DERECHOS DE LA INFANCIA

Una deuda con la niñez

México ha sido considerado, por desgracia, como un paraíso del turismo sexual infantil. | Agustín Castilla

Escrito en OPINIÓN el

No cabe duda que uno de los grupos poblacionales más olvidados por el actual gobierno es el de la niñez, como se constata tanto por la decisiones que se han tomado durante los últimos cinco años como por las omisiones en que ha incurrido, y por supuesto con los datos duros que arrojan prácticamente todos los estudios e informes que se han presentado a la fecha.

Desde las campañas electorales de 2018 se evidenció el desinterés del entonces candidato López Obrador al no responder a la convocatoria de la UNICEF y de diversas organizaciones sociales para firmar el Pacto por la Primera Infancia el cual, entre sus metas planteaba disminuir el porcentaje de menores de 6 años que viven en pobreza; reducir la desnutrición crónica, obesidad y anemia; incrementar la lactancia materna en menores de 6 meses; detección oportuna de discapacidad e incrementar la cobertura en educación y salud, o avanzar en la erradicación de todas las formas de violencia contra la infancia.

Asimismo, en el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 que es el documento en el que el gobierno plasma los que considera como principales problemas del país así como sus prioridades, estrategias y proyectos, prácticamente la niñez es ignorada y acaso la menciona en el programa de becas para el bienestar. Pero en lo que va de este sexenio no sólo han sido omisos en impulsar políticas públicas, programas y acciones en favor de la infancia, sino que se han registrado lamentables retrocesos como la desaparición de las estancias infantiles que beneficiaban a más de 300 mil niñas y niños y por consiguiente a sus familias facilitando que sus padres pudieran trabajar además de contribuir de manera importante a su desarrollo integral, o de las escuelas de tiempo completo afectando a alrededor de 3 millones 600 mil estudiantes.

También se abandonó al Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (SIPINNA) el cual, a pesar de tener la responsabilidad de promover y coordinar la agenda de niñez y adolescencia entre las dependencias gubernamentales y en los tres niveles de gobierno, su secretaría ejecutiva lleva dos años y medio acéfala y de hecho el presidente presentó una iniciativa para desaparecerlo y trasladar sus funciones a un área del DIF prácticamente anulando con ello su de por si limitada capacidad jurídica, política y operativa.

En varias ocasiones me he referido en este espacio a la grave situación de vulnerabilidad que enfrentan cotidianamente nuestras niñas y niños. Por un lado, son víctimas constantes de la violencia en sus diferentes manifestaciones como abuso y explotación sexual -se considera a México como paraíso del turismo sexual infantil-, reclutamiento forzado por la delincuencia organizada, desapariciones, orfandad, o acoso escolar ocupando el primer lugar mundial según la organización internacional Bullying Sin Fronteras.

A ello hay que sumar la drástica caída en la cobertura de vacunación infantil -alrededor del 70% no cuenta con el esquema completo con lo que la posibilidad de que regresen enfermedades que prácticamente habían sido erradicadas es muy alta-, y de acuerdo con datos de Coneval sobre la medición de pobreza 2022, más del 44% de la población menor a 11 años que representa a 5.7 millones de niñas y niños no tiene acceso a servicios de salud, otros casi 5 millones enfrentan carencia por acceso a alimentación nutritiva y de calidad, en tanto que poco menos de la mitad de la población infantil (11.2 millones) viven en situación de pobreza y 2.6 millones en pobreza extrema (10.8%).

Es evidente que no se han generado las condiciones necesarias para garantizar los derechos de la infancia, o siquiera para proteger su integridad física y que cuenten con un piso mínimo para su subsistencia. Tenemos una deuda histórica enorme con nuestra niñez y, ahora que partidos y aspirantes se encuentran en plena campaña -violando los tiempos electorales-, lo menos que se debería esperar es que destinen un espacio para empaparse de la problemática, revisar los diversos estudios e informes, escuchar a organizaciones, especialistas, padres y madres así como a las propias niñas y niños, para así poder construir un proyecto serio, lo asuman como una prioridad y realmente se comprometan a llevarlo a cabo desde el gobierno en caso de ganar, y a impulsarlo en el congreso con sus grupos parlamentarios. A pesar de lo lejano que esto parece, soñar no cuesta nada!