Los pasados lunes 17 y martes 18 de septiembre se celebró la segunda Cumbre de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el marco de la semana de alto nivel de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) en Nueva York. Esta cumbre se lleva a cabo cada 4 años desde 2019 con el propósito de acelerar la implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
La Agenda 2030 fue adoptada en 2015 por los 193 Estados que conforman la AGNU. Heredera de los anteriores Objetivos de Desarrollo del Milenio, la nueva agenda integra 17 ODS y 169 metas que van desde la conservación del medio ambiente hasta la educación, la paz, la reducción de las desigualdades y la erradicación del hambre, entre otros ejes sectoriales. La agenda propone alcanzar estas metas antes del 2030.
En palabras de la propia ONU, el evento tenía por objetivo llamar a la acción para revitalizar la implementación de los ODS, reforzar el compromiso de los Estados que los adoptaron y fortalecer la cooperación internacional alrededor de estos. La razón es que la agenda en cuestión se enfrenta a numerosas adversidades a medio camino de su finalización.
La recuperación pospandemia por Covid-19, los conflictos socioambientales y la guerra en Ucrania han propiciado inestabilidad y debilitado el avance de los ODS. Y lo cierto es que, al día de hoy, sólo el 15% de las metas marcadas en 2015 van por buen camino, mientras que muchas se encuentran en retroceso respecto a la línea base de ese año.
(Fuente: ONU (2023). Informe de los Objetivos de Desarrollo Sostenible)
En este contexto, durante la Cumbre de los ODS los y las líderes mundiales adoptaron una declaración política en la que reconocieron que estos objetivos no se alcanzarán sin un marco de acción renovado. En ese sentido, el documento de 10 páginas pone el foco, sobre todo, en el financiamiento al desarrollo.
Los puntos principales son tres. El primero declara la urgencia de asignar 500.000 millones de dólares anuales a la tarea de los ODS. El segundo aboga por un mecanismo eficaz de alivio de la deuda y por un financiamiento privado a tasas asequibles para los países en desarrollo. El tercero –y quizás el más ambicioso– pide la reestructuración de la arquitectura financiera internacional para que sea más “equitativa y receptiva a las necesidades de financiamiento de los países en desarrollo” y para fortalecer su participación “en la toma de decisiones económicas internacionales […] y la gobernanza económica global”.
No obstante, la Agenda 2030 y sus 17 ODS se enfrentan a retos que van más allá del financiamiento. Entre estos se encuentra la cuestión de la legitimidad entre ciertos círculos asociados a la derecha antiglobalista y conservadora, y cuyos discursos son cada vez más visibles en los espacios digitales y político tradicionales.
De acuerdo a estos grupos, la Agenda 2030 es un plan de las élites para establecer un gobierno mundial, acabar con la familia y terminar con la propiedad privada. Al menos así lo sostienen figuras como Vox, Milei, Fujimori, Bolsonaro, Pastrana, y más personajes y partidos de la nueva derecha iberoamericana y sus seguidores.
La intensidad del discurso varía. Es común observar cómo los más extremistas utilizan simbología que hace eco a las teorías de conspiración de antaño al asociar a la Agenda 2030 con elementos como la masonería, la pederastia y el nuevo orden mundial. Los más moderados se refieren al gasto que implica implementar la agenda, pero se valen también de algunos de estos elementos discursivos.
Lo cierto es que los aspectos de más tensión se relacionan con el ODS 5. Igualdad de género y el ODS 13. Acción por el clima. La razón es que se trata de grupos asociados al conservadurismo religioso y a las industrias extractivas, quienes encuentran en el discurso incendiario el mejor método para ocupar escaños en el poder. Se ignora deliberadamente que la Agenda es un proyecto voluntario, flexible, no vinculante, sin recetas certeras para su implementación –para algunos incluso peca de tibia, pues es una agenda que busca, antes que nada, el consenso.
Al respecto, y por el avance que ha tenido este discurso en los últimos años, pareciera que la ONU se ha quedado corta en las labores de comunicación y socialización de la Agenda 2030. La apropiación por parte de la sociedad no organizada es baja, y poco o nada se ha mencionado de esto durante la Segunda Cumbre de los ODS. Mientras tanto, impera la desinformación, y el aparente giro hacia la nueva derecha pone en riesgo la consecución de los ODS en diversos territorios de habla hispana.
Así, tras el corte de mitad de camino de la Agenda 2030, queda mucho por hacer. De continuar con la tendencia actual, se estima que para 2030 medio billón de personas vivirán en condición de pobreza, 600 millones padecerán hambre, y 100 millones de niños y niñas no asistirán a la escuela. Queda ver si los resultados de la Segunda Cumbre de los ODS serán suficientes.
*Mariangel García Flores es Licenciada en Estudios Internacionales y fue Directora de Relaciones Internacionales del Gobierno de Sinaloa. Actualmente estudia la Maestría en Cooperación Internacional para el Desarrollo en el Instituto Mora y es interna del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA). Su línea de investigación se centra en ubicar las paradojas de las intersecciones entre género, salud y desarrollo.