El 8 de marzo, más allá de lo que le dio vida a raíz de diversas manifestaciones feministas sucedidas en diversos momentos, y que la Organización de las Naciones Unidas estableciera esta fecha como el Día Internacional de la Mujer, su significado ha ido adquiriendo múltiples concepciones, exigencias y reclamos que nos permiten ver como en nuestro país un movimiento cada vez más grande y sólido sigue su lucha por visibilizar la desigualdad de género, por erradicar la violencia de género, por lograr la plenitud de sus derechos, por alcanzar una igualdad sustantiva, por su presencia en diversos ámbitos de la política, la economía, la cultura, etcétera.
El #8M se presenta, una vez más, como una manifestación legítima de las mujeres por alcanzar materializar sus derechos fundamentales, mismos que se encuentran consagrados en nuestra Constitución Política y en diversas leyes secundarias, pero que algunas no logran materializarse, como por ejemplo, la reforma de 2019 conocida como “Paridad en Todo” que obliga a los tres órdenes de gobierno, a los órganos autónomos, así como a los sistemas normativos indígenas a aplicar el principio de paridad de género.
El #8M es el reclamo de leyes que empoderen a las mujeres para que participen, en igualdad de condiciones que los hombres en diversos sectores y esto permita generar una equidad social para el bienestar del género mayoritario de la población mexicana, lo que nos colocaría, además, con indicadores democráticos aceptables que se registran en otros países.
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El #8M se ha convertido en la reclamo social de las mujeres por lograr mejores oportunidades en el mercado laboral, en donde no exista, entre otros aspectos, una brecha salarial que se impregna como elemento discriminatorio hacia la mujer.
El #8M es, también, una la expresión de las mujeres que reclaman al Estado mexicano que no ha logrado una igualdad sustantiva a pesar de que nuestra Constitución coloca a mujeres y hombres en igualdad de derechos.
El #8M es un fuerte llamado a abatir estereotipos que denigran a la mujer, por lo que, entre otros factores, se hace necesario reeducar a la sociedad desde temprana edad con valores universales, derechos igualitarios y acciones con perspectiva de género.
El #8M debe ser la hoja de ruta en que instituciones y principalmente el gobierno en sus tres niveles, fortalezcan a través de políticas públicas que permitan incluir a la mujer, a tener presencia y a atender sus necesidades.
El #8M debe ser punta de lanza de diversas candidatas y candidatos ahora que nos encontramos en pleno desarrollo de las campañas electorales para encontrar propuestas que atiendan sus justos reclamos y más, cuando, entre las personas candidatas a la Presidencia de la República, tenemos a dos mujeres.
El #8M debe traducirse en la generación de diversas áreas de género en las instituciones del Estado mexicano para que desde ahí, se edifiquen múltiples acciones para la atención de la mujer, la canalización de sus exigencias y hasta de sus demandas.
El #8M es hoy el camino por seguir, no hay y no debe haber marcha atrás; es el presente y el futuro si queremos vivir en una sociedad plena, con reconocimiento a nuestros derechos, hombres y mujeres por igual, a la erradicación de la discriminación y la violencia de género que sólo gangrenan el andamiaje social, destruye valores e irrumpe el crecimiento de nuestra democracia que exige, igualdad.
El #8M debe significar siempre, el acompañamiento del hombre a la suma de las demandas de las mujeres.