Nos encontramos en el punto de cierre y aplicación próxima de las encuestas que tanto el Frente Amplio por México como la coalición oficialista integrada por MORENA, PT y PVEM harán con sus respectivas militancias y simpatizantes dentro de la ciudadanía, para determinar quiénes serán las personas responsables de “coordinar los trabajos” (léase candidatura) de dichos partidos rumbo al proceso de elección ordinaria presidencial en 2024.
Hasta el momento, ambos procesos han sido muy opacos en lo relativo a los mecanismos que emplearán para tomar su decisión. Sólo se sabe que se han convocado (en el caso del Frente) o sorteado (en el oficialismo) a las empresas que implementarán dichos cuestionarios. Tampoco se sabe (ni se sabrá) de qué manera se estarán determinando los criterios de distribución de las muestras seleccionadas. Por ejemplo, en el Frente se sabe que se han hecho distinciones entre los valores de las encuestas telefónicas (30%) y las hechas en domicilio (70%), que se llevarán a cabo del 27 al 30 de agosto. Aunque luego éstas se equilibrarán con la jornada de votación directa que se hará el 3 de septiembre con base en las personas que se registraron en su portal y que asciende a poco más de 2 millones de ciudadanos, desplegados en los 300 distritos del país. Finalmente, cada factor (encuestas y votación, respectivamente, contarán a razón del 50% y de su promedio saldrá la ganadora del proceso).
Para el caso del obradorismo, la decisión se sostendrá en apenas con la aplicación de 12,500 cuestionarios, que se aplicarán del 28 de agosto al 3 de septiembre, a cargo de 4 empresas que fueron sorteadas a partir de las propuestas de los aspirantes, lo cual es llamativo si se considera –conforme al último registro de militantes ante el INE– que MORENA posee 2,322,138, el Partido Verde tiene 592,417 y el PT está con 457,624 registros. Su valor es del 75%, pero nada se ha dicho de dónde o cómo se procederá a ponderar el 25% restante. Sin embargo, es un secreto a voces que la interpretación y orientación que resulte está condicionada fuertemente por la opinión del presidente, así que no resulta ingenuo deducir entonces de dónde provendrá ese porcentaje faltante y que se anunciará el próximo día 6 de septiembre.
Diferencias también importantes en los formatos de ambos procesos: en el caso del Frente se emplearon debates y foros cerrados (más apegados a lo que pidió el INE con respecto a valorar la naturaleza de los eventos como no actos explícitos de campaña), mientras que el oficialismo se desbordó de manera indiscriminada en el desarrollo de acciones como mítines masivos (“asambleas informativas”), acompañados de acarreos, pintas de bardas y espectaculares, además del empleo de propaganda disfrazada a través de reportajes y entrevistas en medios impresos, e incluso libros testimoniales o de “autoría propia”. Una fiscalización seria de este proceso nos mostraría que se dista mucho de la tan llevada y traída cantaleta de que no hay derroche ni tampoco desvío de recursos públicos en estos eventos, y de que hay austeridad en los procesos. Hay violaciones flagrantes y el INE ha sido una autoridad poco consistente en lo relativo a impedirlas.
Ahora bien, la recta final nos muestra 2 procesos complicados, especialmente con respecto a cómo se darán las condiciones de aceptación o no de la derrota entre las y los aspirantes que estén tanto en el contexto del Frente (Xóchitl Gálvez y Beatriz Paredes) y el oficialismo (Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard). En el primero de los mismos, la presión recae en Paredes, en tanto se sabe como una política con más experiencia y temple, pero que carece de la emoción y el ímpetu repentino que Gálvez le vino a dar a la oposición. Una ruptura PAN-PRI a estas alturas sería simplemente dejar el campo libre a una victoria del obradorismo, sin importar ya quien fuera ganador/a en dicho espacio.
El tercer actor en escena, el PRD, ya dejó clara su inclinación a favor de Gálvez, si bien debería estar consciente de que puede jugar un papel mucho mayor en tanto ser el partido bisagra que centre y oriente programáticamente los contenidos de una plataforma que no caiga dentro de la simple dinámica reactiva a la agenda del presidente y de quien resulte su elegido/a, tal y como se ha visto hasta hoy. El esfuerzo para atraer y convencer al 15% del electorado que sigue sin definir con claridad el sentido de su voto dentro de las encuestas, resulta por ello clave si se pretende tener una ventana de oportunidad y estrechar la elección.
En cambio, dentro del oficialismo, la liga se sigue tensando a partir de las acciones y denuncias indicadas por Marcelo Ebrard (quien abiertamente no oculta su distanciamiento con el líder partidista y otrora aliado suyo, Mario Delgado), con respecto al empleo de recursos desde instancias oficiales como la Secretaría del Bienestar a favor de Claudia Sheinbaum. El presidente negó categóricamente esta situación, mandándole con ello un mensaje de que no cambiará en la decisión que ya muchos consideran tiene tomada desde el pasado mes de marzo, cuando en su alocución del Día de la Expropiación Petrolera, AMLO aprovechó no sólo para hacer explícita su ruptura con Cuauhtémoc Cárdenas al mencionar que él no se equivocaría como lo hiciera don Lázaro al virar la decisión sucesoria de 1940 hacia la moderación y la derecha, sino que el rumbo permanecería en el sentido de profundizar y consolidar el programa de la 4T.
Esta serie de mensajes velados o directos han sido respondidos por Ebrard señalando que no tiene intención de abandonar el campo. Pero esto le implica entonces tener solo dos escenarios o aceptar el resultado, someterse y/o negociar opciones para si mismo y los suyos; o todavía llevar el asunto al extremo, como lo sería judicializar e impugnar el proceso, primero ante las propias instancias internas de MORENA, y luego –de ser el caso– trasladarla al ámbito de las autoridades electorales ya sea por actos de fiscalización o de transparentar el método demoscópico ante el TEPJF, quien podría anular dicho proceso y forzar a uno nuevo. Sin embargo, es muy complicado que Ebrard pudiera hacerse de la candidatura por esa vía, pero ciertamente cabe verla como una opción no lejana y posible en su momento. Y esto también podría aplicarse para el caso del Frente Amplio.
Como puede verse, las batallas que se vienen librando en ambos terrenos implica estar muy atentos a lo que puedan plantearse como cambios de última hora, una vez que se han dado los cierres de los recorridos dentro del oficialismo y de los foros opositores. Sin duda, será un proceso de mucha reflexión para quienes tengan la oportunidad de opinar y decidir en los próximos días dentro de ambos ejercicios consultivos.