Resulta una tarea muy difícil hablar sin prejuicios de alguien tan polarizador y polémico, que ha prácticamente dividido en dos a la sociedad americana como es el presidente Donald Trump. Hoy, la carrera republicana ya tiene candidato y presenta una narrativa muy atractiva con una víctima, un servicio secreto que ha dejado numerosas dudas en su actuar y un líder fortalecido que no se doblega. Una foto que le dio la vuelta al mundo y una historia a la que todos se han volcado a ella, a la persona que la protagoniza y de seguir así las cosas, a un candidato que llegará a su reelección.
Apenas el sábado pasado, en un rally en Pensilvania, el presidente Donald Trump, como es sabido por todos, fue atacado por un tirador llamado Thomas Matthew Crooks, de 20 años, quien no tenía antecedentes criminales ni una ideología arraigada. El sujeto pudo subir a una azotea que daba al claro donde Trump estaba dando su discurso. Videos de personas atestiguando los hechos advertían al joven con su arma mucho tiempo antes de que atacará al republicano donde incluso se le ve en posición de disparo.
El escrutinio se ha hecho manifiesto para el Servicio Secreto al no haber asegurado esa vecindad donde se había apostado el tirador, al no tener una conclusión de cómo hizo para subir, en decir que ese edificio estaba fuera de su perímetro, que su resguardo era responsabilidad de las autoridades estatales, al no actuar antes del ataque, y de algunas acciones de sus elementos que han sido objeto de todo comentario hasta la más pueril de las burlas.
Donald Trump se ha erguido al final de todas las adversidades que se le han presentado, ha tenido que intentar vencer las variadas denuncias penales que pesan en su contra, desde el motín en el que se presentó en el Capitolio, hasta su aventura con dinero público con la trabajadora sexual Stormy Daniels y, por supuesto los afanes por su descarrilamiento como lo fue la interferencia rusa en la elección pasada, donde se erigió como presidente en una primera ocasión por encima de la candidata demócrata Hillary Clinton. Sin embargo, los hechos del pasado fin de semana llegan al pináculo de lo inaceptable en cualquier contienda democrática cuando se atenta contra la vida de un participante, simplemente inadmisible.
Con grandes instintos políticos, Trump, a mano alzada bajo el resguardo de la bandera de los Estados Unidos en el aire y con el rostro ensangrentado, salió de la crisis con una bala que, si bien le rozó los oídos, a la campaña de los demócratas les da de lleno. Derivado de estos hechos, las posibilidades de que el político y empresario neoyorquino se alce con la victoria se incrementan razonablemente mientras los demócratas no hayan de salir del vacío.
Nadie que tenga un poco de razón puede decir que estos hechos hayan sido premeditados o teatralizados. En Estados Unidos, una de las grandes batallas que se enfrentan todos los días son los denominados mass shooters, que a diario le quitan la vida a cientos de personas, una laxa política de control de armas ha sido el debate al que solo se entra de manera timorata. Solo recordemos eventos como los homicidios en San Bernardino, California, Charlestón en 2015, en el estreno de Batman en Aurora, Colorado, o en un club nocturno de la comunidad LGBTTTIQ+ en Orlando, donde más de 100 personas resultaron entre muertas o heridas. El de los tiradores se ha considerado una de las amenazas más importantes a la seguridad interna del país vecino.
¿En dónde estamos? Mientras los demócratas se debaten en la permanencia de Joe Biden como su candidato para la presidencia, con ataques relacionados con su edad y a sus condiciones psicológicas para mantenerse en la carrera, los republicanos ya tienen candidato y se ha vuelto fuerte. Ahora tiene la simpatía de la gente que lo arropa y lo abraza por los sentidos hechos, se convirtió en su víctima y pretenden hacerlo su héroe. Por el lado demócrata, el presidente, muy oportuno, lamenta los hechos y le extiende la mano al republicano en su papel de líder de su país, pero nada más.
En México, por lo pronto, ya comienzan a prepararse ante la llegada del candidato republicano. El ahora Secretario de Economía, Marcelo Ebrard, habla respecto a la posible revisión del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, pero no para su renegociación en 2026. Lo que también deberían estar trabajando las carteras de seguridad y de cancillería es en la propuesta que está en la mesa de algunos prominentes republicanos e incluso algunos cercanos al presidente de convertir a los cárteles mexicanos en organizaciones terroristas (FTO).
La propuesta en cuestión, si bien no es novedosa, y ha sucedido en algunos países en consonancia con los gobiernos que albergarían estas amenazas tienen fuertes implicaciones, puesto que los Estados Unidos consideran tener una jurisdicción internacional sobre quienes lleven a cabo actos terroristas en contra de sus intereses en cualquier lugar del mundo, pudiendo actuar en consecuencia para mitigar la amenaza con potencial bélico, en este caso la proveniente de la frontera sur del vecino país. Trump incluso ha advertido su interés de atacar a estos grupos con drones, y a diferencia del muro que necesitaba un aval parlamentario y presupuesto para llevarlo a cabo, aquí necesita algunas cosas más que su firma. Este será un reto interesante para el nuevo gobierno en materia de diplomacia.
Moneda en el aire: Manlio Fabio Beltrones, Pedro Joaquín Coldwell, Enrique Ochoa y Dulce María Sauri impugnaron ya la convocatoria al proceso de elección interna que le daría a Alito Moreno la posibilidad de reelección. El documento reza que se suspenda el proceso de elección gracias a la impugnación. Parece un asunto muerto, pero de lograrlo y llevar a la elección de su líder, no podría hacerlo con sus nuevos estatutos y sí con los viejos, jalándole el camino al campechano. Para eso tiene a Pablo Angulo, quien como Quijote y Sancho Panza a la vez sería el plan “B” del tricolor, mientras que en el PAN su odisea apenas comienza.