Después de ocho años, se reúne de nuevo la Unión Europea con una organización latinoamericana que no sirve de nada, la Celac. Esta organización se creó para hacerle contrapeso a la OEA, por lo tanto no están ni Estados Unidos ni Canadá, y fue junto a Unasur la hija de Lula, de Chavez, y en este caso habría que sumar a Fidel Castro, en ese activismo de la primera década de este siglo que la verdad nada dejó, fuera de una pequeñísima burocracia y un escenario que alimenta esa narrativa de la izquierda radical contra la democracia.
El solo hecho de la reunión tiene algo de positivo pues muestra por fin un poco de interés de la Unión Europea en América Latina. Si esto se suma a la iniciativa de la creación de un fondo de 45 mil millones de dólares para invertir en la región en cambio climático, energías renovables, minerales y otros temas pues empieza a darse un pequeño giro de ese gran bloque económico hacia la región.
Lo cierto es que Europa dejó de existir en América Latina hace poco más de una década. No es, tampoco, que haya tenido gran presencia, pero con los tratados de libre comercio extendió una mano a muchos países, entre ellos Colombia. España quien se preciaba de su relación especial con la región por su historia, de la que ahora se arrepiente y se excusa de manera vergonzante, tuvo mucha influencia hasta principios de este siglo. Es más, en 1998 llegó a ser el primer inversionista extranjero en la región por encima de Estados Unidos. Hoy nada de eso queda y España tiene una influencia política que es más ideológica que representativa de un canal privilegiado, serio e independiente entre América Latina y Europa.
No era difícil prever que la discordancia en temas iba a ser tan evidente precisamente por el origen de la Celac que es ideológico y solo se cubre del manto geográfico para existir y darse algo de relevancia. Ahora que Europa vive una invasión, la primera desde la Segunda Guerra Mundial, sale a flote esa esencia ideológica y populista de esta organización que no es capaz de condenar con nombre propio –por la negativa de unos pocos países– una brutal invasión a una nación europea por parte de Rusia. El descrédito que esta acción de Nicaragua, Cuba y Venezuela le deja a la región debe ser contrarrestado por los líderes de todas las democracias con todo vigor, como lo hizo el presidente Boric de Chile, pues esas dictaduras no representan al continente y deben ser vistas como una aberración política.
El problema de Europa es que no ve a esas dictaduras como una aberración, y sí repito este término, violatoria de libertades y derechos humanos. Cuba, el papá de todas esas dictaduras, fue el niño mimado de Europa durante décadas. Castro era visto como un gran líder y no como el dictador represor de la talla de Videla en Argentina o de Kim il Sung en Corea del Norte. Ahora ante el nuevo escenario de competencia geopolítica con Rusia, China e Irán como aliados en su contra, esta generosidad política hacia las dictaduras comienza lentamente a cambiar. ¿Qué tanto? Aún no lo sabemos pero Europa tiene que entender que el futuro de la lucha por la democracia y la libertad no está en África, el foco de la mirada de Europa por razones geográficas e históricas, sino en América Latina.
Los gobernantes latinoamericanos no se ayudan. El silencio cómplice frente a Rusia como se vio en esta cumbre de algunos presidentes democráticos habla por sí solo. Pero la gran vocación del continente es de democracia y ahí es donde hay que actuar y donde Europa y Estados Unidos deben, ojalá en conjunto lo que sería un milagro, concentrar los esfuerzos económicos, migratorios y políticos. Sí, hay que defender la democracia pues esos billones que ponen sobre la mesa deben tener esa condición democrática para poder acceder a ellos.
Falta ver qué saldo deja esta cumbre donde Lula quiere erigirse como el gran líder latinoamericano, que no lo es por cierto, Sánchez quiere buscar unos voticos de más con su apego a esa izquierda radical y algunos países serios como Uruguay quieren posibilitar el tratado de libre comercio UE-Mercosur. Ya Lula se quejó de las cláusulas ambientales que tiene ese acuerdo y uno se pregunta, ¿acaso Lula no se ha vendido como el ambientalista número uno del mundo? La incoherencia de este Presidente, junto a muchos de los otros populistas no tiene nombre y en estos escenarios si que se ven.
Pero bueno quedémonos con las buenas intenciones de Europa que están a la vista y esperemos que así como ven la amenaza en la puerta con Rusia, entiendan por fin que acá también la tenemos con Cuba, Nicaragua y Venezuela. Que con Cuba vivimos 35 años de guerra fría con el enemigo en el vecindario, pues finalmente ha sido un estado servil a la Unión Soviética y a Rusia, haciéndole daño a la democracia en la región. Lo más irónico y desgraciado es que después de la caída del muro, esa alianza y ese trabajo de décadas por minar la libertad y la democracia ha sido más efectivo –con Rusia como gran aliado al que ahora se suma Irán– pues hoy Cuba tiene a Venezuela y a Nicaragua como pares.
Europa puede llenar un gran vacío en la región que la va a alimentar en las próximas décadas si China no se queda con todo –alimentos, puertos, ferrocarriles e infraestructura energética–. Y además Europa puede ser el beneficiario de los grandes recursos naturales de la región, de nuevo si China no se queda con todo.
Esta cumbre no es la solución y el Celac menos pues tiene sus intereses en otro lado. Pero la mirada así sea de reojo (aunque el Global Gateway como se llama esa cooperación anunciada por la UE es muy importante, aunque el diablo está en los detalles) es un paso adelante que todos celebramos.