La batalla por la próxima sucesión en la jefatura de Gobierno de la ciudad de México muestra igual intensidad, pero aún soterrada, que el proceso formal para definir las candidaturas presidenciales del oficialismo, encabezado por Morena, y del frente opositor, que en la capital del país es liderado por el Partido Acción Nacional.
La declinación de Rosa Icela Rodríguez -la aspirante más cercana al presidente López Obrador- y la eliminación de Martí Batres tras ser designado gobernante interino, deja en la ruta morenista a sólo dos corredores: el líder parlamentario Ricardo Monreal y Clara Brugada, por segunda vez alcaldesa de Iztapalapa, la más populosa comuna de la ciudad.
En el otro lado de la acera despuntan dos panistas: Santiago Taboada y Lía Limón, respectivamente alcaldes de Benito Juárez y Álvaro Obregón. La fiscalía capitalina parece tener agotados los elementos para implicar a Taboada en el llamado “Cártel Inmobiliario”. Si como todo lo indica, ese cartel sí ha existido, atacarlo de fondo obligaría a la justicia local a emprender acciones contra exfuncionarios de Miguel Mancera, anterior gobernante y uno de los mayores “intocables” de la actual administración.
Ricardo Monreal ha retomado, pero en código cifrado, la interlocución con Palacio. Algo en esas comunicaciones lo llevó a sostener su registro para medirse con Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López, pero su mirada parece concentrarse en el territorio capitalino. A su trayectoria y su peso político en la plaza suma lo que parece ser una atmósfera a su favor por el enorme reto que representará para Morena conservar la ciudad luego de la debacle de 2021.
La lectura del futuro cercano de Monreal le ha atraído peticiones para declinar en favor de alguno de sus adversarios, pero les ha dejado saber que se mantendrá hasta conocerse el resultado de las encuestas, en septiembre. De acuerdo con fuentes cercanas al político zacatecano, ha compartido esta determinación con interlocutores sustantivos.
Por su parte, la apuesta de Brugada Molina es lograr la proeza de librarse de su anclaje en Iztapalapa, donde surgió hace casi 30 años tras abandonar sus clases en una modesta secundaria y entregarse al activismo político. Sus aspiraciones la hacen viajar hoy en la misma cabalgadura de Claudia Sheinbaum, jefa de Gobierno con licencia. La vistosa profusión de recursos que ha mostrado la doctora Sheinbaum comenzó ya a extenderse en beneficio de aquélla, como lo muestran contratos públicos consultados por este espacio a favor proveedores vecinos de doña Clara.
La señora Brugada intenta desde hace dos años una transformación en su apariencia y forma de comportamiento público, en un esfuerzo por maquillar el perfil que ostenta todo oficiante de la política en Iztapalapa, un terreno que se disputa a dentelladas en cada colonia y cada calle. Cuenta sin duda con simpatías del Presidente -la ha hecho alcaldesa en dos ocasiones. No obstante, el estilo presidencial parece reacio a ceder en manos de un solo personaje más espacios políticos de los indispensables. Si Sheinbaum se alza con la candidatura presidencial del oficialismo, no podría suponer que la ciudad le sea confiada a una de sus pupilas.
En los márgenes de esta pelea entre pesos pesados -Sheinbaum y Monreal- se halla un potencial tercero en discordia, Mario Delgado, que cada vez con mayor claridad declara que deseas ser considerado para buscar, por tercera ocasión, el gobierno capitalino. Delgado Carrillo entregará buenas cuentas al corte de septiembre, con el ánimo de que quien gane la candidatura impulse a un dirigente partidista a su medida. Ello liberaría al actual para estar disponible en lo que venga.
Existe un hondo contraste con el bateador emergente de la oposición, Adrián Rubalcava, alcalde priista de Cuajimalpa, quien han manifestado su ambición por buscar el gobierno capitalino, lo que supondría la ruptura del bloque adverso a Morena. No faltan voces en el sentido de que Rubalcaba palea migrar pronto a los brazos del oficialismo, para evitar la pesadilla de todo político: vivir fuera del presupuesto público.