Hay una especie de morbo nacional por ver los famosos “Debates”. Siempre es así cuando hay elecciones. Esta vez entre los aspirantes a ser presidenta o presidente de México de 2024 a 2030.
Un morbo por el cual miles de mexicanos no esperan ideas, o propuestas o la forma cómo cada uno habrá de enfrentar los grandes problemas nacionales en caso de llegar a la presidencia. No. La mayoría espera que los contendientes “se digan sus verdades” y ver “quién tiene más argumentos envenenados” y “quien tiene mayor o menor resistencia”: Que se ‘jalen del chongo’ y se den ‘sus tres caídas, con límite de tiempo’.
La pregunta usual antes del debate es “¿Quién va a ganar el debate?” y aquí cada uno lanza su cuarto a espadas según sus preferencias, como en la Lucha Libre. Excepción es aquel o aquella que buscan la imparcialidad y la objetividad y, por supuesto, las ideas.
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Luego, después del debate, la pregunta es “¿Quién ganó el debate?”, para lo que las respuestas son asimismo sustentadas en “me cayó bien o no me cayó bien tal o tal candidata o candidato”: “Xóchitl fue más ruda”; “Claudia fue más técnica pero evasiva y sin respuestas”; “Pésima la sonrisa interminable de Máynez, queriéndose hacer el simpático y el muy seguro de sí mismo”.
Ni modo: es la ley electoral y las tres fórmulas que están en la lista tienen la obligación establecida de llevar a cabo tres debates temáticos antes de las elecciones del 2 de junio. El primero de ellos fue la noche del 7 de abril del 2024. Y fue un debate francamente ‘descafeinado’ y hasta aburrido. Sin fuerza. Falto de emotividad y nada convincente.
Visto al fondo del escenario una de las razones por la que este debate resultó tedioso y hasta soso fue su formato; muy acartonado, sin chiste, sin espacios para el gran debate; con tiempos mínimos de reflexión y aportación de ideas, acaso acusaciones apresuradas. En el caso de Claudia Sheinbaum, sin respuesta a las puyas que le lanzó Xóchitl, quien también recibió las suyas.
Y decíamos que el formato fue el gran error. Y la razón es porque fue diseñado por los partidos políticos que están representados ante el Consejo General del Instituto Nacional Electoral (INE). En su afán por proteger a cada uno de sus candidatos establecieron reglas verdaderamente ridículas y absurdas. No pensadas para el público, sí pensadas para defender a sus candidatas o candidato.
Estos partidos llevaron a cabo sesiones maratónicas dentro del INE. Parecían interminables. Esto para decidir ese formato; tiempos, ubicación de cada uno de los candidatos, temas, tiempo para cada tema, actitudes y la participación de unos moderadores que fueron más lectores de preguntas pues no moderaron nada porque en ningún momento hubo un intercambio directo de opiniones y acusaciones o puntos de vista entre los tres candidatos.
Los tiempos de participación eran mínimos: “Tiene treinta segundos para hablar de educación”; “Tiene un minuto y medio para hablar de salud”… “Tiene un minuto y medio para hablar de violencia contra la mujer…” Y así, sin espacios de reflexión, sin espacios de hondura, sin espacios para que el elector pudiera identificar esas propuestas y cotejarlas con las otras.
Sí hubo dardos envenenados. Pero el mismo formato impedía abundar en ellos. Señalar datos precisos y esperar respuestas. Xóchitl llevó acusaciones frecuentes. Claudia en su actitud de firmeza imperturbable no contestaba-evadía-ocultaba. Xóchitl nerviosa, sin control de sus argumentos y ambas recurriendo a su pasado: el gobierno de la Ciudad de México o el Senado.
Máynez eternamente sonriente. Aunque no viniera al caso. Eternamente acusador del pasado. A uno y otro bando, aunque enviaba con mayor énfasis sus agrios comentarios en contra de Xóchitl. No importa. No llegará a más. Por supuesto aprovechó para mandar un guiño a su patriarca personal: Samuel García, en Nuevo León, en el tema de ayuda a menores con cáncer.
Lo que dijeron ahí, como proyecto o como aspiración de gobierno es lo que han venido diciendo a lo largo de los meses; en el caso de Claudia, a lo largo de los años, desde 2021. Y también mentiras. Muchas mentiras que caen por su propio peso, como el que este país está con todo solucionado para todos “pero vamos por más y a mejorar lo hecho”. Claudia lanzó su guiño a su mentor: “El mejor presidente”.
En fin. Mucho ruido y pocas nueces. Al final de cuentas nada ocurrió. Fue, de otro modo, lo mismo visto y escuchado día a día, meses y meses…
La personalidad de cada uno a la vista, al portador. Y los intereses de sus organizaciones políticas ahí, dispuestas, como siempre.
Los representantes de los partidos políticos en el INE estarán contentos. Lograron su cometido. No pasó nada. El debate no generó debates públicos. Sus candidatos salieron “triunfantes” según cada uno de ellos, aunque la vox populi diga todo lo contrario.
No importa. Lo que importa es la fuerza y el impulso político que hay detrás de cada uno; eso les hará ganar la elección. Los debates no influyen para nada. No sirven de nada.
Por lo pronto Claudia tiene a su favor todo el aparato del Estado, y los recursos financieros y humanos, para considerarse triunfadora el 2 de junio; Xóchitl va sola, y por lo mismo le costará mucho trabajo remontar su actual posición. Máynez seguirá sonriendo-sonriendo-sonriendo, eternamente.
En todo caso sí ganamos algo los mexicanos: Una cauda de memes que es imposible dejar de reconocer como una muestra del ingenio mexicano: la alegría con la que se toman estas cosas que parecen serias pero que, al final de cuentas no lo son y sí son un meme hecho realidad. Eso es: el debate lo ganaron los memes. Los mejores memes del mundo.