El modelo de gobernar del presidente Andrés Manuel López Obrador se basa en los valores de honorabilidad, honestidad y anticorrupción, pero que no necesariamente contiene elementos de transformación, porque todavía falta contabilizar el ingrediente de eficacia y eficiencia en el ejercicio de su administración.
Parece que poco a poco el desgaste comienza a pasarle la factura a los bonos democráticos del presidente de la República. Sin embargo, el Ejecutivo Federal conserva un nicho de apoyo en redes sociales, pero lamentablemente en su mayoría se trata de un grupo que se dedica a descalificar e insultar a quienes critican al presidente y su cuarta transformación, que no favorecen al diálogo, tolerancia e intercambio de ideas.
Antes de llegar al poder, Andrés Manuel López Obrador se dedicaba a recopilar elementos de crítica que le aportaban organismos públicos o de la sociedad civil, que señalaban al poder político, por su deficiencia en políticas públicas de todas las funciones de Estado y de gobierno.
Criticó la respuesta de la Comisión Nacional de Seguridad y de la secretaría de Gobernación en los sucesos de violencia en Ayotzinapa, Tlatlaya, El Sol, Nochistlán; en Jalisco, Michoacán, Tamaulipas o Veracruz.
Fue implacable al señalar a la Procuraduría General de la República por ocultar actos corrupción en secretarías de Estado y dependencias del Ejecutivo Federal como, por ejemplo, la Casa Blanca, Malinalco, la Estafa Maestra, la compra de medicamentos falsos en Veracruz, adquisiciones a sobre precio, etcétera.
La política social de las administraciones pasadas le parecía un elemento para empobrecer más a las clases desfavorecidas, que tuvo su sustentó en el modelo económico vigente entonces.
Pero hoy la cuarta transformación encuentra más resistencias que facilidades, en virtud de los sistemas que se desprenden de las funciones de Estado y de gobierno que pretende modificar.
Tratar de empatar la justicia social entre los distintos sistemas de seguridad social de los servidores públicos con los de los ciudadanos es muy difícil o procurar el mejoramiento de las condiciones sociales de quienes trabajan en la informalidad y asimilarlas a las del magisterio, de los militares o de los petroleros.
La cuarta transformación debería ser una transformación de Estado, ceñirse y hacer costumbre en la práctica de principios democráticos que, entre otras cosas, debe modificar la conducta de los servidores públicos y no despedirlos por su presunta simpatía con un partido político distinto al gobernante.
Un cambio en la administración pública, como lo es del PRI a Morena, solo es un cambio de régimen político, pero persisten las mismas prácticas políticas que al final de la administración del presidente López Obrador, solo van a empañar su gestión, y si el ganador de la elección presidencial es de signo político distinto al actual, solo veremos revanchas y venganzas.