UN ÁNGEL EN MI MESA

Jane Campion y Janet Frame

La segunda película de la directora neozelandesa Jane Campion, "Un ángel en mi mesa", narra la difícil vida de la escritora Janet Frame. | María Teresa Priego

Escrito en OPINIÓN el

Un ángel en mi mesa” (“An angel at my table”.1990) es la segunda película de la directora neozelandesa Jane Campion, autora de “En carne viva”, “Top of the lake” (serie), “El amor de mi vida”, “Retrato de una dama”, “El poder del perro” y esa obra inolvidable: “El piano”, cuya poesía y delicadeza la ha colocado entre las mejores películas de todos los tiempos. Campion leyó “Un ángel en mi mesa”, la autobiografía de la escritora – también neozelandesa– Janet Frame y descubrió en sus páginas una historia que, a ella, le urgía contar desde el lenguaje cinematográfico. “Hacer…una película no solo sobre la vida, sino sobre el sentido de la vida”.

Después de mucho tiempo de desear ver la película de nuevo, la acabo de encontrar en la plataforma “mubi”, allí les está esperando. Frame nació en una familia en situación precaria, su padre era fogonero. Fueron cuatro hermanas y dos hermanos. “Esta es la historia de mi infancia. En agosto de 1924, nací llamada Janet Paterson Frame. Mi gemela que nunca tuvo nombre murió dos semanas después”. Ese primer bebé muerto sería el comienzo de otras pérdidas: su hermano durante la infancia. Dos de sus hermanas después. Ambas murieron ahogadas en distintas circunstancias. 

Con su suetercito roto, sus cabellos indomables, no demasiado aseada (dadas las circunstancias difíciles de su familia) y con una timidez extrema, Janet descubrió la literatura. En esa casa faltaba el pan, pero apreciaban los libros y las historias leídas en voz alta.  Padecía constante acoso en la escuela y solo tenía una amiga, la niña que tenía sus piernitas marcadas porque su padre la azotaba con la correa. Su madre le prohibió que la frecuentara. Muy pronto Janet fue reconocida por la calidad y la singularidad de su escritura. Igual de pronto se instaló en ella su imposibilidad de conversar más allá de los monosílabos. Esa fobia social que la acompañó siempre. 

Su creciente silencio la fue llenando de palabras por dentro. Escribía poesía. Cuento. Pero se acumulaban los duelos y aumentaba su pánico ante la mirada de las/los otras/os. Janet sufrió una depresión que fue (erróneamente) diagnosticada como esquizofrenia. Se internó en un hospital psiquiátrico, les ofrecieron un “nuevo método” que podía sanar una enfermedad clasificada como incurable. El horror. La pérdida total de intimidad. La imposibilidad de unos minutos de silencio. El sufrimiento continuo de los pacientes, sus compañeras/os. “En los siguientes ocho años recibí más de 200 aplicaciones de electroshocks, cada una equivalente en miedo a una ejecución”. Ese era el “nuevo método” curativo.

¿Cómo medían los médicos los avances de sus pacientes? El más doloroso de los misterios. Por alguna sinrazón, en aquel hospital de seres abandonados, los médicos decidieron que ella era candidata a una operación “sanadora”: la lobotomía. Su madre, a la que convencieron que era lo mejor para su hija, la autorizó. “No temas el calor del sol o la furiosa ira del invierno. Ahora tu tarea en la tierra ha terminado”, escribió Janet en un muro de su celda. La historia es increíble: cuando esperaba para ser llevada – contra su voluntad–  al quirófano, supo que su primer libro de cuentos había sido publicado. No solo: ganó un premio. Los médicos decidieron que después de todo, la lobotomía no era indispensable y que quizá ocho años después, ya era tiempo de liberarla. 

Frame vivió durante años en Europa, sobre todo en Londres. Su acercamiento con un psiquiatra le permitió enterarse de que nunca fue esquizofrénica. Regresó a Nueva Zelanda (amaba los pueblos pequeños y silenciosos) con visitas a Estados Unidos y Londres.  En 1982 se publicó el primer volumen de su autobiografía “La tierra del es”, el segundo volumen “Un ángel en mi mesa” se publicó en 1984. El tercero “El mensajero de la ciudad espejo”, un año después. Fue varias veces candidata al premio Nobel.

La escritura y la vida de Janet Frame, su pasión por la poesía se cruzaron en el camino de esa otra artista: Jane Campion. La película es durísima y está al mismo tiempo –como sucede con la mirada de Campion– impregnada de dulzura. Esa belleza de las imágenes. Una mujer que escribe. Que tiene la cabeza llena de fragmentos literarios. Que perdió a tres hermanos. Que estuvo en un hospital psiquiátrico atrasado y cruel. Que amó a un hombre un verano en su vida. Una escritora solitaria de cabellos alborotados y rojos. Talentosísima, tímida y monosilábica y la cineasta entrañable y sorora que fue por ella. Por la Janet más íntima. La más secreta. Campion va por ella hasta su refugio aislado y nos la muestra. 

 

María Teresa Priego

@Marteresapriego