FEMINISMO

Xóchitl contra Claudia, ¿pierde el feminismo?

Un voto por cualquiera, Xóchitl o Claudia, no significa que una feminista esté en la mesa cuando se toman las decisiones. | Graciela Rock

Escrito en OPINIÓN el

Decía Dolores Huerta, la activista mexicoamericana fundadora de la Asociación Nacional de Trabajadores Agrícolas que se necesita que haya mujeres en la vida política, mujeres candidatas y mujeres en el poder; “necesitamos a una feminista en la mesa cuando se toman las decisiones, para que las decisiones que se toman sean las correctas”. ¿Qué pasa cuando las mujeres en el poder no son feministas

Muchas feministas mexicanas nos sentimos en crisis. Por fin –parece– tendremos una mujer en la presidencia de nuestro país; el gran techo de cristal se rompe, setenta años después del logro del sufragio femenino, la representación se materializa claramente en dos candidatas punteras, ambas vestidas de huipil y nombrándose feministas… y, sin embargo, quienes se reconocen lejos del feminismo liberal, hegemónico, quienes entienden incompatible el feminismo con el militarismo, lamentamos que un voto por cualquiera de las candidatas no significa que una feminista esté en la mesa cuando se toman las decisiones. Es una victoria hueca. 

En su libro “Full Frontal Feminism”, Jessica Valenti asegura que “lo importante es que participemos”, al referirse a las mujeres en la política. Pero ¿de verdad eso es lo importante? En un autoengaño basado en parte en reduccionismo biológico (todas las mujeres son buenas y todos los hombres son malos) y en parte en la necesidad real de representación, nos basta para que la presencia de mujeres sea celebrada como un gran logro de las agendas feministas. Este engaño lo reconoce a la perfección el poder hegemónico, lo captura para su beneficio y lo explota. No es casualidad que alrededor del mundo, las mujeres con mayor poder representen grupos y políticas de derecha y extrema derecha, desde Margaret Thatcher hasta Roberta Metsola. 

Las identidades por sí mismas no son revolucionarias: una mujer puede ser machista y anti-derechos, un hombre gay puede ser racista, una persona migrante puede ser clasista. Aunque sin duda es histórico para nuestro país, lo revolucionario no es que una mujer llegue al poder si representa y defiende al mismo sistema de poder, las mismas dinámicas de misoginia y clasismo, que se rehúsa al diálogo, que actúa en detrimento de los derechos. Lo revolucionario sería que tuviéramos en la presidencia a una persona que pusiera al centro la agenda de igualdad, de derechos humanos, de rendición de cuentas; que desmontara el sistema corrupto y violento de un Estado feminicida y racista. Sin embargo, tanto Xóchitl como Claudia son productos de ese sistema, nunca estarán fuera de lo que Audre Lorde llama el “círculo de la definición que la sociedad da de mujeres aceptables”; Xóchitl y Claudia son mujeres en el poder, pero no provocarán nunca un auténtico cambio, el sistema no se los permitirá y ellas no lo intentarán, sería buscar su propia destrucción. 

Ejemplo de esto es el silencio de la señora Sheinbaum frente a políticas que afectan a las mujeres mexicanas, como los recortes a servicios de cuidados como las guarderías o las escuelas de tiempo completo, la falta de presupuesto para los refugios; así como activamente el desaire a las madres de personas desaparecidas, la criminalización a las protestas feministas o la instrumentalización de las comunidades indígenas. En el caso de Xóchitl Gálvez, sus alianzas partidistas dejan poca esperanza frente a las políticas nacionales que llegarían con otro gobierno panista. 

En los próximos meses, ambas candidatas tendrán oportunidad de dejar claras sus posiciones, sus propuestas y sus prioridades. Tendrán espacio para presentar una agenda política distinta, transformadora e inclusiva, que disipe las dudas sobre si serán la vanguardia que prometen, la primera feminista en la presidencia de México