Voy a empezar por decir que Wendy Guevara me cae bien y que disfruté la película de Barbie, porque esto no se trata ni de Wendy ni de Barbie, sino de la manera en que nos venden la idea de que una Barbie puede ser un ícono feminista en 2023 o que la victoria de Wendy en un programa de Televisa es una victoria para la lucha por la diversidad.
Barbie es un producto, nadie cuestiona esto, y la impactante campaña de publicidad nos lo recuerda claramente; Barbie es una muñeca que podemos comprar, un look que podemos comprar, una marea de merch que deseamos comprar y poseer. Lo que haremos en unos meses con esos vasos, mochilas, sandalias, y camisetas Barbie que hemos adquirido, fotografiado y –muy seguramente– arrumbado al fondo de los cajones es ya una señal de lo que significa Barbie: el empoderamiento a través del consumo vacío.
Este texto de Tithi Bhattacharya explica de forma maravillosa por qué millones de mujeres en el mundo hemos disfrutado Barbie, y también cuáles son los límites de la película. El feminismo blanco –es decir, el que no reconoce el privilegio racial en el movimiento feminista clásico– y su vertiente capitalista y liberal nos da en Barbie un producto perfecto, mujeres perfectas (que se sienten imperfectas) nos da a su mayor exponente, sé lo que quieras ser: presidenta, juez, cirujana… ninguna Barbie es camarera, o limpiadora; en el mundo de Barbie, no hablamos de los trabajos que requieren hacerse cargo de la suciedad, de los trabajos precarios, de los trabajos invisibilizados. Podemos ser Barbie rarita, pero no Barbie rabiosa, porque eso no le sirve al capital.
En el caso de La Casa de los Famosos, el personaje que se presentó de Wendy Guevara logró que decenas de miles de personas en México y Latinoamérica volvieran a sintonizar la televisora que hasta hacía dos minutos era poco menos que diabólica. La telebasura de pronto se volvió en estandarte y defensora de los derechos humanos; explotando la identidad y vida de una mujer trans, Televisa se llevó la medallita de visibilizar a la comunidad, de ceder espacios, de amplificar voces; Emilio Azcárraga, santo patrono de la diversidad.
Wendy se llevó el voto del público tanto como se lo ha llevado Barbie, ambas son encantadoras, y nos dan momentos de reflexión valiosos; pero no olvidemos que ninguna de las dos existe en un vacío. Que tanto la liberación de Barbie ante las palabras emotivas de America Ferrera, como la victoria de Wendy, han sido triunfos de y para corporaciones explotadoras, sexistas y capitalistas, que el día de mañana volverán a decirnos a las mujeres que nuestros cuerpos son incorrectos, que nuestro lugar es fuera de la vida pública, que la violencia nos la buscamos nosotras, y que no somos bienvenidas en sus MojoDojoCasaHouse de los Famosos si no es para ser bonitas o ser graciosas.
Eso sí, cualquier cosa que signifique el fracaso de Sergio Mayer es motivo de celebración.