La semana pasada, un par de polémicas declaraciones abrieron de nuevo la discusión sobre el manejo de la pandemia de Covid-19 en nuestro país y sus lamentables consecuencias para cientos de miles de familias, lo que es muy necesario pues más allá de preferencias políticas no debe haber nada más importante que la salud y la vida de las personas, y las autoridades están obligadas a dar cuenta de su gestión aunque se resistan a ello pretendiendo que prevalezca la autocomplaciente narrativa oficial o se apueste al olvido.
En reiteradas ocasiones el subsecretario López Gatell se ha negado a comparecer ante la Cámara de Diputados, y hace unos días canceló su participación en la reunión de la comisión de salud a la que fue convocado. En cambio prefirió asistir a un evento político en Iztacalco para dar una conferencia en el que llamó arrogantes a familiares de pacientes que le reclamaron por el desabasto de medicamentos psiquiátricos -recordemos que hace dos años también acusó de golpistas a padres de niñas y niños con cáncer-, y posteriormente trató de evadir el cuestionamiento de una persona sobre el mal manejo de la pandemia y el exceso del número de muertes, diciendo repetidamente sin detener su paso que respetaba todas las opiniones, a lo que le respondió que no se trataba de una opinión sino de hechos. Ante las críticas e indignación que naturalmente provocaron sus palabras y actitud, el oficialismo desató una campaña en redes sociales de apoyo al funcionario quien sigue sin rendir cuentas.
En paralelo, la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México y aspirante a la candidatura presidencial Claudia Sheinbaum, defendió en una entrevista el manejo de la pandemia y presumió como logro del gobierno que en dos años y medio nadie se quedó sin una cama de hospital, lo que a todas luces es insostenible como lo acreditan los datos que arrojan reportes oficiales e investigaciones que al efecto se han realizado, así como decenas de testimonios de familiares de pacientes que fallecieron por falta de atención y el reconocimiento -generalmente en corto por temor a las represalias-de personal de salud que estuvo al frente en instituciones públicas jugándose la vida por falta de equipo de protección.
Entre muchos ejemplos, un usuario de Twitter publicó que “un compañero de trabajo estuvo tres días en la ambulancia porque no había camas en el hospital regional de Navojoa y falleció por Covid”, otro contó que “a mi suegro no lo pudimos subir a la ambulancia porque los paramédicos advirtieron que no había un solo lugar disponible ni en público ni en privado, la impotencia más grande de nuestras vidas”, y una más describió que “la ambulancia se dedicó a recorrer hospitales del Estado de México para conseguir un lugar para mi papá, al final hubo un espacio porque alguien falleció en ese momento, sin embargo no hubo ventilador y mi papá falleció al día siguiente”. No podemos siquiera imaginar lo que sintieron todas estas personas al escuchar a Claudia Sheinbaum hacer tal afirmación con esa ligereza.
El doctor Juan Gerardo Sierra, reconocido infectólogo del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición señaló que muchos hospitales públicos implementaron planes para manejo con oxígeno en casa justo porque no había suficientes camas, mientras que el doctor Héctor Rossete compartió que “muchos pacientes no tuvieron acceso a una cama de hospital porque el sistema colapsó y tuvieron que tratarse en casa, había mucha angustia por no conseguir oxígeno y solo les mandaban azitromicina, ácido acetilsalicílico que de poco o nada servían, e ivermectina” que por cierto no había sido autorizada por la Organización Mundial de la Salud debido a la falta de evidencia y no se pidió la autorización de las y los pacientes.
El número de muertes por la pandemia se calcula en 800 mil que equivale a la población de Baja California Sur, y como recuerda el doctor Francisco Moreno, más del 40% de los fallecimientos ocurrieron fuera de los hospitales. Es sabido que en los centros de atención telefónica recomendaban permanecer en casa, donde lamentablemente en muchos casos perdieron la vida por falta de atención oportuna. Esta es la realidad y aunque sería iluso esperar que a estas alturas asumieran su responsabilidad pública, cuando menos debían tener cuidado en lo que dicen por un mínimo de respeto al dolor de todas esas familias.