INFIDELIDAD

Una mirada sobre la infidelidad

Podríamos decir que la infidelidad es la ruptura por una de las partes de un pacto de exclusividad amorosa y sexual. | María Teresa Priego

Escrito en OPINIÓN el

Podríamos decir que la infidelidad es la ruptura por una de las partes de un pacto de exclusividad amorosa y sexual. La infidelidad construye un triángulo (o cuadrángulo) particularmente asimétrico, por un lado, dos personas deciden sostener una relación que puede ser secreta o pública pero que, quien forma parte de la pareja inicial ignora. Es decir, dos personas eligen en toda libertad una circunstancia que a la tercera se le impone. La infidelidad produce un dolor muy hondo en la persona engañada porque significa una traición.

Un súbito derrumbe del proyecto de vida en común. Quien es infiel sabe lo que está pasando, a quien su pareja le es infiel recibe un sorpresivo mazazo en la cabeza. La inequidad de las circunstancias es de dimensiones telúricas. Y así se vive. 

Enterarse de una infidelidad es descubrirse colocada/colocado en el lugar del convidado o la convidada de piedra. En el silencio y necesariamente, en la mentira o la suma de mentiras –depende de la longitud de la relación que sucede fuera de la pareja– quien creía formar parte de un pacto se sabe de golpe excluida. Sabe que se quedó sola sosteniendo el acuerdo de los comienzos. Todo sucede a sus espaldas. Nadie le avisó que las reglas habían cambiado. Al suceder en el engaño, nadie le regresó su libertad de elegir si se queda o se va, si se mantiene leal a ese pacto –que descubre que ya no existe– o si decide a su vez abrirse a otras relaciones. 

Hay quien es infiel en medio de una gran desazón, no sabe cómo decirlo, teme romper su pareja y hay –si nos vamos al extremo– a quien la infidelidad le produce un goce intenso. Una sensación de aventura, de “transgresión”. Casi como el adolescente que disfruta más cuando se escapa a escondidas de su mamá. Y, sí, tiene su tinte obsceno. Hay quien sabe del daño que va a causar y lo lamenta y quien espera con sospechosa emoción el momento en que su pareja se entere porque ver en su rostro el daño que provoca le produce un sentimiento de triunfo y de venganza. Dañar es una forma de ejercer el poder. ¿Venganza de qué? La explicación suele ser: de lo que su pareja no le ha dado. Pero quizá podríamos también –y quizá, sobretodo– pensar en lo que considera que la entera vida no le ha dado.

La infidelidad cuando una persona está en una crisis laboral, por ejemplo, es bastante común. También cuando se enfrenta una crisis con respecto a la familia de origen y las expectativas que colocaron en él/ella. La salida “fácil” al hundimiento es reconstruir el narcisismo golpeado iniciando una aventura –que al menos por un tiempo– ofrecerá la sensación de ser “tan singular” y “tan único”. A costa, claro, de otras personas. Pero la sobredosis narcisista suele ser ciega y sorda. También hay quien prometió y creyó que podía ser fiel y no fue capaz de las renuncias necesarias, y hay quien sella un acuerdo monógamo a sabiendas de que no va a cumplirlo.

Hay deslealtades de una noche y deslealtades de años. Infieles que al ser cuestionados aceptan lo que están viviendo e infieles que arman –¡Además!– la puesta en escena de la ofensa, continúan mintiendo, intentan convencer a su pareja de que imagina cosas, es una desconfiada de nacimiento, una “celotípica”.”Tienes que hacer algo con tu inseguridad porque estás actuando como una loca”. “Tu mamá te educó para desconfiar de los hombres y me persigues a mí que sería incapaz de engañarte”. El colmo de los colmos, la verdad. Si un pacto se rompe, su consecuencia es el estallido de la confianza. Algunas parejas logran restaurarla, otras hacen como que lo logran viviendo las secuelas en un conflicto permanente, hay para quienes la traición no tiene marcha atrás. 

Lo que es un hecho es que la infidelidad no es un accidente, un momento de “inconsciencia”, “irresponsabilidad”, “distracción”. La infidelidad es una decisión. Casi todas/os lo hemos vivido: esos segundos, esos minutos en los que actúas la traición... o te detienes. Casi todas/os hemos vivido ese momento de trámite ético, de trámite amoroso en el que sopesamos el daño que sabemos vamos a causar. Las consecuencias del daño. El momento en el que nos preguntamos ¿por qué lo haría? ¿Tenemos mucho que hablar con nuestra pareja? Pues a hablarlo. Una vez la tercera persona incluida en la relación, una vez la confianza quebrada, está muy difícil encontrar las palabras.