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¿Renovar dirigencias… o partidos?

La renovación de líderes en los partidos de oposición no será suficiente para resolver la crisis que están viviendo. | José Antonio Sosa Plata

Escrito en OPINIÓN el

Si todo resulta conforme a lo planeado, el PAN y el PRI cambiarán de dirigentes nacionales antes de que termine el año. El primero arrancó su proceso el pasado 30 de junio. El segundo realizará la asamblea correspondiente el próximo domingo. En ambos casos, las expectativas auguran más conflictos internos y no son nada halagadoras para sus militantes y simpatizantes.

La renovación de líderes es una acción absolutamente necesaria, luego de la derrota tan grande que tuvieron el pasado 2 de junio. Pero también es la mejor oportunidad que tienen para llevar a cabo un rediseño institucional profundo, que les permita formar parte, otra vez, de un modelo competitivo que mantenga la posibilidad de alternancia.

Aunque los partidos de oposición siguen representando a un alto porcentaje de la ciudadanía (con más de 16 millones y medio de votantes), no se puede olvidar que la crisis que enfrentan desde 2018 los puede conducir al aniquilamiento, como ya sucedió con el PRD al perder su registro como partido nacional.

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Frente al escenario tan adverso que enfrenta la oposición, el cambio de dirigentes no será una táctica que ponga freno o revierta el problema delicado en el que están inmersos. Mucho menos si se insiste en la reelección, como la que podría ocurrir en el PRI con Alejandro Moreno.

La situación actual obliga a los partidos de oposición a poner sobre la mesa una nueva estrategia, que va mucho más allá de cambiar nombre, colores o logotipos. Para que quede bien claro: al PRI y al PAN les urge un cambio drástico, impactante y profundo, que haga cimbrar al sistema de partidos vigente y les ofrezca la oportunidad de recuperar la credibilidad y confianza de la ciudadanía.

Una transformación superficial o simplemente “cosmética” sólo los conducirá a su desaparición en unos cuantos años. A partir de ahora, también deben comprender que el adversario dejó de ser el presidente López Obrador. Y que van contra otro esquema de poder político, tal vez con menos equilibrios y contrapesos, pero con la fortaleza de la legitimidad otorgada por los votos.

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Si quieren recuperarse, lo primero que deben hacer los partidos es comprender qué sucedió y hacer un ejercicio de autocrítica como nunca antes se había visto. La razón es obvia. El trabajo que hizo el presidente Andrés Manuel López Obrador para conformar un nuevo partido —que llevó a la aniquilación del PRD— y el esquema de alianzas que negoció con el Verde y PT, comenzó desde hace más de diez años.

El apego a una estrategia política y de comunicación sin precedente, derivó en el nuevo modelo de partido hegemónico que se conformó el pasado 2 de junio. El Jefe del Ejecutivo fue capaz de crear un nuevo paradigma en la lucha por el poder, ya que su proyecto no sólo esquivó la crisis de partidos, sino que no derivó —contra lo que algunos pensaron— en una crisis de nuestra democracia.

Así lo confirman los primeros estudios de opinión y análisis políticos que se han realizado luego de las elecciones. El éxito electoral de Morena y sus aliados no fue una casualidad. Fue resultado de una estrategia efectiva que ciertamente aún no termina de comprenderse, sobre todo por la insatisfacción que han expresado amplios segmentos de la población en temas tan relevantes como la seguridad pública, la salud y la educación.

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El fenómeno políticoelectoral al que asistimos en nuestro país no es único. Lo estamos viendo desde hace algunos años en países como Estados Unidos, Italia, Grecia o Francia, por mencionar sólo algunos de los casos de éxito más relevantes. Se trata de líderes y partidos que, sin importar su ideología o la adversidad de sus contextos políticos, han logrado ponerse por encima de la llamada crisis de partidos.

Así sucedió con Donald Trump cuando derrotó a Hillary Clinton. Así lo vimos con el triunfo de la ultraderecha en la Unión Europea y ahora en las elecciones legislativas anticipadas en Francia. Los ejemplos sobran en todos los continentes, pero todos tienen un común denominador: están obteniendo excelentes resultados con estrategias de comunicación novedosas y atractivas, reduciendo sus conflictos internos, dando un giro a las prioridades que marcan los intereses particulares y de grupo y conectando emocionalmente con los problemas y expectativas de la sociedad.

En contraste, en los partidos de oposición de nuestro país siguen predominando los conflictos internos; la falta de capacitación de líderes y de cuadros; el mal manejo de las estructuras territoriales; la falta de cohesión y de disciplina; el apego inexplicable a medios y mensajes de comunicación tradicionales; o el distanciamiento discursivo y emocional con una ciudadanía que sólo ve dirigentes que luchan por su sobrevivencia con posiciones de poder al interior de sus partidos… o en el Congreso.

Recomendación editorial: José Félix Tezanos y César Luena. Partidos políticos, democracia y cambio social. México: UNAM, Instituto de Investigaciones Jurídicas, 2022.  

 

José Antonio Sosa Plata

@sosaplata