Como cada sexenio, desde hace muchos años, a Benito Juárez se le exalta y se le halaga y agradece cuando se trata de justificar hechos y aspirar a un Estado de Derecho.
Siempre ha sido así desde el inicio de los gobiernos “de la Revolución” y en adelante… Aquello del “Entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, es frase común tanto en gobiernos priistas como en los panistas y ahora en el de Morena. Una frase justificativa de “No te metas conmigo que yo no me meto contigo”.
El presidente de México hoy, usa a Benito Juárez a su modo y según las circunstancias de su gobierno y le atribuye frases: “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”. “Nada por la fuerza, todo por la razón y por el derecho”. Pero da la casualidad de que la primera fue de José María Iglesias y la segunda sí, de Benito Juárez.
Te podría interesar
Son dos recursos históricos que repetía el presidente de la 4T a la menor provocación. Hoy ya no. Prácticamente ha desaparecido este fraseo histórico para ser sustituido por “No me vengan con que la ley es la ley” y “Por encima de esa ley (de protección de datos personales) está la autoridad moral, la autoridad política”. Esto es: de aquellas frases históricas a las frases del presente hay un vuelco político y legal de 180 grados: El poder presidencial por encima de la ley.
E incluso para la autodefensa, como cuando se publicaron en el exterior reportajes que acusaban que el narcotráfico entregó millones de dólares a gente cercana al presidente López Obrador, éste reviró que esas acusaciones “Me hacen lo que el viento a Juárez”…
Pero eso, a Juárez se le trae y se le lleva a gusto y disgusto. Fue un presidente que rescató al país de intervenciones, del clero latifundistas, de conservadurismo exacerbado y de la anarquía. Impuso las leyes y una constitución novedosa en 1857. Y fue presidente de México por catorce años. Esto es: Después de ocupar los cargos de gobernador del estado de Oaxaca y presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ocupó la Presidencia de México de 1858 a 1872. “Si Juárez no hubiera muerto”…
Si. Como abogado fue un hombre de leyes. Un presidente con un sentido estricto de lo legal y de la construcción de instituciones para respetar y hacer respetar la ley y fortalecer a la República. Fue un férreo defensor de la división de poderes y un respetuoso de sus titulares. Y supo rodearse de un gabinete fuerte, riguroso y conocedor de su materia. Esto es: en julio de 1867 entró triunfante a la capital del país mexicano. De inmediato emitió un manifiesto para anunciar el triunfo de la República. Y el reinicio de la vida institucional. Enseguida Juárez comenzó con la restauración del país y presentó a su gabinete:
Ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, Sebastián Lerdo de Tejada; ministro de Hacienda, José María Iglesias; ministro de Justicia e Instrucción Pública, Antonio Martínez de Castro; ministro de Fomento, Blas Balcárcel, y ministro de Guerra, Ignacio Mejía.
Además, canceló las facultades extraordinarias de los jefes militares y dispuso la reducción del ejército de 80 a 20 mil hombres, repartidos en cinco divisiones: Norte (con Mariano Escobedo al frente); Sur (Juan Álvarez); Oriente (a cargo de Porfirio Díaz); Occidente (al mando de Ramón Corona) y Centro (Nicolás Régules). Por supuesto estaban a su lado Melchor Ocampo, Matías Romero -experto en política exterior y primer embajador juarista ante el gobierno de EU-.
Y para restablecer el Poder Judicial de la Federación, ya el 1 de agosto provisionalmente se reinstaló la Suprema Corte de Justicia y se nombró presidente interino a Sebastián Lerdo de Tejada. Días después, el 20, se expidió el decreto de convalidación de las actuaciones judiciales. Esta medida legitimó las actuaciones judiciales en los juzgados. Una Suprema Corte de Justicia respetada en ese reiterado sentido de la separación de poderes que le da sentido a la República.
La gesta juarista por construir a la Nación fue intensa y legal, luego de más de medio siglo de luchas, de enfrentamientos entre mexicanos, de la pérdida de más de la mitad del territorio nacional, de la creación de un imperio extranjero, de la injerencia de intereses subyacentes y tanto más, luego de todo consiguió dar sentido al país de leyes. Otros vientos en contra vendrían, pero ya estaban puestos los cimientos de la República.
Hoy se usa el nombre de Juárez a conveniencia y se detonan instituciones -que él construyó- para diseñar una continuidad del poder presidencial.
Se agravia a la Suprema Corte de Justicia que ha querido mantener su independencia como uno de los tres poderes nacionales; se le han insertado caballos de Troya para su destrucción interna; al Congreso mexicano se le ha sometido con una mayoría de diputados dóciles y obedientes, sólo pensantes en su personal futuro político… La crítica está prohibida en muchos casos… Tanto, en una nueva forma de conservadurismo presidencial.
Al celebrarlo este 21 de marzo en su nacimiento 218 conviene preguntarse: ¿Hubiera permitido todo esto el oaxaqueño Benito Juárez García?