La mañana del 25 de junio de 1984, el mundo enmudeció ante la noticia de la muerte de uno de los pensadores más prolíficos y estudiados en la recta final del siglo XX, Michel Foucault, un filósofo que puso en entredicho muchos cánones establecidos a lo largo de la construcción de la historia y el pensamiento occidental, y más aún, se planteó el objetivo de desentrañar las aplicaciones del poder y del control en nuestras sociedades.
La locura, los hospitales, la sexualidad, las prisiones, el control del cuerpo y las poblaciones, los manicomios, la perversidad, el uso del lenguaje y su profundidad, la delimitación de los conceptos de biopoder y de biopolítica, en sus acepciones actuales, fueron parte de las inquietudes intelectuales de quien fue considerado a principio de la década de los 80 como el tercer pensador francés más importante e influyente en la década de los 70, detrás de etnólogo, Claude Lévi-Strauss y el politólogo, Raymond Aron.
Las notas de la época mencionaban que el escritor de 57 años había fallecido en el hospital la Pitie-Salpetriere de París, después de haber sido internado por afecciones en el sistema nervioso. Un centro de salud al que él mismo había dedicado años de estudio para escribir su clásico “Historia de la locura”, debido a que ese espacio había sido uno de los primeros lugares a donde se encerraba a las mujeres consideradas como “anormales”.
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Después de su muerte continuó la polémica, debido a que se corrieron los rumores de una infección de VIH, la cual fue confirmada tiempo después por sus amigos más cercanos, y la destrucción de su obra, iniciada por él mismo, pero que no fue continuada por sus herederos, quienes la conservaron e iniciaron publicaciones póstumas. La mayoría de los manuscritos conservados no eran del agrado del pensador y nos los consideraba publicables, aunque gracias a ese rescate se pudo conocer el volumen cuatro de la “Historia de la sexualidad”.
A propósito de los 40 años del fallecimiento del prolífico autor, aparece un libro, elaborado por uno de los autores latinoamericanos más reconocidos en el estudio de la obra foucaultiana, Edgardo Castro, quien en “Introducción a Foucault” (Siglo XXI Editores, 2024), nos lleva de la mano a través de un recorrido intelectual por la obra del autor de más de 50 libros, o más bien, nos explica cómo se fue configurando su obra, a través de una historia intelectual o de las ideas, sobre las discusiones que existían en las universidades y centros de reflexión de la Francia en la que habitó Foucault y las formas en las que él mismo asimiló dichos planteamientos para dar sus propias explicaciones e interpretaciones.
El punto de partida es la salida del también amante del cine y constante colaborador de “Cahiers du cinema” de su natal Poitiers hacia París para ingresar a la Escuela Normal Superior a cursar estudios de filosofía, aún embebido por el trabajo del filósofo alemán Georg Hegel, pero cuyos cuestionamientos lo harían ceñirse, de manera momentánea, en la fenomenología de Husserl. Sin embargo, es en estos primeros años universitarios, en los que florece su pasión por la psicología, más allá de los postulados freudianos, sino de otros autores, menos conocidos, pero más radicales, como Ludwig Bingswanger.
Aunado a su pasión por los estudios de la mente, que le conllevaron al estudio de la psicología como parte de su formación profesional, y la elaboración de un estado del arte del desarrollo de la disciplina, así como el estudio por la delimitación de la locura en las sociedades occidentales, cuyo resultado final serían los volúmenes de “Historia de la locura”, su siguiente paso fue el análisis de la propuesta de antropología de Kant y su reinterpretación de la misma.
Es justo en la década de los 60 que proclama su arqueología como un método para indagar hasta el origen de las cosas para en verdad entenderlas, sobre el papel de las personas en este mundo, indaga sobre el papel del lenguaje así como en los orígenes de la clínica y en lo que definiría como ciencias humanas, las cuales se redefinen, debido a que la persona deja de ser el centro para dejárselo a la población. Igualmente, en su pensamiento comienza a aparecer la noción de muerte y la valoración de la vida, en términos políticos.
Todo lo anterior lo realiza desde su exilio en Túnez, donde se refugió en una pequeña población a la orilla del mar, pero siempre al tanto de lo que ocurría en el hexágono francés. Desde allí siguió parte de los acontecimientos del 68, para después viajar e incorporarse a las movilizaciones. Al decidir quedarse a radicar nuevamente en París, inicia un proyecto denominado Grupo de Información sobre las Prisiones, en el que se documentaban los pormenores en los centros penitenciarios a donde llevaban a quienes habían protestado en las calles.
A partir de esta experiencia, enfoca sus reflexiones al desentrañamiento de los ejercicios de poder y a los de control, apareciendo a mediados de la década de los 70, “Vigilar y castigar”, donde realiza la propuesta del modelo panóptico como ese eje de control en las sociedades modernas, y el primer volumen de su “Historia de la sexualidad”, en el que plantea la noción de hipótesis represiva.
En esa década visita un sinfín de lugares para dar conferencias en universidades de Estados Unidos, Japón y Europa, además de impartir su popular cátedra en El Colegio de Francia, vive su experiencia como periodista en Irán, otorga centenas de entrevistas alrededor del mundo, y publica los dos siguientes volúmenes de su “Historia de la sexualidad”, siendo el segundo de ellos, de suma importancia, ante su propuesta de conceptos de biopoder y de biopolítica.
Es por medio de este trabajo de Castro, único en su tipo en América Latina, y muy probablemente en español, que es posible acercarse de una manera profunda a la obra de Foucault, en cuanto a la que fue publicada durante su vida, a la que ha sido retomada y traducida al español después de décadas de su publicación en francés, y a la que ha sido dada a conocer de manera póstuma, incluyéndose su continuación de la “Historia de la sexualidad” y las transcripciones de sus lecciones en El Colegio de Francia.
A través de este viaje propuesto por Castro se puede conocer el desarrollo de una de las obras intelectuales más influyentes de la segunda mitad del siglo XX, cuyo eco llega a nuestros días, así como plantear las formas en que puede ser reinterpretada, utilizada, y por qué no, actualizada, al calor del siglo XXI, pues, como planteaba el propio Foucault, su obra no termina con su publicación, sino que continúa con la escritura de otros textos a partir de los suyos, y como asegura Castro, el pensamiento foucaultiano es una obra en movimiento.