El diseño institucional de la cuarta transformación consiste en modificar la forma de gobernar. Esto implica también los sistemas que administran y sus servidores públicos.
Es posible que la cuarta transformación encuentre más resistencias que facilidades, en virtud de los sistemas que se desprenden de las funciones de Estado y de gobierno que pretende modificar.
Por ejemplo, tratar de empatar la justicia social entre los distintos sistemas de seguridad social de los servidores públicos con los de los ciudadanos, es muy difícil.
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Las prestaciones de seguridad social del magisterio, de los militares o de los petroleros, no pueden ser parámetro o igualarse con quienes trabajan en la informalidad o carecen de prestaciones, como quienes están contratados bajo el régimen de tercerización laboral o outsourcing.
Solamente recordemos que, en la administración del expresidente Peña Nieto, los pasivos laborales del sindicato de petroleros que ascendían a un billón de pesos, fueron transferidos a deuda pública.
Otro de los sistemas que causan desigualdad lo constituye, el de la recaudación fiscal, cuando la base tributaria de este país es mayoritariamente de clase media, mientras que gran parte del empresariado mexicano cuenta con el régimen de consolidación fiscal para deducir pérdidas.
Por eso subsisten con consentimiento de la autoridad fiscal, las fundaciones filantrópicas de grandes corporativos, que no solucionan los problemas de su objeto de creación y cuando el verdadero negocio consiste, en extender recibos deducibles de impuestos a las empresas del grupo empresarial que representa, o bien, solicitar recursos del presupuesto federal para el sostenimiento de sus actividades.
También los sistemas derivados de la educación pública producen desigualdad, cuando la autoridad reduce el contenido de las unidades temáticas de los cursos en sus niveles, para producir una ventana de oportunidad en la educación particular y, con ello, superar a las estructuras de los contenidos del sistema educativo nacional y, por consecuencia, la preparación de los alumnos de las escuelas públicas que produce autómatas, no seres pensantes.
No solo eso. El segundo piso de la cuarta transformación debería ser una transformación de Estado, ceñirse y hacer costumbre en la práctica de principios democráticos que, entre otras cosas, debe modificar la conducta de los servidores públicos. Un cambio en la administración pública, como lo es del PRI a Morena, solo es un cambio de régimen político, pero persistieron las mismas prácticas políticas en la administración del presidente López Obrador.
Para que verdaderamente se noten los cambios del segundo piso de la cuarta transformación se requiere, que los cambios políticos, económicos y sociales que pretende modificar hayan transcurrido por lo menos uno o dos sexenios, para estar en condiciones de afirmar que sus beneficios son trascendentales para la vida del país. Mientras tanto, no hay transformación, solo buenas intenciones.