CALENTAMIENTO GLOBAL

Calor hasta en la sombra

El planeta está elevando su temperatura, estamos ante el anuncio preliminar del infierno que se podría vivir en el futuro. | Jorge Faljo

Escrito en OPINIÓN el

Junio fue el mes más caliente registrado en el planeta. La tendencia continuó y el 6 de julio se declaró el día más caliente desde, por lo menos 1979, cuando se inició la medición por medio de satélites. Hay registros de fuentes más tradicionales provenientes por lo menos de 1880 que también indican que los 10 años más calientes han ocurrido de 2010 a la fecha. No se trata de una elevación lineal de la temperatura; 2016 fue el más caliente, seguido de 2020 y posiblemente este 2023 compita con esos dos por el primer lugar. Se batieron récords de temperatura en México, India, Irán y Canadá entre otros países.

En México el pasado 1 de julio se registró una temperatura histórica de 50.2 grados en un medio urbano; ocurrió en Mexicali, Baja California. Han ocurrido por lo menos 100 fallecimientos por golpes de calor en las últimas semanas en el país, y México tiene ahora la mayor temperatura mundial registrada fuera de un lugar habitado; 80 grados centígrados en el desierto de Sonora.

Protegerse de las altas temperaturas es cada vez más difícil e intentar hacerlo mediante el sencillo procedimiento de prender el aire acondicionado ha llevado a que la demanda de energía desborde la capacidad existente y se descompongan o incluso se quemen los equipos. Los apagones subsecuentes afectan no solo a los hogares, sino a las escuelas, hospitales y a toda la planta productiva de bienes y servicios. En ocasiones la reparación tiene que abarcar transformadores o cableado eléctrico y, en general, es costosa.

Aunque hay que preocuparnos por lo inmediato y lo local; el tema del calentamiento es efectivamente global y es también a ese nivel que debemos pensar en soluciones.

Todo el planeta está elevando su temperatura y no estamos más que ante el anuncio preliminar del infierno que podría tocarles vivir a nuestros hijos y nietos. Lo digo en forma condicional, podría, aferrado a la esperanza de que la humanidad entera haga las transformaciones necesarias para detener este proceso antes de que la naturaleza nos obligue a hacerlo.

Pocas cosas se parecen más al infierno que los centenares de incendios fuera de control en Canadá donde decenas de miles han tenido que evacuar sus casas. El humo de esos incendios cubrió los estados del norte y algunos del centro del territorio norteamericano. La ciudad de Nueva York adquirió por unos días un tono anaranjado apocalíptico y a decenas de millones se les recomendó no salir de sus casas bajo la advertencia de que el aire era dañino para su salud. Tales incendios tienen como antecedente temperaturas altas y una sequía extendida que convirtió en material altamente inflamable la cobertura superficial del suelo.

Los incendios en Canadá no han terminado y la población del norte de Estados Unidos está bajo advertencia de que la humareda podría regresar en estos días.

Si bien los incendios son muy visibles es el calentamiento de los mares lo que más contribuye a la elevación de la temperatura global. Un calentamiento que destruye los corales y otros espacios de reproducción de la vida marina y amenaza la seguridad alimentaria de países costeros.

De hecho la elevación de la temperatura y las sequias afectan la producción de alimentos provenientes tanto de la tierra como del mar y apuntan a colocar en riesgo creciente la producción de alimentos y la seguridad alimentaria de la humanidad. Lo que no será igualmente malo para todos dado que en un mundo inequitativo siempre les va peor a los más pobres.

Para el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, las temperaturas extremas recientes prueban que el cambio climático se encuentra fuera de control que si continuamos sin emprender las medidas necesarias nos dirigimos a una situación catastrófica.

Durante millones de años la vegetación del planeta utilizó el bióxido de carbono como fuente de alimento. Lo absorbieron y lo emplearon para crecer y a final de cuentas actuaron enterrando, o literalmente transformando en tierra al bióxido de carbono de la atmosfera. Fue tan efectiva la vegetación que transformó la atmosfera al transformar el suelo. Los grandes movimientos de la superficie terrestre hicieron que grandes capas de esa materia orgánica quedará muy debajo de la superficie, en el subsuelo, donde esa materia orgánica se transformó en petróleo, carbón o gas.

Ahora, al quemar combustibles fósiles como fuentes de energía estamos devolviendo a la atmosfera en muy poco tiempo, en unas cuantas décadas, el bióxido de carbono que a las plantas les tomó millones de años absorber y llevarlo bajo tierra. Este es uno de los tres principales gases de efecto invernadero. Otro de ellos, el óxido nitroso, se genera sobre todo en la producción de fertilizantes y productos sintéticos. El tercero, el metano, se asocia sobre todo a la cría de ganado vacuno; es decir al consumo de carne y lácteos. Los tres existen de manera natural, pero son las actividades humanas las que incrementan notablemente su presencia en la atmosfera.

Estos gases funcionan como una especie de “manta” que obstaculiza el reflejo hacia el espacio de los rayos solares y es en ese sentido que provocan un efecto similar al de un invernadero que va calentando al planeta.

Luchar contra el calentamiento global requiere una reducción drástica en las emisiones de gases de efecto invernadero. Pero el conseguirlo es terriblemente difícil. Los gobiernos de los países industrializados, los más ricos del planeta, predican de manera insistente el uso de fuentes de energía renovables y no contaminantes. Por ejemplo, la energía del viento, la solar, la hidroeléctrica o la de las mareas. Sin embargo, no procuran una real reducción del uso de combustibles fósiles.

Estados Unidos, uno de los mayores impulsores de las energías renovables, deriva cerca del 79 por ciento de su energía de combustibles fósiles, 8.4 por ciento es energía nuclear y solo 12.5 por ciento de fuentes renovables. Es obvio que a nivel global la situación no es mejor.

Con frecuencia nos enteramos de acciones de activistas ecológicos que tratan de obstaculizar la producción o el transporte de combustibles fósiles. Son esfuerzos que no atienden a la totalidad del problema; reducir de manera efectiva el uso de combustibles fósiles implicaría reducir la producción de bienes y servicios. Entonces habrá que preguntar quiénes serían los más afectados. El riesgo es que se reduzca la producción para los más pobres.

Una efectiva reducción del uso de combustibles fósiles tendría que acompañarse de una mayor equidad económica de tal manera que la reducción de la producción de energía no impacte al consumo básico de la mayoría,