Esta semana en Chile se conmemoran los 50 años del golpe militar contra Salvador Allende y varios presidentes de la región fueron a Santiago a recordar ese momento de la historia latinoamericana. La izquierda radical de la región ha construido alrededor de Allende, uno de los mitos sobre la belleza del estatismo socialista, pero que deja de lado el desastre económico y social que este modelo de gobierno produce en los países y en las sociedades que lo implementan.
Obviamente el discurso es que un golpe militar frustró el futuro socialista de un país donde todos vivirían felices y tranquilos. Pero no cuentan que cuando se dio el golpe, Chile por cuenta de los tres años de gobierno de Allende iba en camino a un desastre económico. Ya había escasez de productos, la inflación estaba por encima del 600 por ciento, los salarios se desplomaban en valor adquisitivo, el desempleo se estaba disparando, el déficit fiscal pasó de 1.4 a 22.9 %, las protestas con cacerolas vacías eran la orden del día y había un paro masivo de transportadores. Chile iba rumbo al abismo pero de eso no se dice nada. La culpa era de Estados Unidos y no de las decisiones económicas erradas del gobierno. El mito del que se nutrieron millones de jóvenes latinoamericanos tenía que alimentarse con esa narrativa falsa que se conmemora en Chile.
Si, el golpe facilitó el florecimiento de la narrativa, pero lo cierto es que Allende fue un fracaso como presidente y si no hubiera habido golpe hoy Chile sería una segunda Cuba, que además es el mito principal de esa supuesta historia de éxito político, económico y social de hoy poco a poco se desmorona ante la evidencia contundente de su fracaso.
Cuba, que en 60 años de revolución no ha construido nada, solo pobreza, es el mito original de ese cuento que le metieron a la juventud de entonces y nutrió ese discurso que llevó a la lucha armada –que entre otras ellos patrocinaron, fomentaron y ejecutaron–. El efecto dañino de esa falsa narrativa a la izquierda democrática del continente aún hoy se siente. No es sino ver el fracaso estruendoso de Gabriel Boric en Chile o de Gustavo Petro en Colombia –fieles representantes de ese línea radical que se tragó entera esa narrativa– para entender el inmenso perjuicio que esa línea de pensamiento y acción tuvo y aún tiene en esa arista de la política latinoamericana.
Escuchar a la vicepresidenta de Colombia hablar desde la máxima ignorancia del magnífico sistema de salud de Cuba, sin conocerlo ni haberlo vivido, es apenas una muestra de cómo ese mito contrario a la realidad aún persiste y es utilizado para engañar bobos. Como tampoco sorprende la declaración de Petro en Chile donde dice que “los hijos de Allende volvemos a triunfar gracias a los pueblos”. Eso sí, nunca vivirían en Cuba o se harían cuidados médicos allí pues ya saben como terminó Hugo Chávez.
Lo peor, su proyecto de país todavía huele a los 60´s y a los 70´s pues allí se quedaron. La reforma a la salud, a las pensiones o a la educación que Petro pretende se aprueben en el congreso parecen salidas de un archivo político de Allende o de Castro. Para estos mandatarios que se criaron bajo esa falsa narrativa el mundo no evolucionó. Sigue anclado en esa mirada estatista que fracasó en Chile entre 1970 y 1973 y en Cuba entre 1960 y 2023.
Y falta el tercer mito que sí que es un fracaso, pero que a nuestro presidente le encanta, el de Hugo Chavez y su heredero Nicolás Maduro en Venezuela. En solo 25 años lograron superar el fracaso de Cuba. Venezuela hoy es tan pobre como Haití, desperdició cerca de un trillón de dólares en recursos y creó la peor situación humanitaria en el mundo sin sufrir una guerra. Siete millones de refugiados, o más según las últimas estadísticas, son el gran efecto de ese mito que encarnó Chávez –a quien Petro trajo a Colombia en 1997– y que heredaron Maduro y sus secuaces.
Afortunadamente el pueblo chileno ya no come cuento. Un 56 por ciento de los chilenos según una encuesta rechaza la conmemoración, Boric tiene un 23 por ciento de apoyo y un 63 por ciento votará de manera negativa la nueva constitución. Los cubanos no pueden decir nada por la represión que allí existe pero una cosa es clara, el que se puede ir arranca de la isla a buscar mejores destinos.
Pero no todo fue la celebración de la mentira y del mito que alimentó a tanto joven, hoy viejos, de los 60´s. Ese gran líder de la izquierda latinoamericana, que además hizo parte de la lucha armada en su país, el GRAN –sí en mayúsculas– PEPE MUJICA expresidente del Uruguay de nuevo dio muestras de sensatez, de ingenio y de realismo cuando habló en la más grande universidad pública de Chile. No solo le dijo a los estudiantes que había que tener memoria pero que era fundamental mirar hacia adelante, sino que “una generación que pretenda ser inteligente trata de no cometer los errores que cometieron las otras. Mi generación, en parte, con los conocimientos de la época, se tragó la pastilla de la dictadura del proletariado. Parecía que era una solución, porque había que eliminar las clases sociales, pero lo que empezó siendo la dictadura del proletariado terminó siendo la dictadura de la burocracia. El cambio intergeneracional significa aprender de los errores de otras generaciones y tener el coraje de cometer los errores de vuestro tiempo”.
“Una cosa es tener una pasión y otra muy distinta es caer en el fanatismo, que es oscuridad para el porvenir. No se dejen embozar por el odio, el odio estupidiza, el fanatismo nos lleva a pensar que la única verdad absoluta es la nuestra y nos aparta del camino de la sabiduría que está entrampado de dudas”, agregó.
Lástima que tengamos a Petro de presidente y no un sabio como Mujica.