Al parecer me he venido dedicando a simplificar problemáticas de gran calado y resumirlas en propuestas que sean atractivas para todos, pero representan cambios enormes. Me explico: cuando propusimos vacaciones dignas se tomó como algo lúdico, algo básico. Pues resultó que estábamos hablando del tiempo de las personas, y francamente no tenemos mucho más que el tiempo. El tiempo no es dinero, el tiempo es nuestra vida y el tiempo son nuestras decisiones. Cuando presentamos “La ley silla” algunos cínicos, fanáticos del mercado se burlaban, cuando nosotros nos aprestábamos a reivindicar la salud física en el espacio laboral. ¿Por qué? Para que podamos vivir este tiempo que es la vida con dignidad.
Y ahora que proponemos hablar de la noche no estamos hablando de la fiesta, hablamos de paz. Pero si quieren que el enfoque sea la fiesta, pues este es un derecho de la internacional progresista que claro que defendemos. No estamos hablando solamente de la fuerza laboral nocturna que carece de transporte público digno ni de la seguridad de la ciudad. Estamos hablando de que en esta ciudad requerimos de un nuevo pacto político que busque pacificar y otorgarle a esta ciudad y república un futuro con dignidad las 24 horas.
Recuperar lo que es nuestro, lo público y lo que es nuestro no caduca por la transición del día a la noche. Desde los teóricos clásicos como Hobs que proponían al Leviatán para frenar y controlar los impulsos del hombre; hasta Weber que expuso con maestría sobre el monopolio estatal de la violencia, hoy nos encontramos ante un estado agujerado. Un Leviatán perezoso, y tirado ante los placeres terrenales. En pocas palabras: preocupa de sobremanera que la ciudadanía se organiza para salir adelante mientras nuestro estado se fue de pachanga y dejó el changarro encargado a quien sabe a quien.
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Hemos asociado a la noche como un periodo de tiempo donde converge la maldad, contrastando con la luz y bondad del día. Pero esto ha dejado de ser así desde que existe la electricidad y hemos ganado tiempo. Se trata del tiempo. De aprovechar el tiempo para aprovechar la vida. Para disfrutar la vida.
Asociamos al día con trabajo y a la noche con recreación o descanso. Pero no hemos generado políticas públicas para la noche.
Pues entonces no hemos dominado a la noche. Hemos dejado a su suerte a todas las personas trabajadoras del sector de la salud, hemos dejado a su suerte a los jóvenes que encuentran su ingreso en los bares y clubes de la ciudad. Hemos dejado a su suerte a los jóvenes usuarios de estos mismos. Hemos dejado a su suerte a todas las personas trabajadoras del sector turístico de la ciudad, que tienen horarios complicados y cuando acaban sus jornadas laborales se ven obligados a pagar un transporte privado, que resulta muy caro cuando los salarios siguen siendo muy bajos.
Hemos dejado a su suerte a las mujeres. Mujeres trabajadoras que también tienen que pagar un transporte privado a largas horas de la noche y en donde sus experiencias varían, pero muchas convergen en que se sienten inseguras, son acosadas y en el peor de los casos ultrajadas y asesinadas. Hemos dejado a su suerte a las mujeres que deciden irse de fiesta y por nuestra cultura retrógrada y misógina tienen que soportar acosos, abusos y maltratos en los bares y antros, sin que existan protocolos de atención para ir desterrando el acoso de la vida nocturna.
Hemos dejado a su suerte a los empresarios de bares y antros que a secretos nos cuentan que se ven obligados a pagar por trabajar a las bandas del crimen organizado. Hemos abandonado tanto la noche que la ocupó el crimen organizado generando una especie de estado fáctico.
Hemos privatizado la noche. La noche y sus formas de recreación no pueden estar supeditadas a la lógica del mercado. No en un país en desarrollo con 50 millones de personas en pobreza. No en una ciudad en donde el ingreso de la mayoría no pasa de los 12,000 pesos mensuales. Los parques y plazas de nuestra histórica ciudad deben de ser utilizados a todas horas. ¿Eso representa gasto en seguridad? Claro! Pero esto no es dispendio, es obligación y bien ejecutado termina por ser inversión.
Río de Janeiro, Buenos Aires, Barcelona, Londres, Madrid y París tienen políticas públicas para que la población pueda disfrutar de sus plazas y parques. Y sí, la población bebe alcohol y utiliza sustancias para su recreación. Pero siempre bajo la garantía de que el estado marca los límites. Y para eso ¡DEBE DE HABER ESTADO!
Por eso queremos recuperar la noche. Para que todas y todos podamos hacer valer el derecho a la ciudad plasmado en nuestra constitución local. Y este derecho es: transitar por la ciudad las 24 horas. Poder divertirse sin acoso ni violencia. Y generar una economía 24 horas en donde los beneficiados sean los trabajadores, los empresarios y el estado. Tenemos que recuperar la noche para recuperar la paz.
Recuperar la noche es recuperar la paz. Recuperar la paz es recuperar al gobierno, y recuperar al gobierno es recuperar a todo el cuerpo del estado.
Otra vida es posible, otro día es posible, otra noche es posible.