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El poder de los programas sociales como arma electoral

Los programas sociales, emblemáticos del gobierno de López Obrador y característicos del populismo y la democracia social, se convierten en un punto clave en la contienda electoral mexicana. | Ricardo del Muro

Escrito en OPINIÓN el

Los programas sociales, que identifican al gobierno de Andrés Manuel López obrador y son de las principales características del populismo y la democracia social, se han convertido en una fuerte bandera proselitista en este proceso electoral, no sólo para la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum, sino también para los opositores, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez

A tal grado llega su importancia y uso clientelar, que la candidata del frente opositor Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, en su primer día de campaña, firmó con sangre su compromiso de que en caso de ganar la Presidencia, no eliminará los programas sociales implementados en la actual administración federal. 

Todos los candidatos hablan a favor de estos programas, a pesar de que por recomendación del INE el gobierno adelantó pagos (de dos bimestres) y suspendió su entrega, el 23 de febrero, para respetar la “veda electoral” y evitar que fueran utilizados con fines clientelares y proselitistas.

México tiene una tradición sobre programas sociales de combate a la pobreza desde la década de los setenta del siglo pasado, como el Coplamar y Solidaridad, pero los programas para el Bienestar significan una inversión sin precedente de 2.73 billones de pesos durante el gobierno de López Obrador, que además, a partir de mayo de 2020, los elevó a rango constitucional. 

Hay 27 millones 970 mil 133 mexicanos beneficiados por los programas del Bienestar, que en el presupuesto federal de este año tienen un financiamiento de 745 mil 813 millones de pesos, es decir, 27% más respecto a la inversión de 2023.

Estos programas, de acuerdo a la perspectiva keynesiana, no sólo han ayudado a reducir la pobreza y reactivar el mercado interno, sino que desde la óptica de los candidatos significan un considerable número de sufragios que pueden definir la elección presidencial. 

Sin embargo, también hay opositores, como el expresidente Vicente Fox, que sin tener la certeza de que hayan leído el “camino a la servidumbre” (1944) de Hayek, critican los programas: “Hoy con este gobierno, con una sola acción que hizo es para vomitar. No entiende el lado de generar riqueza, sólo entiende el lado de distribuir riqueza, pero él distribuye una riqueza que no es de él, un presupuesto que pudo haber sido invertido en generar empleos, generar negocios, generar inversión, lo dedica a la dádiva, eso no es sustentable”, expresó Fox en un reciente video.  

Ante los planteamientos foxistas, Xóchitl Gálvez no sólo se deslindó, sino que ha ofrecido que, de ganar la presidencia, los programas sociales no sólo se mantendrán, sino que “los vamos a mejorar”, un compromiso semejante al que, obviamente, ha hecho Sheinbaum que prometió incorporar a un millón de mujeres de 60 a 64 años de edad, además de fortalecer el Banco del Bienestar. 

La oferta de Xóchitl es que el programa Jóvenes Construyendo el Futuro podría llamarse “SISI”: Sí estudio y sí trabajo, mientras que la pensión del Bienestar iniciaría a los 60 años y se le agregaría una especie de seguro para que puedan acceder a prótesis dentales, aparatos auditivos, operaciones para cataratas y consultas médicas a domicilio. 

Aunque su coordinador de campaña, Enrique de la Madrid, en una entrevista (El País, 10 diciembre de 2023), expresó: “Los programas sociales se volvieron lamentablemente un instrumento que no puedes tocar”.

¿Y por qué no lo puedes tocar? Por una razón muy triste – dijo –, porque ante la falta de crecimiento económico y de oportunidades en este país, para muchos ya se volvieron un medio de sobrevivencia, de subsistencia, y con eso no puedes jugar. 
 

Ricardo del Muro

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