De lo ostentoso a lo risible y de ahí, sin escalas, a lo anodino. La ruta no falla en los anuncios más desorbitados de nuestros gobernantes.
Hay cosas que no cambian en la política. Una de ellas es el recurso frecuente a la demagogia como sustento de la argumentación política. No preocupa la falsedad, el disparate de sus anuncios o lo panfletario de los criterios que quieren imponer a los demás, sino la pasividad con la que los ciudadanos asumimos y pagamos sus costos.
El periodo pasado, un alcalde de Ciudad Valles, Adrián Esper Cárdenas, informó a sus gobernados que había apartado una flotilla de camionetas Cybertruck, de Tesla, para que la policía municipal a su cargo patrullara las calles y acabara con la criminalidad. Los vallenses lo votaron con mucho entusiasmo sólo para enterarse que su gobernante resultó un chulángano fantasioso sin remedio. Al señor le alcanzó la disociación con la realidad, o el mero arrojo irresponsable, para presentarse candidato a gobernador por el PES.
De la audacia del gobernador Ricardo Gallardo Cardona a nadie le queda duda. Si hay quien no se lo reconoce, incurre en un error de perspectiva, más si se dedica a la política o a la función pública. No es de apocados que entre elección ganada para gobernador y formal en prisión con cargos federales graves medie apenas poco más de un sexenio, con diputación federal en el medio.
La audacia después de dos mandatos grisáceos, pasivos y de mero “patear el bote” de los problemas sin resolverlos, desde luego genera seguidores. Los dos fueron gobiernos dedicados a la limitada tarea de pagar nóminas, los servicios de las oficinas y cumplir con trámites y liturgias políticas.
Osado, sí, hasta la imprudencia, la necedad y la intolerancia. Los detalles no escapan ni a sus colaboradores más cercanos. A principios de año anunció la compra de medio centenar de coches deportivos de alta gama (Mustang y Camaros), para la nueva División de Caminos de la Guardia Civil. Los briosos autos se compraron, pero el gobierno federal negó el permiso para que la policía estatal opere en carreteras federales. Los briosos muscle cars del gobernador potosino se limitarán a vías estatales, algunas decentes, pero otras meras terracerías y vías dolorosas.
En la crisis del agua que vive la capital potosina y zona metropolitana, arremete una y otra vez contra el organismo intermunicipal operador, que preside el alcalde capitalino Enrique Galindo Ceballos. Un día lo quiere desaparecer y al otro reta con propuestas de solución deslumbrantes pero que no van más allá de la ruidosa provocación mediática.
Con la presa más próxima a San Luis seca, la San José, e inhabilitada por reparaciones urgentes la del Realito, Gallardo anunció un acueducto desde la presa El Peaje, localizada en el municipio de Mexquitic. Ni la CNA, ni el Consejo Hídrico Estatal ni el Comité Técnico de Aguas Subterráneas (COTAS) apoyaron la idea.
A largo plazo, un acueducto tal vez sea bienvenido, si la complicada orografía del trayecto lo permite. La construcción de un acueducto se llevaría, entre planeación, estudios técnicos y realización, un par de años. Obvio, no es una solución para la emergencia que vive San Luis, sin presas, sin lluvias y con los espejos de sus pozos descendiendo por la excesiva extracción.
Probablemente al gobernador le ganó el entusiasmo por las reparaciones recientes que su administración realizó a la presa El Peaje, un vaso regulador de avenidas de agua en la parte alta de la región y que aporta agua a la presa San José. Pero el Peaje, después de dos años vacía, apenas tiene un charco que CNA calcula inadecuado para dar agua a la capital potosina.
Hay además algo entre esas presas, un adeudo sanitario que pagan los habitantes de la zona entre los vasos. Domingo Bravo Marín y María de Jesús Zamarrón Moreno, residentes de la comunidad de Casa Blanca, Escalerillas, murieron esperando el fallo de una demanda de amparo que promovieron contra autoridades federales que estatales y municipales en materia de agua. Domingo sufría un padecimiento que le impedía caminar y comer de manera independiente (usaba una sonda de gastrostomía). Además, también necesitaba asistencia para respirar.
Domingo y su compañera reclamaron “la violación directa al Derecho Humano a la Salud, al agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente, salubre, aceptable y asequible, el derecho a un medio ambiente sano…la obra y consecuencias de la deficiente obra realizada en Escalerillas, específicamente en cuanto a la obra en la que realizaron el drenaje dentro del cauce del rio, que corre de la Presa del Peaje a la Presa de San José… La omisión de dar mantenimiento al deficiente drenaje en Escalerillas y por consecuencia la contaminación causada al medio ambiente… La falta de suministro de agua potable para consumo humano y doméstico en el domicilio de los quejosos…”.
No sólo fue la obra de drenaje en el cauce de los escurrimientos desde El Peaje a presa San José, una ocurrencia muy riesgosa, sino la falta de mantenimiento que acabó por contaminar esos cauces. Con las lluvias, el arrastre de materia fecal era de esperarse. Ya se entiende el por qué en la presa San José, hoy sin agua, prosperó un lirio ricamente abonado por puntual arrastre de materia orgánica.
Encima de eso, les suspendieron el servicio de abasto en pipas. Más de dos años llevó desbrozar el tema y los denunciantes fallecieron. El expediente es un desaforado voleo entre Conagua, Comisión Estatal del Agua, el Interapas, el Ayuntamiento y lo que se atraviese. Aventar la pelota al otro y repartir culpas.
Como la reclamación de Domingo y María de Jesús no era de mero interés personal, pues la afectación al derecho a agua limpia y a ambiente sano abarca las comunidades de la zona, el juzgado federal resolvió obligar a las autoridades de los tres niveles a hacer lo que a cada una corresponde. A tira y tirón, porque el juzgado ha tenido que recordar a cada una los costos del desacato: multa económica, inhabilitación y cárcel.
Desde hace veinte años se sabe que la zona metropolitana de San Luis, Soledad y Cerro de San Pedro no es viable sin la construcción de más presas alimentadoras. Esa es la realidad. Pero como la solución no es efectista, ni rápida, la autoridad seguirá omisa en el irresponsable desperdicio de agua por el bulevar río Santiago cada que llueve. Prefieren construir un nuevo espacio para el jaripeo y las suertes charras que infraestructura hídrica bien planeada y mejor hecha.
Así andamos.