Tiene todas las características de una epidemia.
Es decir, su propagación sin control alcanza a todo el país y a todos los partidos políticos.
Se trata de “la epidemia” de “la traición política”, fenómeno que se agudizó sin ningún control en la última década, cuando el Partido Morena empezó a dar señales de que podía alcanzar el poder.
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Desde entonces, saltaron del PRI, PAN y PRD toda clase de pillos, vividores sin escrúpulos y ladrones políticos que se refugiaron en el naciente partido, propiedad de López Obrador.
Luego, el “chapulineo” fue de partidos político-completos, como el Partido Verde (PVEM) y el Partido del Trabajo (PT), cuyos líderes, políticos y legisladores se convirtieron en verdaderos lacayos del “amado líder”.
Pero lo más ridículo de “la epidemia” de “traición política” es que todos los pillos y ladrones que salían del PRI, PAN y PRD, milagrosamente purificaron su pasado sucio, con sólo conseguir “la bendición” del “líder”.
Así, a lo largo de la década vimos a gobernadores, líderes políticos y legisladores del PRI, PAN y PRD, que pasaron de presumir honestidad y un profundo talante democrático, a vulgares vividores del poder y la política; capaces de las peores trapacerías y felonías en el Partido Morena.
Y es que pertenecer a Morena y/o ser aliado de AMLO –además de contar con “la bendición” del dictador–, siempre fue sinónimo de impunidad frente al robo descarado, el saqueo sin freno, el engaño y la mentira.
Pero “la traición política” que hoy vemos de manera cotidiana y descarada entre legisladoras y legisladores –quienes engañan a sus electores “para medrar en el lado correcto de la historia” –, tiene un antecedente histórico que, en su momento no sólo mereció el aplauso generalizado, sino que significó el arranque de la transición a la democracia.
Nos referimos a “la traición” al viejo PRI, por parte de un puñado de priístas –encabezados por Porfirio Muñoz Ledo, Cuauhtémoc Cárdenas e Ifigenia Martínez–, quienes luego de crear la Corriente Democrática, salieron del viejo partido y fundaron el PRD, que luego le dio origen a Morena.
En efecto, durante la segunda mitad de los años 80 del siglo pasado, todo México aplaudió “la traición” de Muñoz Ledo, Cárdenas e Ifigenia al PRI, quienes durante la segunda mitad de los años 90 y los primeros años del 2000, ya eran considerados como próceres de la democracia.
Al final de cuentas, entre 2018 y 2024, Muños Ledo, Cárdenas e Ifigenia ya estaban de vuelta en el viejo PRI, cuyo nuevo nombre es Morena y que en su segundo gobierno sexenal sigue comprando conciencias por todo el país, al extremo de que mantiene una activa alianza con los grupos criminales.
¿Pero qué es “la traición política”?
Según la Real Academia de la Lengua, “la traición” se define como: “La falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”. Pero “la traición” también significa “un delito cometido por civil o militar que atenta contra la seguridad de la patria”. (FIN DE LA CITA)
Sin embargo, también es cierto que “la traición política” es tan longeva como la humanidad. Así, los más antiguos ejemplos de “la traición política” aparecen en los pasajes bíblicos que consignan “la traición” de Judas Iscariote, quien entregó a Jesús por 30 monedas, mientras que Pedro, el preferido del Mesías, negó a Jesús tres veces, antes de la crucifixión.
Otra curiosidad del tema es que, según algunos autores, “la traición” es parte de la “flexibilidad” política en democracia. Incluso, existen teorías en donde se concluye que “la traición” es condición para la innovación política.
Pero también es cierto que “la traición” no sólo aparece cuando vemos legisladores, líderes políticos y gobernantes cambiar de partido y buscan el amparo del partido oficial, para seguir medrando del poder.
No, “la traición” también se produce cuando el “líder”, el “hombre fuerte”, el “jefe máximo” o el presidente en turno no cumple su palabra y peor aún, cuando engaña de manera deliberada para ganar aceptación o votos, como ha ocurrido en los casos de Obrador y Sheinbaum.
En esos ejemplos, “la traición”, la deslealtad, la felonía, la vileza y la infamia se convierten en el peor de los agravios a la sociedad y, en el otro extremo, en el mayor descrédito para los políticos traidores. Más aún, si recordamos a Maquiavelo, podemos concluir que, si bien es cierto que “la traición” puede llevar al poder, también es verdad que no lleva a la gloria.
Así lo dijo el florentino: “No se puede llamar virtud, el asesinar a sus ciudadanos, traicionar a los amigos, no tener palabra; estos medios harán ganar poder, pero no la gloria”. (FIN DE LA CITA)
Lo cierto es que ninguna sociedad puede ver como normal “la traición política”, “el engaño” y “la mentira” entre políticos y gobernantes, a riesgo de convertirse en “una sociedad de cínicos”.
¿O ya somos una sociedad de cínicos?
Al tiempo.