Si alguien me hubiera dicho que mi tarde del 14 de agosto pasado terminaría con la imagen de los senos de María Rojo amamantando a Iván Robles, hubiera lanzado una mirada con sospecha. Pero así fue.
Ese día se inauguró la Cineteca Nacional de las Artes, que tuvo como muestra de estreno el cortometraje “Idilio”, de 1978, dirigida por Jaime Humberto Hermosillo, y coprotagonizada por Rojo y Robles. La obra, adaptada del cuento del mismo nombre de Guy de Maupassant, describe a dos jóvenes que, en la espera de un tren, terminan haciéndose favores mutuos: ella, liberarse del dolor que le provocaba la leche acumulada en sus senos; él, probar alimento después de tres días de hambruna.
“Idilio” es una pieza potente y magistralmente actuada. Quienes tuvimos la fortuna de verla por primera ocasión, abandonamos las pantallas con la incógnita del por qué María Rojo, invitada de honor a la inauguración, habría elegido esa obra y ninguna otra para la apertura del nuevo recinto cultural. Quizás fueran las ganas de recordarse joven con pechos firmes. Quizás pretendía un significado en la disimetría cultural sobre el erotismo entre el México de los setenta y el actual. Quizás había otros simbolismos. Quizás no.
O quizás simplemente la nueva Cineteca decidió abrir así: disruptivamente. Y es que esta sede que se suma a la Cineteca Nacional, y precede a una más que abrirá en Chapultepec, sí pretende ser un esfuerzo disruptivo entre la oferta cinematográfica entre el cine comercial y el cultural.
El recinto, inaugurado en la década de los noventa bajo la marca Cinemark, y luego adquirida por Cinemex, operó hasta agosto de 2022. Durante este periodo, funcionó como una suerte de nicho aislado dentro del complejo del Centro Nacional de las Artes y los Estudios Churubusco. Resultaba irónico que, justo ahí donde el estado mexicano invertía en jóvenes creadores, y en el desarrollo audiovisual, se careciera de un espacio para el cine de arte. Más aún: que estos nodos culturales estuvieran distanciados por los principios físicos de la concesión.
Ahora, con la Cineteca Nacional de las Artes no solo aumenta la oferta cultural de la Ciudad de México: integrados los diferentes espacios creativos y de difusión, emerge un complejo cultural en donde la formación, producción y proyección de talento convergen en un mismo espacio. Tal vez, desde su concepción, había fuerzas misteriosas que luchaban por un destino común. Y es, quizás, el verdadero significado de “Idilio”: las ansias de proveer, con las ganas de encontrar.
Confieso el sesgo de mi afinidad por la Cineteca, en donde por años he encontrado en Avenida Coyoacán un sinfín de motivos para creer en el cine de arte. Pero creo también en las palabras de la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, al decir que asistir al cine es, ante todo, una actividad colectiva en donde arte y emociones compartidas confluyen para dar luz a experiencias únicas.
La Cineteca Nacional de las Artes es un acierto, como también lo fueron los senos de María Rojo.