Y mientras propios y extraños están con la euforia por las corcholatas, el frente y la división en MC, el país sigue su trágica marcha.
Hoy, una vez más, les traigo una historia de maltrato laboral, psicológico, hostigamiento y explotación, arbitrariedades que sufrió Ángela en sus casi cuatro años de servicio como cajera y encargada de bóveda en una sucursal de Morelia, Michoacán, del Banjercito, que al final la llevaron al quebranto personal.
Vea usted. A las denuncias por haberles quitado el reparto de utilidades y la falta de servicio médico que han denunciado trabajadores de esta institución, a lo largo y ancho de la República, ahora súmele abuso de funciones y maltrato por parte de los encargados de Banjercito.
Esta extrabajadora, que decidió hablar a condición de anonimato, lleva casi un año y medio luchando por que se haga justicia a su caso, o de menos, se castigue a los responsables, no sólo de su despido, sino del de varios de sus compañeros que afrontaron las mismas vejaciones.
Y es que, aunque el Banco Nacional del Ejército, Fuerza Aérea y Armada SNC brinda servicio sólo a personal castrense, es operado por varios civiles que trabajan en condiciones extenuantes.
“No podemos hacer nada porque nosotros ni siquiera tenemos sindicato en Banjercito. Estamos solos, no se puede hacer denuncias de nada, ni de los maltratos ni del hostigamiento ni de la explotación, ni de las horas que nos tenían ahí: siete de la mañana a siete de la noche “entaconadas”, sin comer, con el estómago inflamado, el estrés a todo lo que da, descuidando a tu familia, todo”, refiere.
Ángela fue despedida en enero de 2022, luego de haber denunciado este tipo de situaciones ante Relaciones Laborales y el Órgano Interno de Control (OIC) del banco desde dos años antes. Pero sus querellas no procedieron y fueron el punto de partida para que se ejerciera mayor presión y hostigamiento en su contra por parte de la supervisora Silvia Origel Calderón y el gerente Jorge Lugo Vergara.
Esta pareja, afirma, es quien ejerce un maltrato sistemático contra los trabajadores de esta sucursal.
Los amagos tomaron nueva forma cuando Ángela sufrió, en marzo de 2021, una agresión fuera de horario laboral mientras departía con uno de sus compañeros. La tremenda golpiza que le propinaron acompañantes de éste la llevó a presentar denuncias ante la fiscalía local y a que en el trabajo se le estigmatizara y se ensañaran en su contra, aprovechando su incapacidad laboral, y pese a que los hechos ocurrieron fuera de su centro de trabajo.
Increíblemente, se le acusó de ser problemática, mal hablar de sus compañeros y no acatar órdenes. Además, cualquier error en su trabajo comenzó a ser magnificado.
Para ella, esta fue la excusa que usó el banco para despedirla en enero de 2022. Inhalen y exhalen, pues le cuento que, encerrada en un cuarto y bajo coerción, es como le hicieron firmar su liquidación, sin darle oportunidad de consultar a un abogado.
Modus operandi
Ángela considera que esto ocurre siempre que alguno de los subordinados se queja de las condiciones o que el Banjercito considera como una amenaza para su prestigio.
“Estamos solos”, asegura, y no sin razón. Durante su estancia en el banco militar denunció en más de una ocasión los abusos, pero las quejas paraban en el OIC o no pasaban del correo del director de Banca Comercial. Inclusive, la misma Secretaría de la Función Pública no acreditó irregularidades en torno a su caso.
Tras ser despedida, recurrió de nuevo a la SFP para denunciar abuso de funciones, maltratos y violación a sus derechos humanos por parte de Silvia Origel y Jorge Lugo, quienes, dice, no les permitían a ella y sus compañeros ir al baño por horas ni tomar alimentos, y les hacían trabajar horas extras sin pago de por medio.
Su batalla legal llegó hasta la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX, pues, aunque las faltas ocurrieron en la sucursal de Morelia, los servidores públicos inmiscuidos están adscritos al OIC del Banjercito, y son dependientes jerárquica y funcionalmente de esta secretaría de Estado, con sede en la capital.
Las largas que ha recibido no son coincidencia, ya que la última respuesta que recibió Ángela del OIC fue el 30 de enero pasado, más de un año después de su despido, y cuando ya prescribió el caso. Además de que no hay procedencia, porque para ellos su caso corresponde al derecho laboral.
“Todo el mundo se va echando la bolita… y no pasa nada”, lamenta.
Considera que, al ser el Ejército, las dependencias tienen miedo y nadie se quiere meter con ellos, ya que, aunque cuenta con audios y constancias de los amagos que recibió el día de su despido, nadie quiere proceder ni intervenir y pasan los meses sin respuesta.
“Tengo mis constancias, también se las mandé al Órgano Interno. O sea, todo lo que yo tenía se los mandé para comprobarles que estas personas me habían afectado muchísimo. No les importa, de verdad. Es como si hasta les diera gusto que maltraten a los empleados. Te corren de la peor manera, te dejan sin trabajo, sin dinero y sin una constancia laboral”.
Con lágrimas y la voz cortada entre la desolación, frustración y la tristeza, prosiguió:
“Es más lo que sufres ahí trabajando, emocionalmente, psicológicamente. Te destrozan, te quebrantan tu alma, tu espíritu”, afirma sobre el infierno que vivió en el Banjercito. ¿Y la autoridad? Bien, gracias.
La columna de Lourdes Mendoza Peñaloza se publicó originalmente en El Financiero, reproducida aquí con autorización de la autora.
* Lourdes Mendoza Peñaloza es una periodista mexicana especializada en finanzas, política y sociales, con más de 20 años de experiencia en medios electrónicos, impresos, radio y televisión.