Si no tiene la razón y alguien pretende hacerlo notar, elevan la voz y manotean. Si se les reclama porque el manoteo y el tono son evidente violencia, se les desorbitan los ojos, les tiembla papada y cachetes, gritonean, se ponen más agresivos y nada medianamente inteligente cabe en esa furibunda cabeza.
Lo que sigue a esa violencia es recurrir a la acusación sin pruebas que algún blatodeo servil les puso en el oído, echar la culpa de fracasos que son absolutamente suyos y amenazar a ver si blandiendo el petate del muerto consiguen “hacerse respetar”.
Si el matoncete de ojos desorbitados es solito y su alma, a ver quién le teme y se agacha, quién va ante un tribunal a solicitar la debida protección de la ley (porque la hay), o quien resulta menos paciente y se la devuelve al canto con un merecido sopapo en plena jeta por no calcularle a quien le hacía su teatrito.
Pero los hay además que son montoneros y poderosos. Tengan tantos círculos alrededor suyo como especies le dé el estatus, el nivel de poder, el miedo, el servilismo, el dinero y la patética necesidad de sentirse eternamente aplaudidos. Si se lo financian con su lana, pues cada quién sus complejos y sus estilos para paliar carencias. Y también allá quién decida exponer su gusto por relaciones tóxicas, de dominio o humillantes. Para gustos, colores.
Que sufran a este tipo de personajes quienes además les pagan como contribuyentes la gracia de tener un cargo público, no debería dejar callado ni indiferente a nadie. No puede ser el gusto de nadie. La conveniencia sí, se entiende, si no hay alternativas y “de algo hay que vivir”, como aplica la filosofía callejera en taconazos de acrílico.
El gobierno gallardista decidió que rehabilitará las calles del barrio de San Miguelito y anunció que retirará el adoquinado de las calles. Vecinos pararon un traxcavo en una calle y expusieron su inconformidad. Consideran, y es su derecho como residentes expresarlo y ponerlo en discusión, que el retiro del adoquín afecta la calidad patrimonial de su barrio. También piden, con toda razón, que se transparente el proyecto completo, con la pretensión de que incluya la red hidráulica, hecha polvo en muchos puntos.
El gobernador reaccionó como ya es sabido que reacciona: vociferó, los acusó de retrógradas, les echó la culpa del atraso de San Luis, les atribuyó nexos con gobiernos del pasado y demás. La secretaria de Desarrollo Urbano y Obras remató declarando “que no es hora de debatir” sobre la consideración patrimonial del adoquín, que la dejaran hacer la obra.
Los vecinos del barrio tramitaron juicio de amparo de la justicia federal y ésta decidió ampararlos y ordenar la suspensión de las obras. Doña Seduvop le siguió, pero parece que por ahí les recordaron de qué va un desacato y pararon en lo visible.
El enojo del gobernador fue a más y sacó a algunas especies de sus extensos y numerosos círculos. El primero, el diputado don Eloy Franklin, para deturpar a la activista, y vecina del barrio, Catalina Torres, con el endeble argumento de que cobra en la nómina municipal de la capital porque ha prestado servicios profesionales en asesorías específicas y pagadas por honorarios. Retorcer la verdad y verter basura sobre la reputación de todo el que disiente es una de las estrategias más recurrentes en este gobierno.
Pero si el diputado Franklin por lo menos da la cara con su campañita de miserias, peor están otras especies muy conspicuas de los círculos gallardistas, especies rastreras, incapaces pararse en dos piernas y ver a los ojos. Trabajan desde Comunicación Social y con una red espectacular de portaletes de retrete sin responsable editorial a la vista. Redes anónimas golpeadoras y “periódicos” digitales de letrina, lugar favorito de estos blatodeos en comento.
Nunca firman nada. Nunca dan la cara. Nunca tienen pruebas de nada. Aparte de chantajistas, cobardes, porque tienen ellos más cola que les pisen de manera probada y documentada. Con estirar la mano al archivero basta, con guantes de goma como recomendación.
Catalina Torres anunció que pedirá la protección de la justicia por lo que pueda ocurrirle. No es exageración sentirse amenazado por los ya conocidos despliegues de violencia política, violencia digital y uso arbitrario de las instituciones como herramientas para amenazar, castigar y perseguir de este gobierno.
Si el adoquín se queda o se va es un tema que debiera ventilarse con los vecinos que viven ahí y con expertos. Un diálogo inteligente, sin enredos y en términos razonables.
Algo deberían aprender de los vecinos de San Miguelito los empresarios que han preferido quedarse calladitos con el cuento oficial de la desaparición del fideicomiso de inversiones que Gobierno del Estado debe fondear desde 2014 con el impuesto sobre la nómina. El coordinador, Gerardo Bocard Meraz, llevaba meses recordándole al Gobierno que el adeudo de 2022 y lo que va de este. Unos 600 millones de pesos por año, a cuentas presupuestales. Nunca le dijeron que ya no existía, hasta que hizo pública la situación.
El gobernador arremetió contra los integrantes del Comité de ese fideicomiso, entre ellos seos empresarios y tres diputados. Los acuso de malos manejos y anunció flamígeras investigaciones. Reclamó que no se le reconozcan los montos de obra que él calcula ha realizado su gobierno, que no eran el tema. Vociferó, manoteó y amenazó.
Ricardo Gallardo Cardona aseguró que ese fideicomiso ya estaba extinto con la creación del Consejo Consultivo Potosí, su club de asesores empresarios, quince varones. Lo más curioso es que uno de los integrantes de ese oráculo de quince, Félix Bocard Meraz, es hermano y socio del coordinador del fideicomiso Gerardo Bocard Meraz, que osó informar del creciente adeudo del 20% del impuesto sobre la nómina al fondo de inversiones.
Los quince están para cantar los misterios gozosos de esta administración, en voz de soprano ligera. Una hazaña que nomás se puede si es decisión propia, es más conveniente, ir de “Farinelli” por la vida, el cantante que inspiró la película del mismo nombre.
Otro calladito es el secretario de Desarrollo Económico, a quien por voz de otro recadero con curul, se le culpó de no “activar” un nuevo del fideicomiso. Gallardo lo ha anunciado como carta para la alcaldía de San Luis Potosí; en caso de llegar, ¿también va a tragarse cuanta culpa le eche el gobernador, muy en su estilo, de todo lo que no le salga como quiere en la capital?
Con todo respeto, qué papelitos.