El océano Pacífico es el cuerpo de agua más grande del mundo. Su vastedad, con algunas islas dispersas aquí y allá, separa América de Asia. Hasta hace cuatrocientos años las únicas personas que pudieron cruzarlo fueron los polinesios. En el transcurso de generaciones, y de formas incomprensibles para el mundo actual, fueron encontrando la forma de navegar de isla en isla. No podíamos imaginar que llegaron hasta América, pero hoy ya lo creemos por estudios genéticos recientes. Ya desde la época de Darwin los científicos comenzaron a darse cuenta de que algunas especies de fauna y flora también habían cruzado de una costa a otra de alguna forma. ¿Cuánto no debió suceder para que las semillas fuesen arrastradas por marea y viento de isla a isla para finalmente brotar en una nueva tierra del otro lado del océano?
Esto ocurrió de nuevo en 1609, cuando un buque español naufragó y dio a parar a la costa de Japón. Como con las especies que cruzaron el pacífico sin saberlo, muchas circunstancias y eventos desafortunados tuvieron que coincidir para que eso sucediera. Hoy, el evento es uno de los símbolos más importantes de amistad entre Japón y México.
Primero fue necesario que otro grupo humano encontrara la forma de cruzar el Pacífico. Durante la era de la exploración, los siglos XV y XVI, portugueses y españoles se lanzaron al “descubrimiento” de tierras allende el mar. En parte motivados por encontrar una ruta de comercio con el mercado asiático, comenzaron a buscar nuevos caminos armados con instrumentos como el astrolabio para medir los cuerpos celestes y orientarse en sus caminos. Lograron llegar al hemisferio sur y recorrer la costa de África. Un buen día Cristóbal Colón se convenció de que convenía circunnavegar para llegar a Asia porque había subestimado mucho el tamaño del globo. Aunque años después de la conquista otros aventureros como Magallanes sí lograron llegar a Asia, no habían encontrado la manera de retornar, hasta que Lope Martín, un piloto mulato, regresó al puerto de Navidad en 1565. Descubrieron que la corriente del tornaviaje, conocida como Kuroshio en Japón, brindaba suficiente viento a los barcos de vela para su regreso a América. Así inició el comercio del Galeón de Manila, monedas de plata a cambio de productos asiáticos, como porcelana china y biombos japoneses.
Fuente: wimedia commons
Japón en esos años pasaba uno de sus periodos más conocidos en México y el mundo, el de los samuráis. El periodo Sengoku, como lo llaman los japoneses, culminó con una serie épica de batallas y disputas por el poder. Los astutos generales que aprendieron a utilizar las armas de fuego (traídas durante los primeros contactos con europeos), como Oda Nobunaga y Toyotomi Hideyoshi, han sido retratados en libros, series y películas. Después de la batalla de Sekigahara en 1600 Tokugawa Ieyasu quedó al mando de Japón reunificado, trasladó la capital a Tokio e inauguró el periodo Edo.
En 1609, el galeón San Francisco, cargado de una fortuna y con el gobernador de Filipinas, Rodrigo de Viveros, a bordo, partió rumbó a Acapulco. Así lo cuenta Don Rodrigo en sus memorias: primero una serie de tormentas y tempestades los desvió de su camino. Luego el San Francisco terminó hecho pedazos al estrellarse con unos arrecifes de la costa de Japón. Los sobrevivientes quedaron colgados de jarcias y cuerdas, otros agarrados de maderos y tablas. No sabían dónde estaban, hasta que los marineros que quedaron en la parte menos destrozada del galeón alcanzaron a ver unos cultivos de arroz. Según Don Rodrigo, a los quince minutos los encontraron los japoneses. Un grupo de mujeres se compadeció de ellos, los alimentaron y les prestaron kimonos. Se dice que las mujeres locales que se dedicaban a bucear en la zona del accidente, conocidas como amas, los rescataron y calentaron abrazándolos.
Sitio donde naufragó el galeón San Francisco Fuente: fotografía del autor.
Don Rodrigo estuvo nueve meses en Japón. Se quedó asombrado por sus edificios de madera, disfrutó del sake y la comida, y la cortesía japonesa. A su regreso a Nueva España le acompañó un grupo de japoneses, probablemente los primeros en cruzar el pacífico. Luego Sebastián Vizcaíno llegó en 1611 a Japón como embajador. A pesar de este panorama prometedor para las relaciones, en 1633 inició el Sakoku en Japón, la política aislacionista que cortó toda relación con el exterior.
Aquel azaroso encuentro sembró un antecedente simbólico de fraternidad que desde entonces ha sido rememorado para renovar y estrechar las relaciones entre México y Japón. Durante el siglo XIX ambas naciones batallaban con las presiones colonialistas europeas y estadounidenses. En 1853, después de las amenazas del comodoro Perry, terminó el Sakaku y un año después se publicó la relación de Don Rodrigo de Viveros en México. En 1888 firmaron lo que en Japón se conoce como el primer tratado igualitario con una nación occidental. Hoy Onjuku está llenó de monumentos que conmemoran el encuentro de 1609-1610, como “El abrazo”, escultura de Rafael Guerrero Morales. Además, es ciudad hermana de Acapulco, Guerrero, y Tecamachalco, Puebla. Siempre buscamos el hilo negro detrás de la historia, los mecanismos, las causas que llevaron de un punto a otro. Pero a veces, como el encuentro que hoy da vida a la amistad entre Japón y México, las cosas ocurren por casualidades extraordinarias.
El abrazo de Rafael Guerrero Morales. Fuente: fotografía del autor
Obelisco conmemorativo del encuentro de Onjuku Fuente: fotografía del autor
* José Roberto Campos Cordero
Licenciado en Relaciones Internacionales por El Colegio de México y alumno de la maestría en Historia del Instituto Mora, XIV generación. Especialista en el siglo XIX y la historia de Texas desde las perspectivas de la historia global, militar, ambiental y social. Ganador de mención honorífica del premio Atanasio Saravia de historia regional por tesis de licenciatura, “El ejército de operaciones sobre Texas de 1835-1836”.
Bibliografía:
Andrés Reséndez, Conquering the Pacific, Houghton Mifflin Harcourt, 2021.
Embajada de México en Japón, “Historia de la relación bilateral”, https://embamex.sre.gob.mx/japon/index.php/es/embajada/relacion-politica/120-relacion-politica-mx-jpn/historia-de-la-relacion-bilateral/318-historia-esp
Rodrigo de Vivero, Relación que se halló en diferentes cuadernos y apeles suetes, de los que suscedió volciendo de gobernador y capitán general de las filipinas, y arribada que tuvo en el Japón, consultado en la Biblioteca Digital Mexicana, http://bdmx.mx/documento/galeria/rodrigo-vivero-velasco-cuadernos-filipinas-japon
Leticia Mayer Celis y Pilar Galarza Barrios, Shogunes y navegantes. Dos documentos novohispanos del siglo XVII, El Colegio de México, 2021