ELECCIONES 2024

De augurios y ensueños

Los nombres que aparecerán en la boleta del 2024 se antojan inciertos. | Ricardo de la Peña

Créditos: #OpiniónLSR
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Es original de Niels Bohr la célebre frase de que “hacer predicciones es muy difícil, especialmente cuando se trata del futuro”. Y eso viene a colación porque hace pocos meses se daba por sentado un triunfo contundente de Morena y sus aliados en la elección presidencial de 2024; incluso se debatía si se alcanzaría la mayoría calificada que deseaba el Presidente de la República. Luego, recientemente, se aseguraba que la elección sería cerrada entre dos mujeres: Claudia y Xóchitl, Xóchitl o Claudia. Pero, como siempre, y recordando al gran Yogi Berra, “esto no se acaba hasta que se acaba”.

El riesgo de pronosticar

La experiencia demuestra, a quienes tienen memoria y senectud, que los pronósticos anticipados sobre el resultado de una elección presidencial en México no siempre suelen corresponder con la realidad en las urnas meses más tarde. Es dable recordar que se habló de una ventaja irreversible a favor de Labastida cuando el ganador fue Fox o de los diez puntos sostenidos de ventaja de López Obrador cuando en estrecha disputa ganó Calderón. Y aunque el triunfador no estuvo equivocado, no se suponía meses antes que la ventaja de Peña Nieto sobre López Obrador fuera de un solo dígito, ni que el propio López Obrador alcanzará más de la mitad de los votos en la más reciente ocasión. ¿Por qué ocurre esto? No se trata de que especialistas, comentaristas y ciudadanos sean malos para los pronósticos, sino simplemente de que en los nueve meses de gestación de un resultado electoral suelen ocurrir demasiados acontecimientos y cualquier agenda prevista se ve desbordada por sucesos fuera del radar que afectan de manera significativa las preferencias. Eso es todo… y es muchísimo.

Antes de los descartes

Hoy estamos antes de los descartes finales de los “procesos políticos” que encubren precampañas anticipadas en las dos coaliciones partidistas. Y de cada lado se ve la posibilidad de que más de una persona pudiera ser quien gane, aunque es claro para algunos quiénes serán las abanderadas, mientras otros lo ponen aún en duda y apuestan por posibles cambios al final de las contiendas internas. Y no se sabe qué harán quiénes se ven como más probables cartas a desechar: si asumirán su derrota y continuarán en las filas de la coalición en la que compitieron o saldrán a rifársela con el tercero en discordia, desplazando una candidatura propia que se ha visto como probable. Así, los nombres que aparecerán en la boleta se antojan inciertos, incluso cuando hayan terminado las contiendas internas. Del lado guinda, hay quienes dicen que no habrá ruptura dada la potencial amenaza de acciones punitivas contra quien se desprendiera, pero hay quienes opinan que la abierta crítica a lo disparejo del proceso y el recurso a la vía judicial por sus seguidores hace pensar que el posible derrotado está preparando la pista de aterrizaje fuera de las filas morenistas. Y del lado frentista se observa una incredulidad de los simpatizantes de la actual líder a una posible derrota y un supuesto entendimiento de que ello sólo podría ser producto de un acarreo partidista que debiera llevar a la búsqueda de otras opciones para que su preferida esté en la boleta. Y así, de darse o no darse salidas, el listado no será conocido de inmediato y según cuál sea éste el reparto de respaldos al arranque pudiera ser distinto. Luego, durante las campañas, cualquier distribución podría cambiar en muchos puntos entre unas y otros hasta devenir en un resultado que, como buena democracia, será incierto hasta que los ciudadanos sufraguen. Entonces no es momento para profetizar ni asegurar la verdad de ninguna creencia personal o grupal, sino de atender a la cambiante dinámica de las intenciones de voto del electorado.