En el reciente debate para la presidencia fueron las preguntas enviadas por la ciudadanía las que resultaron ganadoras. Lamentablemente poco fueron respondidas por las candidatas y el candidato.
Me referiré sólo a las seis sobre salud: dos eran preguntas generales sobre qué harían para atender la salud y cómo lo financiarían, una sobre el grave desabasto de medicamentos, tres ponían en evidencia el mal estado y la insuficiencia de los servicios de salud pública con rezagos en la atención, deficiencias en su infraestructura física, falta de equipo y de personal especializado.
Indudablemente durante los cuarenta años que dominó la visión neoliberal se abandonaron y descentralizaron los servicios de salud pública. Se abatió su calidad. Se optó por privilegiar la atención privada y subrogar servicios.
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El gobierno federal se convirtió en financiador de la atención a la salud mediante el seguro popular. Empezaron a florecer los servicios privados y las farmacias con consultorios adyacentes, ante el creciente déficit de atención en clínicas públicas de primer nivel.
Es cierto que el actual gobierno recibió unos servicios públicos de salud quebrados, más fragmentados y claramente insuficientes. Sin embargo, mantuvo el reducido presupuesto asignado a la salud de sólo tres por ciento del Producto Interno Bruto, cuando debería ser al menos el seis por ciento.
Tuvo subejercicios y grandes volúmenes de medicamentos han caducado por su pésimo manejo. Utilizó los recursos que se tenía en el Seguro Popular sin rendir cuentas claras. Los resultados en aumento de muertes, pérdida de años de vida e innumerables y daños inferidos a la población han sido ampliamente documentados.
En lugar de asignar suficientes recursos para ir rehabilitando y extendiendo progresivamente los servicios públicos de salud, articularlos y mejorar su calidad, la 4T optó por destinar enormes cantidades de dinero para realizar transferencias monetarias no condicionadas a la población.
Estas transferencias han resultado una nueva modalidad de financiamiento para el sector privado; parte del dinero lo utiliza la población para acudir a los consultorios de farmacias y comprar medicamentos.
Volviendo al debate presidencial. Las respuestas de los participantes a las muy claras preguntas de la ciudadanía sirvieron para reiterar lo que ya hemos visto a lo largo de meses de campañas ilegales de Sheinbaum y Gálvez.
La primera sin reconocer en lo más mínimo el fracaso de la 4T en materia de salud. Le echa la culpa a los gobiernos anteriores a pesar de que llevan casi seis años gobernando; presume los resultados obtenidos en su gobierno en la Ciudad de México manipulando datos. Sostiene que, mediante el IMSS, el ISSSTE y el IMSS Bienestar va a resolver el problema, aunque este sólo funciona en 23 estados. La Secretaría de Salud y los hasta hace poco, extraordinarios Institutos Nacionales de Salud, ni los menciona.
Xóchitl por su parte muestra una mágica tarjeta con la que podremos acudir a los servicios de salud que nos gusten y el gobierno cubrirá su costo. La tecnología, la inteligencia artificial y aprender inglés nos resolverán el futuro.
Tristes y limitadas respuestas para un derecho social fundamental como es el acceso al nivel más alto de salud física y mental. Reconocer los derechos en leyes no significa hacerlos efectivos en la práctica.