La paradoja resulta de risa loca.
Y es que, contra lo que muchos suponen, hoy la popularidad de Xóchitl Gálvez se debe al maltrato reiterado que ha recibido de parte de un presidente machista, racista, clasista y misógino, como el mandatario mexicano.
Un macho que durante décadas ha confirmado que odia, usa y abusa de las mujeres, a pesar de que llegó al poder gracias al voto de casi 13 millones de mujeres mexicanas.
Y por esa razón, la historia reciente de la senadora por el estado de Hidalgo es particularmente llamativa.
¿Por qué?
Porque en rigor, Xóchitl Gálvez era una perfecta desconocida para el gran público, hasta antes de que López Obrador la difamara y calumniara en una de sus mañaneras, en donde dijo que la legisladora había solicitado la desaparición de los programas sociales.
Luego de los insultos, la senadora intentó responderle al presidente López Obrador, frente a frente.
Sin embargo, un arrogante mandatario advirtió en torno burlón que, por ningún motivo, permitiría que la senadora ingresara a Palacio.
¿Y la razón de esa prepotencia?
Casi nada que, en los hechos, López Obrador es un presidente machista, racista, clasista y misógino, que además se cree dueño de la verdad absoluta y propietario del Palacio en el que ha vivido casi cinco años; Palacio que según el “chabacano” imaginario presidencial, lo hace intocable.
Por eso, luego de aquella escaramuza pública, la senadora acudió ante un juez para exigir respeto a su derecho de réplica frente al presidente; demanda que ganó sin mayores dificultades.
Sin embargo --y en abierto desacato a un mandato judicial--, López Obrador no sólo reiteró su negativa de recibir a Xóchitl Gálvez, sino que de nueva cuenta se burló de la senadora hidalguense, quien en distintas ocasiones hizo guardia en las puertas de Palacio.
De esa manera –y luego del maltrato público y reiterado hacia la legisladora federal--, los bonos de Xóchitl se fueron a las nubes y de ser una modesta aspirante al gobierno del Distrito Federal, mudó de aspiraciones y se dijo lista para competir por la candidatura presidencial.
Y justo en ese momento se produjo el salto cuántico que la mandó a la estratósfera política, ya que en el escenario de los opositores por fin apareció una figura política fresca, capaz de conectar con el gran público, de auténtico origen humilde, con raíces indígenas y con una historia de vida exitosa.
Una ciudadana que, gracias a su empeño, al estudio y la tenacidad se convirtió en empresaria exitosa y luego en una mujer dedicada a la política en donde también impuso su propio sello.
Pero era sólo el principio, ya que un segundo golpe de suerte vino cuando nuevamente López Obrador intentó descalificar a Xóchitl, al “destaparla” como la candidata elegida por los potentados del bloque opositor.
Al destape presidencial le siguió una campaña y guerra sucia de calumnias, difamaciones y toda clase de insultos pagados en la prensa mercenaria de Palacio, lo que convirtió a la senadora en la víctima perfecta del poderoso “macho” de Palacio.
De esa manera, en pocas semanas, la popularidad de Xóchitl Gálvez creció como la espuma y las encuestas más recientes ya la colocan a la cabeza de las preferencias de los aspirantes de la coalición opositora Va por México y aparece en empate técnico frente a los punteros de Morena.
Aún así, López Obrador y su claque han intensificado la estrategia de guerra sucia contra Xóchitl; una guerra machista, clasista, racista y misógina que, contra el objetivo buscado, día a día eleva los bonos de la modesta senadora que hoy es un fenómeno político.
Sí, el “fenómeno Xóchitl” también ha sido identificado por la prensa internacional que califica a la hidalguense como la mayor preocupación y el mayor riesgo para los afanes continuistas del presidente mexicano.
Y es que para muchos --dentro de nuestro país y allende las fronteras--, está claro que las fobias, odios, insultos, el clasismo, el racismo y la misoginia de Palacio lanzados contra la naciente candidata presidencial, ya convirtieron a López Obrador en el verdadero jefe de campaña de Xóchitl.
Por lo pronto en sólo cinco semanas, la senadora Gálvez arrasó con cinco años de precampaña de las “corcholatas” del presidente López Obrador y hoy pone a temblar al oficialismo; una peligrosa mafia que es capaz de todo por mantener el poder. Y todo es todo.
Al tiempo.