DEBATE CHILANGO

El debate chilango y la decepción del debate público

El reciente debate entre los aspirantes a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México revela la incapacidad de las personas e instituciones para fomentar una participación ciudadana activa. | Fernando Zárate

Escrito en OPINIÓN el

Uno de los principales retos que tiene la democracia es lograr que la ciudadanía participe de manera más activa. El debate chilango entre los aspirantes a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México dejó en claro que esa medida le sigue quedando muy grande a personas e instituciones. No levantan el deseo de nadie de participar activamente, o siquiera de interesarse por algún tema en particular, y obviamente el resultado fue decepcionante. No se logró conocer el perfil de los candidatos, su trayectoria, experiencia, capacidad o desarrollo de propuestas. Lo mejor fue lo peor de la política: el chisme.

De inicio, el Instituto Electoral de la Ciudad de México fracasó como institución electoral que promueve un debate público como instrumento democrático para incorporar la opinión de la gente, representación de sus intereses, y expectativas. Después de lo observado no es siquiera posible traducir como quiere ser gobernada la ciudadanía de la capital, que preferencias y exigencias tiene y por lo tanto, los criterios que van a utilizar para ir perfilando el desarrollo de las campañas electorales. El ciudadano quedó más confundido que nunca, y los que apoyan a A lo seguirán haciendo, y los que apoyan a B, también. Sólo se enteraron de las acusaciones y chismes cotidianos –ninguna de ellas con pruebas e instituciones que lo hayan resuelto en definitiva– y por lo visto, tomará el lugar preponderante en esta contienda. 

El debate fue organizado de una manera en la que los bloques de preguntas fueron genéricos, ambiguos y vagos, que solicitaba definir en 2 minutos la propuesta de cada candidato en materia de bienestar, sistema de cuidados, desarrollo económico o seguridad, entre otros, y posteriormente seis minutos con treinta segundos para pretender entrar al detalle de ellos "debatiendo". 

Lo que logró con tan deficiente y corto tiempo en un inicio es un planteamiento superficial, sin posibilidad de diagnosticar y proponer, y ante tal limitación los candidatos se dedicaron a decir que ellos eran los buenos –utilizando alguna referencia a sus experiencias de gobierno– y preparando la acusación al contrario. Posteriormente, en el uso de los seis minutos con cortes terminando ideas, en lugar de desdoblar sustancia, eligieron atacarse personalmente, o defenderse.

La poca visión de los representantes de los candidatos, por miedo o inseguridad, además, impidieron corregir el rumbo y ahondaron en un formato aburrido, lento, y sobre todo en la inercia de la vaguedad. Los ciudadanos que lo observaron no tenían oportunidad de comprender actualidad, circunstancias, hechos y propuestas, y los candidatos no hicieron mayor esfuerzo que someterse y adaptarse al formato. Incluso, fue evidente el miedo de todos a perder, más que a presentar propuestas completas.

La democracia ha probado ser el sistema  de gobierno menos malo, y que la percepción tan baja actual ha obligado a ir modificando las reglas del juego para que la sociedad intervenga cada vez más. Ratificación de mandato, consulta popular, y candidaturas independientes son solo algunos de los mecanismos que de manera ineficaz, pero presente y activa profundizan la llamada democracia participativa.

A ello se suman los debates, que en total serán 3 y que el primero de ellos ya fue absoluta y totalmente desperdiciado. 

Es impensable perfeccionar nuestra democracia sin mayor civismo, formación y educación, pero el debate dejó en claro que parece que nadie tiene interés de avanzar en esos conceptos, e incluso entre menos tenga capacidad de informarse a la ciudadanía, mejor. Pésima noticia para quienes si creemos en la meritocracia, la razón, el uso de la lógica, el talento y el uso del lenguaje, y excelente noticia para los grupos que designan candidatos marionetas. No hay rendición de cuentas, no hay diálogo, no hay exigencia y nos quedamos con las palomitas...

En lo general, la conclusión es que nadie sabe ni supo cuál es el diagnóstico de la ciudad (fortalezas y debilidades clásicas) ni lo que se debería hacer (propuestas), y para variar, en medio de la crisis más profunda mundial sobre cambio climático, ninguno se atrevió siquiera a mencionarlo. Así, no es la ciudad que lo tiene todo.

Fernando Zárate

@FernandoZarateS