Se desinfló la expectativa levantada por el FAM de una convocatoria ciudadana que este domingo eligiría a su candidata (en femenino) para la contienda electoral de 2024. Las cúpulas partidarias y empresariales que toman las decisiones ahí fueron desactivando a los 10 aspirantes que en junio habían registrado sus aspiraciones y terminaron por dar Switch Off al interruptor del proceso, al grito de “coordinator habemus”. Esta desactivación dio al traste a dos procesos innovadores y transformadores, en el contexto de una democracia fallida, desangelada, que se caracteriza por el hartazgo ciudadano.
El primero de estos procesos consistía en poner fin a procedimientos cupulares, elitistas, secretistas de selección de candidaturas presidenciales, del cargo más importante en un sistema presidencialista de donde se derivan varias centenas de cargos decisivos. Y en su lugar, construir un proceso abierto a la ciudadanía como el que está todavía desarrollándose en Morena, aún con sus a segunes, tropiezos y triquiñuelas, que todavía está por verse en su cierre y resultados.
Tal proceso se vino desinflando de su convocatoria inicial, quedando reducido a dos momentos: 1) el levantamiento de la consulta, no de resultados entre el 27 al 30 de agosto. Y 2), la elección con el voto de ciudadanos afiliados a los partidos del Frente, este domingo 3 de septiembre. La ganadora de la tarea de coordinar la articulación política y los programas de Frente y por ende candidata a las elecciones presidenciales sería la que, en promedio de los dos procedimientos, obtuviera los mejores resultados.
El segundo potencial proceso que se rompe con la baja del interruptor a la consulta ciudadana del Frente es la transformación política que pueden hacer las mujeres con su acceso al poder. Michelle Bachelet como Directora Internacional de ONUMUJERES dijo en una ocasión que: “cuando una mujer llega a la política, cambia la mujer. Pero cuando muchas mujeres llegan a la política, cambia la política”. Y esto fue justamente lo que citó Beatriz Paredes en su encuentro coincidente con Xóchitl Gálvez en Mérida, en un evento que concitó a un cúmulo de liderazgos femeninos panistas, priistas, perredistas y, donde ambas tomadas de la mano, declararon: “Hay que romper el pacto patriarcal para un nuevo pacto sin adjetivos, que garantice salir a las calles sin sentir miedo…”. Y mientras Beatriz llamaba a transformar la naturaleza y las formas de los acuerdos políticos patriarcales, Xóchitl convocaba a “ romper el techo de cristal”.
Apenas cinco días después, Xóchitl acata la modificación del procedimiento acordado y valida el madruguete de la cúpula priísta. El dirigente tricolor Alito, en una foto compuesta casi toda por dirigentes del sexo masculino y solo tres mujeres, “adelanta”, sin la presencia de Beatriz, que los resultados no le favorecen y que ésta se retira de la contienda con lo que el PRI, según lo acordado, otorga todo su respaldo a la senadora Xóchitl Gálvez.
La coartada de los patriarcas dirigentes del PRI y del PAN para interrumpir el proceso y esperar el cierre de resultados, conforme las reglas establecidas y aceptadas por las dos contendientes, fue –según afirmaron– evitar la “contaminación del proceso” por la intromisión de votantes de Morena, a favor de Beatriz Paredes. Algo que pudieron haber previsto y que de hecho estaba considerado cuando decidieron acotar la participación a solo ciudadanos inscritos en el padrón de sus respectivos partidos.
En el fondo y en realidad, su estrategia fue desplazar a las dos mujeres líderes, del poder de decisión sobre los cargos que se van a definir. Desplazarlas de la formación interna de alianzas de grupos y del reparto de las cuotas de poder y cargos que se van a disputar en junio de 2024, cuando se van a elegir a 128 senadores, 500 diputados federales; diputados de 32 congresos locales, presidentes de 1,580 ayuntamientos, 16 alcaldías y 24 Juntas municipales.
Si Xóchitl y Beatriz hubieran concluido el proceso de elección, tal cual estaba previsto, el poder de decisión sobre el equipo de la triunfadora, su propuesta política, sus alianzas, su campaña, sus arreglos con las candidaturas a estos puestos, hubiera partido de una base de legitimidad y poder propias, no del padrinazgo de sus promotores masculinos.
A eso se refería Beatriz –quizá el liderazgo político más respetado y sólidamente fraguado del actual PRI– cuando aseguró quedarse hasta el final del proceso y, ahora que la maniobra está consumada, se reserva su derecho a apoyar y participar, según el rumbo que tome el programa del Frente y su decurso democrático.
Con el consentimiento otorgado por Xóchitl a la maniobra de las cúpulas masculinas, más allá de su talante autonómico, les entregó los hilos de su campaña y de su programa y, se falló a sí misma y al pacto de género que podía subvertir el sello patriarcal y compadrista de la política en México.
Los patriarcas de los partidos en cambio dieron muestra de que el Tráfico de mujeres del que hablaba Gayle Rubín en 1975 y por el cual los hombres, desde los inicios de la civilización, intercambiaban mujeres como mercancías, para hacer pactos entre ellos, sigue vigente siempre con el consentimiento y aceptación de algunas mujeres, no pocas por desgracia.