HOMBRES Y MASCULINIDADES

Entre hombres y masculinidades

Ninguna sociedad está basada en una naturaleza esencial, más bien se construye sobre acuerdos y discursos sociales después naturalizados, como aquel de la dominación masculina. | Eduardo Celaya Díaz*

Escrito en OPINIÓN el

Para nadie es secreto que en años recientes se han multiplicado los casos de violencia de género, sobre todo contra mujeres y población LGBT+. Si bien es benéfico que a dichos casos se les dé difusión, de forma casi general tienen un tratamiento inadecuado, usando indistintamente términos como feminicidio o crimen de odio, siendo refutados a su vez por la frase “a los hombres también nos matan”. Si bien es cierto, la tasa de homicidios de hombres es altísima, no es ni por asomo comparable un feminicidio a un homicidio, por diferenciarse justamente en las dinámicas sociales y de poder que rodean el hecho. ¿De qué forma podemos llegar a entender esta diferencia, sin caer en esencialismos? Los estudios de las masculinidades son una buena opción, y a continuación me permito explicar por qué.

A partir de la década de 1970, los estudios de género, feministas y de las disidencias sexuales cobraron relevancia en la teoría social. Estos estudios retoman a los grupos minoritarios, deslindándose de la supremacía masculina en los temas sociales, desde la Historia hasta la Antropología, para destacar la importancia de todos aquellos grupos no hegemónicos. Resultado de estos trabajos es que en la década de 1980, apenas, comienza el interés por estudiar la masculinidad o, más preciso, las masculinidades. Estos estudios parten de la diferencia de las perspectivas positivistas, esencialistas y normativas, que consideran lo masculino como lo universal e inmutable, partiendo de que todo lo que no es masculino es lo diferente, lo no referenciable. Al contrario, a partir de una perspectiva semiótica, se busca entender el sistema de diferencias simbólicas que constituyen lo masculino, símbolo a su vez que adquiere significado en un sistema de relaciones sociales.

Podemos definir lo masculino, siguiendo a la socióloga australiana, Raewyn Connell, como un lugar en las relaciones de género, lugar dado por las prácticas y comportamientos esperados y ejecutados, ya sea por hombres y mujeres. En un pensamiento anterior, en el que lo masculino se define a partir de la dicotomía hombre/mujer, todo aquello que salga de dicha dicotomía es inexistente o antinatural. Este razonamiento excluye no sólo de la historia, sino del mismo presente la intersexualidad, lo transexual, lo transgénero, e incluso a una mujer con poder. Si tomamos la definición de Connell, entonces lo social entra en el campo de la complejidad, y podemos entender de forma más completa fenómenos que, aunque se nieguen en la teoría, existen en la práctica, como la misma homosexualidad.

Por otro lado, uno de los grandes aportes de los estudios de las masculinidades es la comprensión del fenómeno del poder y la violencia. Desde una perspectiva esencialista, el poder es y debe ser ejercido por hombres, ya que al ser el género dominante, tienen el derecho y la responsabilidad de tener autoridad. El poder es, por tanto, una característica intrínseca de la masculinidad y del ser hombre. Como decía Foucault, el poder no se posee, se ejerce, y en una sociedad en que casi la mitad de los habitantes son varones es difícil que todos ejerzan el poder, al tiempo que la otra mitad debe mantenerse alejada de él. Esto presenta serios problemas sociales, no sólo teóricos, también prácticos. Por eso existen a su vez conflictos de poder entre los mismos hombres: unos mandan, otros obedecen. Pero, ¿qué pasa cuando a un hombre se le ha inculcado la idea de que, por haber nacido varón, tiene derecho al poder? ¿Qué pasa cuando un hombre, sabiendo que no puede ejercer el poder, sostiene a aquellos que sí lo hacen? ¿Qué pasa con los hombres que, a pesar de estos discursos, no tienen interés por ejercer poder? Estos hombres no dejan de ser masculinos, sino que entran en otras dinámicas sociales de masculinidad. Connell define cuatro relaciones entre masculinidades a las que nombra: hegemonía, subordinación, complicidad y marginación. Es por esto que conviene hablar de masculinidades, y no sólo de una. Hay que recalcar que hablar de diversas masculinidades no se refiere al aspecto sexual. La homosexualidad no es por sí misma otra masculinidad, ya que también en la población LGBT+ se replican estas dinámicas sociales y de género.

Teniendo esto en cuenta, podemos hablar de mujeres masculinas, pues la masculinidad es un lugar que se ocupa en las relaciones de género, y no está estrechamente relacionado con la genitalidad o la sexualidad. Estos estudios también nos ayudan a entender dinámicas de poder y violencia, ésta última manifiesta ante la frustración de no ejercer el poder; o como una forma de su ejercicio, marcando límites, recompensas y castigos para mantener la autoridad. 

Y desde esta perspectiva se deben analizar los fenómenos sociales, como los feminicidios, o los abusos de poder y sexuales. Si bien a los hombres también se les mata, no son las mismas dinámicas sociales, no son las mismas relaciones de género las que rodean el fenómeno. Un conserje que toca a una estudiante, aunque hayan sido menos de 10 segundos, está ejerciendo una dinámica de poder de la que abusa para ejercer violencia (como pasó el año pasado en Italia, caso desestimado recientemente en un juicio por ser sólo una bromita). Un hombre que ataca, mutila o mata a su novia o ex pareja ejerce a su vez una violencia basada en la desigualdad de poder, sustentada por discursos sociales ya naturalizados; es decir, que un hombre es más fuerte, poderoso e importante que una mujer. Y si bien este orden social es inequitativo, es real y es del que participamos todos los días. Entender las bases de estos comportamientos sociales ayudarán a sobreponernos a dichos fenómenos, en vez de naturalizarlos, pues ninguna sociedad está basada en una naturaleza esencial, más bien se construye sobre acuerdos y discursos sociales después naturalizados, como aquel de la dominación masculina.

* Eduardo Celaya Díaz 

(Ciudad de México, 1984) es escritor e historiador. Actualmente estudia la maestría en Historia Moderna y Contemporánea en el Instituto Mora, con un proyecto de investigación sobre masculinidades y la ruptura cultural de la década de 1960. Ha escrito varias piezas teatrales cortas, cuentos y ensayos históricos. Interesado en temas de cultura, representaciones, discursos y género.