La sociedad estadounidense se encuentra fragmentada. Por supuesto no lo comento como si se tratara de un caso aislado, sino por el hecho de que existen suficientes estadísticas y juicios que permiten documentar ese caso, a diferencia de otros países.
Un reporte elaborado por la Universidad Estatal de California cita que el año pasado hubo un incremento promedio de 22% en la ocurrencia de crímenes de odio en las diez ciudades más grandes del país. Si bien los afroamericanos son el grupo más afectado, hubo ciudades en que la comunidad LGBTQ+, los asiáticos, los blancos y los judíos fueron los grupos más atacados. Estoy seguro que para sorpresa de algunas personas, el grupo de gente blanca también puede ser objeto de racismo, discriminación y ataques de odio.
Por otro lado, la compañía SpaceX de Elon Musk ha sido demandada por el Departamento de Justicia estadounidense por prácticas discriminatorias contra minorías extranjeras. Todo esto porque la empresa aparentemente se negaba a contratar personas con permiso de trabajo derivado de su calidad migratoria de refugiado o asilado, argumentando que, al ser una empresa que se dedica al desarrollo de tecnología y manejo de misiles, entre otras cosas, la legislación estadounidense prohibía la contratación de quienes no fueran ciudadanos estadounidenses o residentes legales. El Departamento de Justicia alega que, si bien es así para cierto tipo de trabajos, cuando se trata de una contratación para limpiar los pisos de la oficina las restricciones no aplican. Además de eso, las leyes hablan de la contratación permitida de “personas estadounidenses” que no necesariamente significa ciudadano estadounidense nada más, sino que abarca a residentes permanentes, asilados y refugiados. Persona y ciudadano no es lo mismo, establece esa ley.
Musk, que podrá ser un genio tecnológico y empresarial pero no legal, dijo algo así como que lo estaban queriendo castigar por proteger a los estadounidenses, mensaje que, en el fondo, parece confesar haber aplicado un trato diferenciado entre los candidatos a ser sus empleados. Musk, recordemos, es originario de Sudáfrica.
En el frenesí contemporáneo por el justo derecho a la definición e identificación personal, se observan también fenómenos bastante particulares. Enrique Tarrio, un líder del movimiento supremacista blanco, será sentenciado la próxima semana por su participación en los hechos del 6 de enero de 2021 cuando cientos de personas intentaron tomar por asalto el capitolio estadounidense. La fiscalía pide 33 años de prisión después de haber sido ya declarado culpable. El detalle es que el señor es de ascendencia afro-cubana, es decir, todo menos blanco. Tarrio intentó hacerlo valer eso en la Corte vendiendo la idea de que al no ser blanco no podía ser racista, y menos, supremacista blanco. No le sirvió de mucho. Por supuesto que muchos de los opinadores anti racismo que señalaban la inconsistencia de no ser blanco, pero sentirse así, son algunos de los mismos que defienden el derecho de las personas a identificarse como se les dé la gana, en otros aspectos de la naturaleza humana.
En ese contexto de identificaciones y diferenciaciones personales, el New York Times, publicó un estudio sobre el funcionamiento de los pulsioxímetros durante la pandemia provocada por el covid. Esos aparatos que se usan para medir el nivel de oxigenación en la sangre, y que normalmente se ponen en un dedo y van mostrando sus mediciones en una pantalla con un criterio médico de que una oxigenación del 95% para arriba es aceptable o buena. Durante la pandemia generada por el covid, esos aparatos servían como uno de los elementos de referencia para determinar qué paciente presentaba mayores problemas de oxigenación, y por lo tanto, requería mayor atención médica.
Resulta que el estudio encontró que entre menos blanca fuera la piel, había mayor posibilidad de una lectura imprecisa sobre la oxigenación del paciente, lo que derivó en que afroamericanos y latinos tardaran más en ser atendidos apropiadamente en los hospitales, al no detectarles el aparato ese las deficiencias en oxigenación que estaban presentando. El aparato seguramente no le preguntaba al paciente cómo se identificaba.
Las leyes, las personas y la tecnología identifican similitudes y diferencias personales distintas unas de otras. Algunas se justifican, otras no tanto. Por eso en nuestras sociedades andamos a veces medios confundidos.