LIBROS DE TEXTO GRATUITOS

Tabletas en lugar de libros de texto

En lugar de estar discutiendo contenidos rígidos de libros de texto mal hechos, podríamos discutir cómo aplicar la tecnología a la educación para facilitar realmente el aprendizaje. | Octavio Díaz García de León

Escrito en OPINIÓN el

Para mi mejor maestro, mi papá, donde esté. 

La publicación y el escrutinio público de los nuevos libros de texto han causado una gran polémica entre especialistas, académicos, articulistas y en redes sociales. Se han evidenciado los múltiples errores que contienen y han sido objeto de discusión temas como los contenidos para educación sexual, la disminución de contenidos en matemáticas y la ideologización que permea en varios de ellos, la cual intenta adoctrinar a niños y maestros con la visión particular del segmento más radical de la administración morenista. 

En los años sesenta, la iniciativa del libro de texto único y gratuito tenía sentido porque no se tenían los medios tecnológicos con los que hoy contamos, y los niños y maestros no tenían acceso a libros y otros materiales como ahora. 

Pero desde entonces, esos libros tuvieron un propósito ideológico para sostener al PRI a través de los mitos históricos que crearon y cuya herencia aún persiste. Esta visión sesgada de la historia nacional es la que ha favorecido el discurso ideológico del actual gobierno, que construye su apoyo social con base en aquellas mentiras y leyendas que se enseñaron en los libros de texto de hace décadas y que hoy influyen a millones de votantes. No es de extrañar que haya un interés por perpetuar esos errores e introducir otros para favorecer a la clase gobernante mediante la manipulación ideológica de las masas.

La enseñanza en nuestro siglo debe fomentar el uso de la razón, la capacidad crítica, la voluntad, despertar el interés y la curiosidad de los alumnos y darles los medios y la orientación para satisfacer esas necesidades de conocimiento. Para ello se requieren herramientas flexibles que los libros de texto no proporcionan. Se necesitan, además, maestros que sepan motivar, guiar y enseñar por lo menos lo básico, para que sus alumnos puedan ir descubriendo por sí mismos lo que su deseo de saber los lleve a profundizar.

Más allá de los contenidos de los libros de texto que podrían ser muy mejorables y ayudar un poco más a los niños a aprender, el concepto en sí me parece obsoleto, en el siglo de la internet, las redes sociales y la inteligencia artificial.

Primero, porque los libros están hechos de papel. Los formatos electrónicos superan por mucho al uso de libros de papel ya que no tienen problemas de transporte y distribución, se actualizan de manera instantánea en millones de dispositivos, tienen una enorme flexibilidad, su capacidad de almacenar información es infinitamente mayor, etc.

Segundo, porque son únicos. En un mundo que vive una enorme diversidad y en el cual la información y el conocimiento están ampliamente difundidos, pretender que haya un libro de texto único es un anacronismo absurdo. 

Tercero, los contenidos de los libros de texto único siempre estarán sujetos a los sesgos ideológicos de los gobernantes en turno, y rara vez a las necesidades pedagógicas que se requieren para tener alumnos de alta calidad. Tampoco ofrecen la flexibilidad que les permita adaptarse a los modos de aprendizaje de las millones de mentes, cada una tan diferente, que estarán aprendiendo de ellos. 

Quizá lo único rescatable es que sean “gratuitos”, es decir, pagados con los impuestos de todos, pero aún así, ese dinero se podría utilizar de manera mucho más eficiente.

Hoy esto es posible gracias a la tecnología. En lugar de repartir libros de texto de papel, se podrían repartir tabletas electrónicas que contuvieran una biblioteca de miles de libros, videos, música, podcasts, encabezados por libros guía que enseñen a acceder a toda la vastedad de información disponible en internet. 

Si a estas tabletas se les agrega una conexión a internet, las posibilidades de aprendizaje se multiplican de manera exponencial al tener acceso a bibliotecas electrónicas, publicaciones científicas, museos, música clásica, juegos como ajedrez y las herramientas de inteligencia artificial. Estas tabletas podrían estar diseñadas para que les duraran toda la primaria. 

Todo esto es posible siempre y cuando el objetivo no sea satisfacer las necesidades políticas del gobernante en turno, sino enseñar a los niños a pensar y tener las habilidades que requiere el siglo XXI. En lugar de estar discutiendo contenidos rígidos de libros de texto mal hechos, podríamos discutir cómo aplicar la tecnología a la educación para facilitar realmente el aprendizaje. 

Seguir utilizando libros de texto únicos, impresos en papel, con contenidos rígidos, limitados e ideologizados, es condenar a la ignorancia y la pobreza a los más desfavorecidos de este país. Las familias de mayores ingresos ya tienen acceso a las tecnologías que les permiten a sus niños crecer intelectualmente cuando están bien orientados por sus padres. Si no eliminamos estas discrepancias en oportunidades para aprender, la brecha entre el México moderno y el ancestral seguirá creciendo y la ignorancia será el fertilizante para que florezcan malos gobiernos.