIX, donde la Ley Federal de Telecomunicaciones ya no tiene facultades.
Esto no significa que, por ser transmitidos en línea, los contenidos dejen de estar sujetos a normativas. Los actos de violencia o situaciones que vulneren los derechos humanos siguen siendo motivo de sanción, aunque estas no caen bajo la jurisdicción de la Ley Federal de Telecomunicaciones. Las plataformas digitales, como VIX, se rigen por otros marcos regulatorios que, si bien no tienen la misma precisión que la ley para medios tradicionales, aún imponen responsabilidades a los proveedores de contenido.
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Actualmente, el Instituto Federal de Telecomunicaciones enfrenta incertidumbre debido a la propuesta de simplificación administrativa que contempla su posible desaparición. Sin embargo, más allá de cuál sea la institución encargada en el futuro, lo esencial es que el debate se enfoque en la protección de los derechos de las audiencias, que no son más que una extensión de los derechos humanos en el ámbito mediático. Independientemente del marco normativo que se adopte, lo fundamental es que estos derechos continúen siendo resguardados y respetados.
En este contexto, los derechos de las audiencias representan una manifestación directa de los derechos humanos. Esto significa que, más allá de las instituciones o regulaciones específicas, estos derechos pueden y deben ser encontrados en cualquier normatividad que regule la relación entre los medios de comunicación y el público. El reconocimiento de estos derechos debe prevalecer en cualquier reforma o cambio institucional.
Un aspecto interesante del caso de La Casa de los Famosos es que las audiencias no acudieron necesariamente a los mecanismos formales para ejercer sus derechos, como los previstos por la Ley Federal de Telecomunicaciones. En lugar de ello, recurrieron a una presión orgánica a través de los patrocinadores del programa, lo que llevó a que se implementaran cambios dentro de la producción. Esta situación refleja una tendencia de las audiencias modernas, que ven en las redes sociales y en las marcas patrocinadoras un canal más efectivo de expresión, especialmente cuando consideran que no se les escucha a través de los mecanismos formales.
A pesar de este desenlace, vale la pena cuestionarse si los medios comerciales están haciendo lo suficiente para informar a las audiencias sobre sus derechos y los canales disponibles para ejercerlos. Tal vez hubiera sido más adecuado que las quejas llegaran de manera más "amable" a través del defensor de las audiencias, en lugar de terminar en lo que algunos perciben como un linchamiento público de las productoras. Este método podría haber facilitado un diálogo constructivo entre el público y la producción del programa, sin poner el foco exclusivamente en responsabilizar a un par de personas visibles.
En caso de que los contenidos que vulneraran los derechos de las audiencias se hubieran transmitido por señal abierta, los espectadores tendrían un plazo de siete días hábiles para presentar una queja o sugerencia al defensor de las audiencias. En el caso de Televisa, el defensor es el mismo que para la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión (CIRT), y se puede contactar a través del correo electrónico defensoria@cirtcomunicacion.com. No obstante, al momento de la publicación de este artículo, es probable que las acciones que generaron controversia ya se encuentren fuera del plazo permitido para presentar quejas.
Para las quejas formales, los requisitos son claros: el nombre completo o denominación social del quejoso, un domicilio, teléfono, correo electrónico, una referencia clara del contenido audiovisual en cuestión (nombre del programa, horario, o descripción del segmento), y una descripción de las observaciones o quejas a ser evaluadas. Este procedimiento ofrece una vía institucional para que el público exprese sus inquietudes, pero su desconocimiento o falta de visibilidad en los medios puede estar contribuyendo a que muchas audiencias no utilicen esta vía formal.
En definitiva, La Casa de los Famosos ha revitalizado la discusión sobre la responsabilidad de los contenidos televisivos y las fronteras de lo que se considera entretenimiento. Sin importar si se utilizaron los métodos formales establecidos en la regulación o no, lo cierto es que hoy somos una audiencia más vocal, que ya no se conforma con ser un receptor pasivo del contenido que se le envía. Existe una visión más clara de lo que es aceptable y lo que no, y eso ha transformado la manera en que interactuamos con los medios. La Casa de los Famosos alcanzó un impresionante pico de audiencia, que en otro momento habría sido un triunfo indiscutible. Sin embargo, en el contexto actual, los medios ya no pueden pensar que todo se trata de un monólogo. La comunicación, incluso en los grandes medios, se construye cada vez más en un diálogo constante con la audiencia a la que va dirigida. Tal vez esa sea la lección más importante: los medios que logren adaptarse a esta nueva realidad, y que sean capaces de escuchar y responder a su audiencia, serán los que verdaderamente triunfen en una era donde la participación del público es más activa y exigente que nunca.