Pues como era de esperarse ya casi llegamos a la mitad del mes de septiembre y el proceso electoral 2024 ya dio inicio. El Frente Amplio por México, así como MORENA y sus aliados ya tienen a sus respectivas candidatas, que con muchos tropiezos inician la carrerilla a la sucesión presidencial.
No dedicaré este espacio para hablar sobre los nebulosos procesos que ungieron a Claudia Sheinbaum y a Xóchitl Gálvez, pues ninguno de los dos fue ejemplar, por decir lo menos. Lo que sí quiero abordar es la situación en que quedan y planean su futuro quienes encabezan los partidos que estarán en la contienda.
A nadie sorprenderá encontrar a Alejandro Moreno (PRI), Marko Cortés (PAN) y Jesús Zambrano (PRD) ocupando los primeros lugares de las listas plurinominales, una práctica que se ha hecho frecuente para que los líderes partidistas y sus más allegados, ocupen posiciones importantes y de privilegio, que les permiten seguir mangoneando a sus propios partidos y usar la acción legislativa como moneda de cambio que sirve principalmente a sus intereses personales y políticos.
El caso de Mario Delgado es un poco diferente, en los medios de comunicación ya se dice que está próximo a dejar la Presidencia Nacional de MORENA en manos del ex secretario de gobernación y ex corcholata presidencial: Adán Augusto López.
Que Mario Delgado suspira y aspira a contender por la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México no es ningún secreto, basta con echarle una vista a sus redes sociales para darse cuenta, en ellas ha procurado comunicar su “tour” por las diversas alcaldías de la capital, sin embargo, lejos se ve que tenga la fortaleza política y territorial para ser un fuerte competidor, lo más seguro es que busque nuevamente estar en la cámara o se integre eventualmente al gabinete en caso de que la Dra. Sheinbaum se convierta en la primera presidenta de México.
Que los dirigentes partidistas ocupen posiciones plurinominales nuevamente es síntoma inequívoco de la enfermedad que sufren los partidos políticos en México, lejos están de representar verdaderamente los intereses y preocupaciones de la ciudadanía, sus simpatizantes o su militancia.
Las presidencias de partido se han convertido en irredentos cotos de poder que han despedazado o por lo menos diezmado a sus respectivos partidos políticos, son liderazgos que hoy carecen de toda legitimidad y que resultan imposibles de extirpar.
Los partidos políticos son mucho más que sus dirigentes, y toda su estructura debe encontrar los mecanismos para poner un alto y recuperar su importancia, de no ser así están condenados a su extinción o por lo menos al olvido.
¡Basta ya de dirigentes que negocian en lo oscuro, que traicionan a la gente y que carecen de toda ética política y ciudadana!
Digan ¡No! a los dirigentes pluris, háganlo por el bien de su partido y por la vida democrática de México.