HUELGAS

Las huelgas mineras que dejaron de ser un murmullo

Esos mineros que no se doblan piden justicia internacional, porque de la nacional, no sale ni siquiera un puñado de tierra. | Manuel Fuentes

Escrito en OPINIÓN el

A veces es difícil escribir cuando las condiciones son adversas, pero eso permite que pueda surgir tu otro yo, el que está más suelto y que no se encuentra atrapado en este remolino intenso de sucesos y emociones.

Abro mi libreta de apuntes y no puedo evitar que en mi mente aparezcan aquellos mineros que llevan 16 años en huelga; me desconcentra pensar que ni el gobierno de Fox, Calderón, Peña Nieto o de López Obrador hayan sido capaces de sentar a la mesa a Germán Larrea para llegar a un acuerdo.

Son los mineros de esa trilogía de banderas rojinegras, rotas, desgastadas por el tiempo en Sombrerete (Zacatecas), Taxco (Guerrero), y Cananea (Sonora), quienes siguen peleando para que se reconozcan sus derechos.

Han acudido a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y, en semanas recientes, al Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida, sustentado en el T-MEC, ante la incapacidad, a veces condescendencia, y hasta complicidad, de los gobiernos federales con ese empresario que ha podido burlarse de las leyes laborales, y peor aún, del dolor de los trabajadores y sus familias.

El empresario, junto con su equipo jurídico de flechas rotas, ha hecho lo posible por desconocer, sin éxito alguno, las huelgas de esos heroicos mineros, en lugar de buscar una solución a estos conflictos.

Usando la anquilosada Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, obtuvo resoluciones inauditas, que sólo se cuecen en la casa de los brujos donde se anida la corrupción y la complicidad, que desconocen las huelgas a como dé lugar. Fueron jueces, magistrados y hasta ministros quienes pudieron aquietar las tempestades que pretendían romper con ejercer sus derechos.

No sé de qué están hechos estos mineros que no se rinden. Verlos marchar gritando: “¡Huelga! ¡Huelga!”, después de 16 años, es digno de admirarse. En sus asambleas no se ve desánimo alguno, como si fuera el primer día en el que pusieron sus banderas de color rojo y negro, en esas minas del demonio, que ahora siguen cerradas por capricho del patrón.

Fue el 30 de julio de 2007 cuando fueron cerradas esas tres minas, después de aplazarse las huelgas, y luego de una ineficiente mediación de las autoridades laborales. Los mineros sólo reclamaban mejores condiciones de trabajo, medidas contra prevención de riesgos y respeto a su contrato colectivo.

Nunca pensaron que su huelga abarcaría 4 presidentes de la República y miles de hojas de expedientes defendiendo sus derechos. Mineros apostados en sus tiendas de campaña, cuidando las minas como si fueran suyas, aunque un deslustrado beneficiado del poder las detenta por ser su “dueño”; pero sólo de las concesiones, porque las minas no le pertenecen.

La avaricia y la corrupción en México, en beneficio de unos cuantos codiciosos empresarios y sus grandes corporaciones que ejercen gran poder en el gobierno del país es palpable, se vive día a día.

Yo me pregunto: ¿Cómo será amanecer en una huelga?, 16 años de soportarla, 5 mil 840 noches. ¿Serían como las describía Juan Rulfo en su cuento “En la madrugada” que escribió en 1953?:

“Las nubes de la noche durmieron sobre el pueblo buscando el calor de la gente. Ahora está por salir el sol y la niebla se levanta despacio, enrollando su sábana, dejando hebras blancas encima de los tejados. Un vapor gris, apenas visible, sube de los árboles y de la tierra mojada atraído por las nubes…”

Eso mineros que no se doblan piden justicia internacional porque de la nacional, por más que rascan en las profundidades de los socavones, no sale ni siquiera un puñado de tierra. Estas huelgas de la trilogía son incómodas para el gobierno y para el patrón que no sabe cómo derrotar a esos hombres que las sostienen.

Ellos, los hombres de las banderas rojinegras, también quieren que concluyan esas huelgas, pero con justicia, de la que escasea por todas partes, de la que no sale en las mañanas y que se esconde atrás de esos edificios fríos a los que llaman tribunales.

Yo quiero ver el amanecer de esas minas sin huelgas, dándoles vida con el trabajo digno, con seguridad, con salarios justos, con respeto a su contrato colectivo y a su sindicato, y a las familias felices. Y con el retiro de concesiones a personajes falaces que se han podrido de dinero con el trabajo ajeno.

Me gustaría ver los amaneceres y la vida como un murmullo, como se describían en Pedro Páramo, obra maestra de Juan Rulfo, en ese diálogo entre Juan Preciado y Dorotea:

“Allá hallarás mi querencia. El lugar que yo quise. Donde los sueños me enflaquecieron. Mi pueblo, levantado en la llanura. Lleno de árboles y de hojas, como una alcancía donde hemos guardado nuestros recuerdos. Sentirás que allí quisiera uno vivir para la eternidad.

El amanecer; la mañana; el medio día y la noche, siempre los mismos; pero con la diferencia del aire. Allí donde el aire cambia el color de las cosas; donde se ventila la vida como si fuera un murmullo; como si fuera un puro murmullo de la vida…”

Continúa la lucha ferviente de los trabajadores mineros para honrar a sus compañeros muertos y a decenas de heridos hasta que se haga justicia. Siguen de pie para exigir el respeto de sus derechos laborales, las condiciones de seguridad y salud que tanto carecen dentro de las minas, pero juntos, resistiendo en una sola voz.