La Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM recién publicó en formato electrónico la obra: “Diálogos poéticos: Creadoras y académicas”, coordinado por la escritora Ethel Krauze y por la poeta Gela Manzano. Una tarde, Ethel leyó el poema: “Autodefinición” que Teresa Wilms Montt escribió imaginando a una mujer que podría leerlo cien años después: “Soy Teresa Wilms Montt/y aunque nací cien años antes que tú,/mi vida no fue tan distinta a la tuya”. Llevó el poema a sus talleres y Gela Manzano decidió escribir un poema en respuesta a Teresa. Después ella y Gela pensaron juntas: ¿por qué no crear una antología en la cual una escritora, poeta y/o académica entablara un diálogo con su poeta o escritora favorita de cualquier siglo?
El Proyecto de “Diálogos” que podría convertirse en una muy bella colección editada por la UNAM, me hizo pensar en un fragmento de la escritora feminista Hélène Cixous en su libro “La risa de la Medusa”: “La mujer debe escribir/se a sí misma. Debe escribir acerca de las mujeres y llevar a las mujeres a la escritura de la que han sido expulsadas tan violentamente como lo han sido de sus propios cuerpos - por las mismas razones, por la misma ley, con la misma meta fatal. La mujer debe ponerse a sí misma en el texto –como en el mundo y en la historia– por su propio movimiento”.
Ethel escribe en el prólogo: “Todo libro nace de otro libro que nace de otro libro. Éste no es la excepción sino su fundamento”, y honra su deuda emocional y literaria con la joven judía-holandesa Ana Frank (“Diario de Ana Frank”) y con la pintora y escritora rusa Marie Bashkirtseff y el diario que escribió durante los escasos 26 años que duró su vida. Una breve versión del diario de Marie “Fragmentos del diario” fue publicada también por la UNAM. ¿Qué hemos bordado las mujeres a través de la escritura y de la lectura? Sororidades intergeneracionales. Ávidas de reconocer a quienes nos antecedieron y de reconocernos en ellas.
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Hay tanto aún por descubrir en la historia de las mujeres. Esa historia específica en femenino a la que, en contraposición a la “history”, que nos incluía a contrapelo, Robin Morgan –en un adorable juego de palabras– llamó la “herstory”, Como si “his-tory” fuera “la historia de él” y “her story” la “historia de ella”. Las historiadoras e investigadoras, pero también las lectoras nos hemos aplicado: escudriñar los diarios íntimos, las novelas, las autobiografías, los ensayos, la poesía de las otras. ¿Qué ha cambiado? ¿qué sigue siendo tan semejante? Y, sobre todo: ¿quiénes son nuestras maestras literarias? Nuestras escritoras indispensables. Las que provocaron un vuelco en nuestra vida, las que leemos y releemos. Las que nos habitan.
Escribir a /de esas mujeres que se escribieron. A partir de los años setenta fue fundamental para el feminismo de la diferencia: esa urgencia por descubrir “l’écriture-femme” de Cixous. “La escritura mujer”. ¿Qué han escrito las mujeres? ¿qué lienzos son suyos? ¿hacia qué tribunas lograron deslizarse? ¿cuántos cientos de diarios íntimos podrán irse recuperando de los sótanos y desvanes cuando la memoria femenina se valore cada vez más? Nuestro legado. “Diálogos” es una obra de gratitud y de memoria. Construida por los talentos de las escritoras preferidas: sus disciplinas, sus locuras, por sus exilios de la realidad y por sus exilios interiores que la escritura indaga: “somos extranjeras a nosotras mismas”, murmura Julia Kristeva.
Ethel nos ofrece un prólogo en el que habla de su fascinación por la vida y la obra de Marie Bashkirtseff y cómo surgió el comienzo del proyecto: “La posibilidad de dialogar con una poeta a través del tiempo nos envolvió. Empezamos a buscar a otras, hicimos listas, imaginamos un proyecto donde seguiríamos este camino juntas”. Gela Manzano le responde a Teresa Wilms Montt. “Soy esta mujer posmoderna/que pregunta/ ¿por qué nacimos en un mundo masculino?”. Kira Galván escribe la poesía de los Primeros sueños del siglo que corre y del –quizá– aún muy remoto por-venir. Sandra Lorenzano toma de la mano a su abuela niña y a Ana Ajmátova. Las calles están destruidas. Entonces, ahora: son tiempos de guerra.
Dayneris Machado Vento escribe de Gertrudis Gómez de Avellaneda, “La peregrina”. Miriam Moscona regresa a Sor Juana y a esos versos: “que exploran el viaje del alma hacia la revelación”. Angelina Muñiz-Huberman, susurra en el oído de María Zambrano: “Yo también escribí del exilio, María/ y cómo! /… cristales rotos del exilio”. Carmen Nozal conversa con Dolores Castro para decirle que sí, “algo le duele al aire”. Claudia Salvia va hacia los mares de Clarice Lispector, buscando los suyos. Julia Santibañez, se cita con Idea Vilariño: “Solo como un muerto como un perro/ como una veleta girando en su palo/solo solo solo”.
Rosario Swanson responde y abraza a Rosario Castellanos: “tus manos nunca estuvieron vacías/ que nunca estuviste sola y que dejaste escuela”. Marisa Trejo Sirvent recrea la memoria de Alaíde Foppa. “Que tus restos están perdidos/ en algún lugar incierto de Guatemala/ pero tu vida vuelve en cada página, en cada artículo de “fem””. Paulina Vieitez Sabater afirma: Emily Dickinson y Alejandra Pizarnik, con tanto en común, podrían ser amigas. ¿Cuántas gemeleidades femeninas por descubrir y por ser escritas? Qué vivan los laberintos de espejos.
Dicen que “todo encuentro es un producto del azar y la necesidad”. La pasión por la escritura, por una escritora surge de ese encuentro. El profundo anhelo. A las feministas nos sucedió desde chiquitas ese extraño fenómeno: quizá rodamos por las escaleras y nos golpeamos fuerte en la cabeza, hasta la inconsciencia. Cuando despertamos sabíamos que el orden del mundo no era justo. Se nos quedó para siempre un chipote en el corazón: arroparnos en la experiencia de las mujeres que nos precedieron, que nos acompañan. En las mujeres de nuestra generación. En las mujeres de las generaciones que nacieron después. Tenemos un imparable proyecto en marcha: mover de lugar la munda.