Desde hace unos años la representación democrática en el mundo se encuentra en una crisis de credibilidad. Las encuestas de mediciones sobre la conformidad con ese sistema político muestran un profundo descontento incentivado por los escasos avances en el bienestar económico de las sociedades. Diversas publicaciones abordan el tema del desencanto con la democracia y el gran distanciamiento entre la ciudadanía y sus representantes. Incluso en algunas democracias “consolidadas” se han observado algunas señales de alerta que muestran retrocesos en el cumplimiento de los derechos civiles y políticos, así como tintes de intolerancia y discriminación.
Esta problemática ha influido en la percepción sobre los parlamentos en el mundo, y la población cuestiona cada vez más la legitimidad de sus decisiones. A ello se suma la crisis de los partidos políticos tradicionales, que, especialmente en México, muestran una relación distante con la sociedad. Ante este panorama es indispensable replantear el papel del Poder Legislativo y sus principales retos.
Los Parlamentos tienen un carácter simbólico que denota la existencia de un sistema democrático. La Unión Parlamentaria Internacional tiene registrados a 179 parlamentos nacionales; esto es, la mayoría de los países miembros de la ONU.
En la actualidad, no se concibe un Estado democrático sin un poder legislativo. No obstante, estos cuerpos colegiados están lejos de tener características uniformes. El autor Olivier Rozenberg identifica catorce elementos definitorios de los parlamentos, agrupados en cuatro categorías (1): 1. Tipo de membresía (carácter plural de los parlamentarios, con igualdad jurídica y un determinado nivel de autonomía respecto de los representados); 2. Atribuciones, considerando también la relación con el Ejecutivo; 3. Nivel de deliberación (considerando el consenso requerido para las decisiones); y 4. Organización, que incluye el nivel de cohesión entre sus integrantes.
Probablemente la función más importante de los legisladores es la representación: dado que la ciudadanía no puede participar siempre de manera directa en las decisiones, el parlamento hace valer su voz en una especie de “principal–agente”. Ello requiere la existencia de canales de comunicación permanentemente con los representados para conocer los valores y opiniones sobre temas de interés público y, posteriormente, exponer y justificar las decisiones que se tomen al respecto.
Esto implica una dificultad adicional: los legisladores responden a varios grupos de interés de manera simultánea: desde sus electores hasta los grupos empresariales, sus distritos o el interés de todo el país, así como la responsabilidad hacia sus partidos y líderes políticos. Quienes son representantes deben conciliar todos estos intereses.
Así, el primer reto del Legislativo en México es incrementar su credibilidad ante la sociedad. Actualmente, como se observa en las encuestas nacionales y regionales, es una institución muy denostada, la ciudadanía tiene poca confianza y no tiene conciencia de su verdadero rol en un sistema democrático.
El acercamiento con la ciudadanía podría darse a través de verdaderos ejercicios del Parlamento Abierto, en los que no sólo especialistas, sino cualquier persona interesada pueda opinar sobre los temas de la agenda pública.
Otro importante reto es una mayor profesionalización en dos vertientes: de legisladores y de personal de apoyo. Cada tres años, los diputados tenían que iniciar el proceso de aprendizaje sobre asuntos legislativos. La reelección tiene entre sus finalidades reducir el tiempo de curva de aprendizaje, pero que no es suficiente. Para 2021 únicamente se reeligieron 139 diputados de 500 –menos del 28 por ciento– y se presentaron algunas dificultades, como el requisito de que la postulación debía ser realizada por los partidos, lo que redujo el margen de maniobra de aquellos. En cuanto al staff, se consideró adecuado establecer un servicio de carrera que permitiera a los servidores públicos más capacitación de carácter técnico especializado.
Y un último reto, fundamental para la vida democrática nacional, es lograr una mayor independencia respecto al Ejecutivo. Es posible compartir un mismo proyecto político, pero el Legislativo no puede perder su calidad de contrapeso y ejercer sus funciones de control y supervisión.
Existe mucho trabajo por hacer y lo primero es reflexionar si queremos preservar los espacios democráticos que tanto nos ha costado obtener como sociedad e incrementarlos, teniendo en cuenta que este sistema no garantiza en automático una mejora en las condiciones de vida, pero sí busca proteger a toda costa nuestros derechos individuales y colectivos.
El camino hacia 2024 representa una excelente oportunidad para llevar a cabo estos ejercicios de reflexión. Es necesario abrir espacios de diálogo para llegar a acuerdos que fortalezcan nuestras instituciones democráticas, independientemente de la persona que resulte electa para ocupar la Presidencia de la República.
*Ernesto Pérez Rodríguez
Maestro en Cooperación Internacional para el Desarrollo por el Instituto Mora, así como Especialista en Derecho Parlamentario y Técnica Legislativa. Egresado de la Maestría en Ciencias Jurídicas de la Universidad Panamericana y en Derecho Parlamentario de la Universidad Autónoma del Estado de México. Actualmente es Coordinador de Asesores en la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara de Diputados.
1. ROZENBERG, O. (2020). On the concepts of parliament, parliamentarism and parliamentary democracy. En C. BENOIT, & O. ROZENBERG, Handbook of Parliamentary Studies. Interdisciplinary approaches to legislatures (págs. 14-31). Londres: Edward Elgas Publishing.
Bibliografía
MORA-DONATTO, C. (2018). Los nuevos desafíos del control parlamentario en México. Análisis y reflexiones. Boletín Mexicano de Derecho Comparado.
ROZENBERG, O. (2020). On the concepts of parliament, parliamentarism and parliamentary democracy. En C. BENOIT, & O. ROZENBERG, Handbook of Parliamentary Studies. Interdisciplinary approaches to legislatures. Edward Elgas Publishing.
SANTANO, A. C., & CORONA NAKAMURA, L. A. (2020). La parlamentarización de los sistemas presidencialistas y los derechos políticos de presidentes democráticamente elegidos: una visión desde los derechos humanos. Estudios Constitucionales.