Cuando uno viaja por México se encuentra diversas actitudes hacia los semáforos y, en general, hacia las reglas de tránsito. En Aguascalientes no solo se respetan los semáforos sino los signos de ALTO. Los visitantes que no saben que en esta ciudad sí se hace caso a estas señales, pueden sufrir accidentes graves si las ignoran. También el ceder el paso a los vehículos uno y uno está bien establecido y se acata.
En contraste, en Toluca, los semáforos significan muy poco. Para el visitante que piensa que los autos harán alto en un semáforo en rojo, les puede llevar una desagradable sorpresa. En Chihuahua los pasos de peatones son sagrados. Ay de quien los pase a mayor velocidad de lo permitido o no ceda el paso a los niños en una escuela.
En la Ciudad de México es aún más caótico. A determinadas horas de la noche, nadie respeta un semáforo en rojo. Los choferes de transporte público piensan que las reglas de tránsito no les aplican. Para un peatón cruzar una calle de un solo sentido, volteando solo hacia el sentido correcto, puede ser una trampa mortal. No recuerdo haber visto señales de ALTO en las calles sin semáforo, por lo que pasar un cruce sin saber quién tiene preferencia, es un arte.
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En las intersecciones donde se hacen embotellamientos tiene ya años que no se ven policías. Cada vez hay menos multas y menos grúas quitando carros de lugares prohibidos. Solo queda con algún grado de obligatoriedad, la verificación y los parquímetros que, en estos sí, no hay tolerancia ni de un minuto.
El tráfico en la Ciudad de México ha sido abandonado a la buena voluntad de los conductores. Probablemente prefieran las autoridades que reine el caos que “molestar” a los conductores con tal de mantener su buena voluntad hacia el gobierno.
Vivimos en el mismo país pero cada ciudad y región es distinta. Hay lugares donde el comportamiento cívico se aproxima al de Dinamarca y otros donde más bien se parece a lo que ocurre en la franja de Gaza.
Pasarse el semáforo en rojo tiene que ver con la actitud de cada ciudadano ante la Ley. Intuíamos que, por ejemplo, el presidente de la República tenía poderes metaconstitucionales y realizaba actos por encima de la Ley: Hoy tenemos la certeza, porque el mismo presidente ha dicho que su autoridad moral está por encima de la Ley. Tampoco cree en la separación de poderes y en otras minucias constitucionales, como respetar a los organismos autónomos.
La actitud del presidente de la República refleja, más de lo que podríamos pensar, la actitud general del mexicano hacia la Ley que piensa que no aplica a todos y menos si se está en una posición de poder.
Parte del problema es que nuestros “representantes” los diputados y senadores a quien menos representan es a los ciudadanos. Proliferan leyes sin sentido o contra el interés público e incluso contra la propia Constitución. Esto se debe a que los congresistas solo cumplen con las consignas de sus partidos, dictadas por sus liderazgos. La partidocracia se ha apoderado de los puestos de elección y los ciudadanos carecen de representación en el gobierno.
Otro aspecto de por qué no se respetan las leyes y normatividad que nos rigen, es porque hay demasiadas. Cada ciudadano todos los días tiene que cumplir con cientos de leyes federales, estatales y municipales.
Este exceso de leyes propicia la falta de compromiso para cumplirlas. Urge una reingeniería de leyes y todo tipo de normas que ahogan al ciudadano. Sería bueno eliminar todas las leyes y empezar de cero. Realizar un proceso legislativo base cero. Se puede empezar por la Constitución, la cual debería reducirse a su mínima expresión.
Pero esto no va a ocurrir. No hay entre nuestros gobernantes quienes piensen siquiera que esto es un problema. Al contrario, dado que todos los días negocian el cumplimiento de la ley de acuerdo con sus intereses, es como han podido mantenerse en el poder y tener controlada a la gente.
Un ejemplo de cómo se negocia la ley para beneficio de los funcionarios, es la forma en que los gobiernos de la Ciudad de México tratan a sus clientelas: taxistas, tianguistas, comercios en la calle, narco menudistas, extorsionadores, antros, cantinas, negocios ilegales, mercados, etc., a quienes permiten violar la ley a cambio de votos y corrupción.
Para usted que es un buen ciudadano, por lo menos piense que el no respetar el semáforo puede causar un accidente. De las multas, de que algún policía lo detenga, si usted vive en la Ciudad de México, de eso no se preocupe. Por lo menos en este sexenio, no hay policía que lo moleste por pasarse un semáforo en rojo.