Tratado como non grato en los albores de la era López Obrador en la Presidencia, en menos de cuatro años Omar García Harfuch ha logrado proyectarse hacia la conquista de la segunda posición de poder político en México: el gobierno de la capital del país. Se trata de una larga marcha cuyas facetas serán sometidas desde ahora a un filoso escrutinio.
Amparado en un incesante ascenso en el mundo policial durante 15 años (al que ingresó a los 26), García Harfuch goza, hasta ahora, de una cómoda brecha en las encuestas para las elecciones del próximo año en la ciudad, tanto frente a otros nombres en Morena como ante los aspirantes desde la oposición. Ello y su estrecha cercanía con Claudia Sheinbaum –virtual candidata presidencial del oficialismo–, probablemente desaliente a otros de sus correligionarios a disputarle la postulación.
La presunta malquerencia presidencial sobre el funcionario, dada por hecho durante años en los corrillos políticos, se habría desvanecido ante dos causas de peso, por confirmarse: las versiones de que López Obrador cedió a la señora Sheinbaum el mando de las decisiones hacia el futuro, y la visión pragmática de que el peso electoral de los candidatos primará sobre cualquier otro criterio, en especial en entidades tan competidas como la ciudad de México.
Con una singular dualidad –discreto cuando es pertinente, protagónico en momentos clave–, el secretario de Seguridad de Seguridad Ciudadana se convirtió en el Número 2 en la escala de poder tras la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, a partir de su nombramiento en octubre de 2019, en medio de una crisis de criminalidad que tumbó del cargo a su antecesor, Jesús Orta, quien por añadidura era una figura cercana a Marcelo Ebrard, para entonces ya rival de la señora Sheinbaum en la batalla por el 2024.
El 1 de diciembre de 2018, al arranque del presente gobierno, encontró a García Harfuch bajo las ásperas órdenes de Alejandro Gertz Manero como encargado de la Procuraduría General de la República en espera de la transición hacia la actual Fiscalía Federal. Gertz hostigó hasta separarlo de su puesto a quien había sido comisionado de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) desde noviembre de 2016 y hasta el último día del gobierno Peña Nieto, en el cual relevó en el cargo a Tomás Zerón, fundador de la AIC bajo Jesús Murillo Karam y uno de los protegidos del entonces presidente desde sus tiempos de gobernador del estado de México.
Antes del arranque del nuevo sexenio, García Harfuch encontró el ánimo dispuesto de Julio Scherer Ibarra, quien ya formaba parte del primer círculo de López Obrador. Ambos sostuvieron conversaciones sobre el destino que debía tener la Policía Federal Preventiva (PFP). Los dos fueron de la opinión que se hallaba demasiado podrida para ser rescatada.
Se habló de opciones para el primero, pero era conocida la animadversión en su contra desde Palacio. Las razones incluían que García Harfuch había trabajado en la PFP en el gobierno de Felipe Calderón, el hombre que captura la mayor obsesión presidencial; y peor, había sido subordinado de Genaro García Luna. También, que estaba asignado a Guerrero cuando la trágica noche de Iguala contra los estudiantes de Ayotzinapa, en septiembre de 2014 -él demostraría después que para esa fecha ya se desempeñaba en Michoacán.
En junio de 2019 fue designado por Claudia Sheinbaum en la relativamente modesta posición de director de la Policía de Investigación capitalina, y fue cuatro meses después cuando ascendió a titular de la SSC. Su figura se catapultó cuando sufrió el atentando del 20 de junio de 2020, atribuido al Cártel Jalisco Nueva Generación. Sobrevivió con tres balas en el cuerpo, pero dos de sus colaboradores cercanos murieron en el ataque con rifles de alto poder que destrozaron el vehículo blindado en el que viajaba. El incidente lo catapultó en el radar internacional, pero en especial en el ánimo ciudadano.
García Harfuch es integrante de una dinastía forjada por su abuelo, el general Marcelino García Barragán, secretario de la Defensa bajo el gobierno de Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970), durante el que se produjo la matanza contra estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas (1968). Es hijo de Javier García Paniagua, un personaje de contrastes, cabeza por años de la oscura Dirección Federal de Seguridad, tras lo cual tuvo una carrera política que lo llevó a la antesala de la candidatura presidencial en la sucesión de José López Portillo (1988).
Dotado de ese bagaje, con un título de abogado y estudios de especialización en materia de seguridad avalados por Harvard y la DEA, García Harfuch pudo haber tenido –aseguran sus amigos– una vida más cómoda y apacible. Pero decidió ser policía. Y ahora parece haber sido picado por la política, mal que provoca una profunda adicción y, con frecuencia, agudos mareos.